martes, 6 de enero de 2009

LUCHITO EL CIEGO

No esta muerto el que yace en la tumba fría, muerto esta el que tiene el alma muerta y vive todavía
G.A. Bécquer

LUCHITO , nunca tan bien aplicado este diminutivo , con tu figura enjuta y tus ojos glaucos, hundidos en sus cuencas de tanto mirar para adentro, tu pelo lacio y negro como ala de cuervo, brillante de aceitillo, tu escasa e hirsuta barba que enmarcaba tus labios vueltos hacia adentro como si estuvieses permanentemente degustando la acidez de la vida, tu piel cetrina quemada por mil soles que quizá nunca viste , con la cabeza gacha intentando vislumbrar un sendero que se negaba a tus ojos, y tus sarmentosos dedos aferrando un sólido bastón de retorcido renaco de nuestra tierra .

Solía verte Apoyando tus hombros en las encalada tablas de un salón de billar que ahora solo existe en nuestro recuerdo, pero que entonces se ubicaba en la esquina de Coronel Portillo y Ucayali, allí donde ahora hay un edificio con una entidad financiera, aun no concibo imaginar esa esquina sin tu presencia solitaria, con tu camisa blanca y pantalones de color caqui, con mas parches que tela buena, pero siempre pulcros, sobados por el tiempo y las diligentes manos de quien veía por ti, tal vez tu madre, una hermana quizá,.. Nunca lo supe.

Murmurabas para ti frases que nunca comprendí, matando tu soledad con el eco de tu voz, no se porque pero te atribuí en mi mente de niño un carácter hosco; Cuando deambulabas por la calle el cacofónico golpetear de tu bastón contra el suelo, rompía monótonamente el silencio diáfano de nuestros días, solo quebrado ocasionalmente por el rugir del motor de algún camión , esos Ford, o Chevrolet, que nos conectaban con la capital , y que llegaban cargados de azúcar en costales de grueso papel , botellas de cerveza en perfumadas sacas de yute y envueltas en estuches de suave paja, manteca en brillantes envases de latón , o quien sabe que otras cosas escondidas en cajones de madera de oloroso y blanco pino, ajenos a nuestro olfato y región, y que se marchaban gimiendo y aplastando sus carrocerías contra el suelo rendidos bajo el peso de gruesos tablones de roja madera de cedro y águano, parecían unos enormes taricayas fatigadas por el peso de su enorme caparazón, chillando como una pashna (cerda) en el matadero, cosas que Tu nunca viste pero que formaban parte del mundo en que vivíamos.

Portabas tu mendicidad y minusvalía con un orgullo que hoy nos es ajeno , una vez por semana ingresabas puntualmente en los comercios, y no pedías, simplemente te parabas a esperar que se te diera, y todos sentíamos la obligación de colaborar con tu desgracia, no fingías pobreza, es mas, eras pulcro, no tratabas de inspirar lástima, recuerdo que movías nerviosamente tus manos, que era lo único que parecía vivo en la estatua de tu cuerpo, parecían las agónicas alas de un ave agitándose en los estertores de la muerte , y los demás, los que veíamos, nos avergonzábamos de hacerlo, nos sonrojaba contar con un privilegio del cual tu carecías, mi madre abría la caja y extraía unas monedas las cuales me las entregaba en silencio mientras que con un señal de su cabeza me ordenaba dártelas, todo en medio de un rito casi religioso para no humillarte ,y yo acunándolas entre mi menuda mano las acercaba a las tuyas temiendo romper ese hechizo, sentía el tibio contacto de tu piel , y a ese solo contacto abrías el puño como los pétalos de una flor, recibías el dinero y lo guardabas en uno de tus bolsillos también en silencio, esbozabas una sonrisa y con voz cascada dabas unas gracias que encogían el alma, y como entraste de retirabas, estirando tu encanijada sombra ante los rayos del sol, yo curioso me asomaba al marco de la puerta para ver tu delgada figura que cual amaurótico quijote se alejaba pausadamente hasta perderse en el dintel de otra casa, tiempos aquellos en que no se cerraban las cancelas, y el sol y los vecinos podían ingresar libremente , anunciando su presencia el primero con su luminosidad y los segundos con una vocal prolongada..... Uhhhhh.

Generalmente caminabas solo, aunque cuando el peso de los años empezó a agobiar tus delgados huesos te veía acompañado, sin embargo quien lo hacia pasaba desapercibido pues tu presencia apocaba la suya.

Nunca supe de la otra faceta de Tu vida, hasta que un día acompañé al campo santo hacia su última morada a los restos de un conocido mío, no recuerdo su nombre ni la fecha, pero al ingresar al cementerio me extraño sobremanera verte en el cortejo fúnebre, llevabas una camisa negra apropiada para la circunstancia , los pantalones caqui de siempre y los pies desnudos, dejando la huella de tus dedos en la tierra húmeda de pasada lluvia , no se porque reparé en ellas, nítidas y pulcras, como tu ropa , parecían caminar hacia ninguna parte pero lo hacían con decisión y firmeza, tan absorto estaba en ello, cuando sentí el metal de tu voz retumbar en mis oídos , levanté la vista y te vi al pie del sepulcro, erguido como un cetico, apoyando tus dos manos en tu sobado bastón, mientras de tus labios brotaba una elegía póstuma por el difunto, y empecé a escuchar la narración de un ciego que vio en esa persona mas de lo que yo con mi aguzada vista jamás vi , describías su vida, sus virtudes, callaste piadosamente su defectos , y captaste el interés de los que con recogido silencio te escuchábamos, y cuestione mi visión tan superficial del mundo y las personas , envidie la agudeza de la tuya, de esos ojos que veían mas que los míos, describiste nuestro mundo con un lujo de detalles que escapaba en ese entonces a mi mirada. Y comprendí que no es ciego el que carece de este don Divino, si no quien tiene su corazón y su mente cerrados a la vida, me diste un gran ejemplo de vida y llamaste a la reflexión a mi intelecto.

De esa oportunidad en adelante te veía con menos frecuencia, imagine que Tu otra forma de ganarte la vida era esa, pues guardabas en tu memoria la imagen y la historia de esas personas que jamás habías visto, nunca lo averigüe, pero te imaginé en todos los sepelios, fijas las cuencas vacías de tus ojos en esa vacía cuenca sepulcral de nuestra final morada , desgranando una a una las palabras que los ojos de tu alma te dictaban, imagino que hermosa historia hubieras podido escribir sobre todos y cada uno de los moradores de Pucallpa, quien mejor que Tu para conocerlos, pero toda esa información se perdió contigo.

Me hubiese gustado acompañarte en tu postrer viaje al campo santo, y ser yo quien te diera el adiós final, sin embargo en ese entonces aún no había madurado lo suficiente para comprender la importancia de este simbólico acto, la cáscara de indiferencia y egoísmo con que venimos a este mundo la tenía integra, y cuando me liberé de ella ya te habías marchado.

Lo que es para mí aun permaneces erguido como esta tarde, soportando el calor de la canícula sobre tus hombros, con tus manos temblorosas, cual las alas de la blanca paloma que transportaba a los cielos el alma de mi amigo difunto.

Renaco : Arbusto que crece a la orilla de los lagos y ríos, de raíces sarmentosas que dibujan arabescos, con las que se adhiere a la tierra, para evitar ser arrastrado por la corriente
Pashna : Hembra del cerdo
Taricaya: Tortuga de río, denomínasela así en la zona de la selva.
Cetico.- Árbol de espigado tronco que crece abundante en las riveras de los ríos, y en el que anidan una especie de hormigas sumamente agresivas

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