martes, 6 de enero de 2009

EL LAGO DE PACA COCHA Y SU MADRE

A mis entrañables amigos que compartieron mi infancia y cuyos nombres y rostros el tiempo esta borrando de mi memoria pero no de mi corazón
U
n poco mas al norte de donde se encuentra ahora el Hospital de Pucallpa colindante con el antiguo aeropuerto y bajando por el barrio El Arenal, existía un hermoso lago a cuyas orillas existían plantaciones de Caña de Azúcar , platanales y yucales , por el oeste se comunicaba con el Lago de Yarina Cocha por unos caños, que en época de vaciante daban lugar a unas playas arenosas donde se sembraban arroz y sandias, este lago era el hogar de blancas y patilargas garzas, de alargados picos, que de tanto en tanto introducían en las quietas aguas para extraer los peces con los que glotonamente se alimentaban, los tucanes de gruesos picos y vistoso plumaje, se asomaban entre las ramas, ahítos de los frutos que se prodigaban por doquier, hasta los voluminosos paujiles de picos colorados se enseñoreaban en las ramas, indiferentes al paso de los humanos, los grandes camungos buscaban las ramas mas fuertes para posarse , ruidosos loros parloteaban constantemente , coloridos Guacamayos y pihuichos, que cuando despegaban en vuelo ocultaban por su inmenso número la luz del sol, llenaban el ambiente con sus agudos chillidos , Los paucares con su llamativo color amarillo y negro, se asomaban en sus colgantes nidos, que pendían como mercaderas de las ramas de los elevados taperivas, parecían extrañas ciudades aéreas producto de alguna alucinante fantasía , los ceticos crecían numerosos formando una elevada empalizada en cuyas ramas no era extraño divisar a los pelejos ( perezosos) que se desplazaban entre ellas en cámara lenta, saboreando los tiernos y verdes retoños de sus tallos , sobre sus aguas se reflejaban las nubes y el azul del cielo, como si se tratase de un pulido espejo, sobre el que las libélulas se posaban por breves instantes, batiendo sus alas en inverosímiles maniobras.

Este lago era inmensamente rico en peces, las palometas, Pañas y Carachamas abundaban en Mijanadas , Bufeos y lagartos, así como las boas, también eran numerosas , no era extraño ver las culebras atravesar nadando el lago, serpenteando en el agua generando minúsculas ondas, hasta llegar a sus orillas, pobladas de renacos cuyas raíces y tallos les daban el aspecto de inmensos laberintos , entre las que se cobijaban, confundiéndose entre las raíces., para el mes de junio sus aguas se llenaban de pequeños y deliciosos camarones de lago , así como de unas almejas de gran tamaño, tan abundantes que era fácil el extraerlas con las manos de los bancos que se formaban cerca de la orilla.

Su cercanía era una tentación para nosotros los jóvenes y ya sea a pie o en bicicleta aprovechábamos todas las oportunidades que se nos presentaban para coger el sendero que nos llevaba a sus fangosas y negras orillas, donde los que ahí vivían generosamente nos prestaban sus canoas, en las que salíamos a pescar o simplemente a pasear o tomar un refrescante baño.

Una calurosa mañana, en la que el sol se ensañaba inmisericorde con nuestros cuerpos, Masho un amigo del colegio con el que nos unían múltiples y secretas aventuras escolares, pero del que no recuerdo su verdadero nombre , mientras jugábamos en el primer recreo de la mañana, como quien no quiere la cosa me soltó un comentario, ...... con lo fresquitos que estaríamos en Paca... como familiarmente llamábamos al lago, y a mi que era un débil de espíritu cuando se trataba de alejarse de la escuela , y requería muy poca perseverancia en la tentación para estar de acuerdo, se me imaginó la holganza paradisíaca que nos ofrecería el lago, imaginaba sus palmeras, y los frutos que se nos brindarían por la generosa naturaleza, los rojos y jugosos cashos, la dulce caña, las suculentas guabas, las dulces piñas , esto unido al poco interés que despertaba en mi el quedarme toda la mañana en la escuela escuchando tediosas explicaciones sobre ciencias naturales, cuando se me ofrecía una clase practica sobre el tema, magistralmente impartida por el mas sabio de los profesores que se nos podía ofrecer, el bosque y sus moradores.

Sin pensarlo mas , disimuladamente nos apartamos del grupo de compañeros que jugaban cerca de nosotros , y nos internamos en un bosquecillo que se encontraba frente a la escuela, sigilosamente dimos un rodeo que nos enrrumbò hacia el extremo de la pista de tierra que fungía de campo de aterrizaje para los aviones bimotores que nos enlazaban con otras ciudades , con precaución, pues era la hora en que llegaba el vuelo de Faucett de Lima, un vetusto DC• 3, que seguramente habría conocido tiempo mejores sobrevolando la campiña Francesa en misiones militares en Europa durante la no lejana Guerra Mundial, y que ahora acondicionado para transportar pasajeros, surcaba los cielos de la selva Peruana, uniendo sus ciudades y pueblos, al volver la mirada hacia el cielo pudimos ver su clásica silueta descendiendo para tomar tierra en el extremo sur de la pista, nos sentamos a la vera de la pista y mientras mordisqueábamos los tallos agridulces de las yerbas que crecían lujuriosas a la vera del campo de tierra, lo vimos posar sus ruedas delanteras sobre el suelo, despidiendo detrás suyo una enorme bola de polvo amarillento, el estrépito del ruido de sus motores se acercaba a nuestros oídos cada vez con mas intensidad, mientras su proa se agrandaba a nuestra vista, al llegar a nuestra altura el ruido era ensordecedor, y carreteaba lentamente arrastrando su cola sobre la tierra, sostenida por una pequeña rueda, y empezó a girar para regresar por el camino recorrido, pues la casucha que fungía de terminal terrestre se encontraba a mitad de la alargada pista, mientras irreverentemente nos mostraba la cola, el tronar de los motores se hizo mas intenso y una salva de tierra y arena nos agredió inmisericorde obligándonos a entrecerrar los ojos para evitar quedar ciegos por el polvo, mientras nuestros rostros se desfiguraban por efecto del fuerte ventarrón que salía de detrás de las hélices, nosotros nos reíamos y nuestra risa sonaba entrecortada burbujeando entre nuestros labios, como cuando uno pone la cara frente a un ventilador y trata de hablar, nos mirábamos riéndonos a mas no poder de nuestros rostros desfigurados y llenos de polvo, mientras la nave se alejaba hacia el terminal, nos pusimos de pie sacudiendo nuestros cabellos y ropa, llenos de tierra y briznas de paja, escupiendo una saliva rojiza y con un sabor a polvo en los labios reanudamos nuestra marcha hacia el lago.
A los lados del sendero los árboles crecían plenos de follaje y las aves colmaban sus ramas como frutos animados que volaban de una rama a otra, su canto llenaba el ambiente y su sombra nos refrescaba, los rayos del sol pugnando por atravesar las hojas en su intento de llegar al suelo , parecían luminosas estrellas que destellaban entre el follaje como chispas de luz, gruesas lianas colgaban desde las alturas, llegando hasta el suelo, y nos servían para columpiarnos en grandes saltos, avanzando como habíamos visto hacerlo a Tarzan en las películas que exhibían en el Cine Pucallpa o Tropical, si alguna vez ha existido una sensación mas cercana a la Libertad total, creo que la he sentido en esas oportunidades, donde mi imaginación volaba entre la selva que nos rodeaba, y nuestros cuerpos pendían casi ingrávidos de las lianas, ni la sensación áspera de sus cortezas que hería nuestras manos nos ataba a la realidad, pues nuestros corazones latían fuera de nuestros pechos, mientras proferimos agudos gritos imitando a la aves y a los monos que jugaban mas arriba en las elevadas ramas, y que nos miraban con sus ojos redondos , en una imagen de admiración permanente, los frailecillos abundaban con su pelaje amarillo verdoso y sus largas colas, y sus rostros casi humanos.

El camino era una suave curva descendente y la tierra de roja que era, paulatinamente se volvía negra, hasta adquirir en las zonas mas húmedas un color pizarroso brillante, donde las mariposas de múltiples colores se posaban en grandes enjambres que se apartaban a nuestro paso, batiendo sus alas en una explosión de color, si el paraíso ha estado alguna vez en la tierra, debió de haber sido aquí, por los rezagos que habían quedado e él.

Al salir de un pequeño recodo se abrían los árboles como una ventana mas vertical que horizontal, y el espejo de agua del lago rielaba ante nuestra vista, mientras su superficie se escarapelaba de placer ante las caricias de la brisa que lo ondulaba tiernamente; Cerca de la orilla las plantas de guama flotaban meciéndose lánguidamente como una inmensa sábana, sobre la que algunas aves de largas y flacas patas se desplazaban en pequeños saltos ahitándose de insectos o pequeños peces, Las tangrillas y tuqui- tuquis brincaban en pequeños saltos y ese túnel vegetal llevaba nuestra mirada hasta estrellarla en esa inmensidad líquida de tonalidad amarillenta y tonos suavemente verdosos , como de té cargado, y un penetrante olor a tierra, follaje en descomposición, mezclado con el perfume de las plantas en floración enervaba nuestros sentidos, como si nos encontráramos bajo los efectos del Ayahuasca , por eso a nosotros no nos causaba extrañeza cuando los mayores comentaban acerca del embrujo de la selva, pues convivíamos con él, inmersos en su hechizo, olía como deben oler las hembras en celo, como esas ninfas que cerca de la orilla no muy lejos de nosotros , y con medio cuerpo en la cocha, se arrojaban agua usando sus pates, cascabeleando con su risa entre las ramas, confundiéndose con el trinar de las aves y el chillido de los monos, sus cobrizas pieles brillaban con una sensualidad que hería la vista, con el torso descubierto sus pechos se exhibían lúbricos y plenos, con sus obscuros pezones mirando al cielo, redondos y prominentes como pequeños volcanes, desinhibidas y ajenas a los sentimientos del pecado original, lo que contribuían a esa sensación paradisíaca que nos embargaba.
Tres canoas se mecían suavemente sobre las pequeñas ondulaciones que el viento levantaba sobre las tibias aguas del lago, frotando sus costados coquetamente en cortos roces, descendimos la pequeña pendiente y nos quitamos el calzado para no ensuciarlo en el lodo de la orilla, y muy sueltos de huesos desatamos la canoa que se encontraba sujeta a un palo largo prendido en el barro, al cual los nativos llamaban Tangana , el cual servia para impulsar a la canoa, cuando esta navegaba por zonas poco profundas , o para emplearse de improvisada sujeción, cuando se pescaba en aquellas partes del lago que por su poca profundidad lo permitían , Masho se introdujo en el agua empujando la proa dirección a zonas mas profundas, estábamos en esto, cuando asomó por la pendiente la cabeza rubia de Sheshin, ( Nombre con el que familiarmente llamábamos a Cesar ) quien atropelladamente bajaba la pequeña cuesta, y poco mas atrás la desgarbada figura de Toñico ( nombre familiar de Antonio) seguía sus pasos, moviendo sus brazos cual aspas de molino, llamaban nuestra atención, aunque en realidad fuera de las ninfas que remojaban sus cuerpos en ese recodo del lago, no había otra presencia humana.
Al parecer Masho y yo no éramos los únicos que habíamos tenido la feliz idea de escaparnos del aula esa calurosa mañana, apuradamente y solo en calzoncillos, mientras sostenían sus pantalones sobre sus cabezas, se treparon en la canoa mientras que a ruidosas carcajadas festejábamos nuestro encuentro e impremeditada complicidad en la fuga.

Toñico tomó el remo que descansaba en un charco de agua en el fondo de la canoa, y empezamos a bogar silenciosamente alejándonos de la orilla, mientras yo en la popa clavaba en el cieno la Tangana para colaborar en el desplazamiento de la canoa orientándola hacia el centro del lago, mientras salpicamos nuestros cabellos con el agua fresca que recogíamos ahuecando nuestras manos, mientras nuestros uniformes escolares todos juntos en un amasijo confuso de ropa y calzados, lucían desordenados en la proa.

Comentando nuestra compartida aventura nos dirigimos hacia una parte mas profunda, donde pudiésemos nadar a nuestras anchas, no muy alejada por cierto de la orilla, pues hasta nuestros oídos llegaban apagadas las risas de las jóvenes que se bañaban cautas en la margen, mientras nosotros, intrépidos varones, buscábamos zonas mas profundas. Al encontrar un sitio que nos pareció mas apropiado , dejamos flotar a la canoa mansamente en la aterciopelada superficie, la que reflejaba el azul del cielo y las nubes que vagaban como copos de algodón en blancos rebaños, proyectando sus frescas sombras temporalmente sobre nuestras cabezas, el lago era un hermoso espejo donde podíamos ver el reflejo de las aves que surcaban el cielo, y que solo era roto momentáneamente por los círculos que se producían por el salto de algún pez fuera de ellas, con sus doradas escamas brillando al sol, o por algún martín pescador que se precipitaba a pescar alguna pequeña mojarrilla que se había atrevido irresponsablemente a nadar muy cerca de la superficie, en la búsqueda de alguna fruta caída de los árboles que circundaban el lago , convirtiéndose de comensal en alimento.

Masho fue el primero en saltar estrepitosamente al agua, salpicándonos a todos, no tardaron Toñico y Sheshin en seguirle los pasos, y los tres nadaban alrededor de la canoa, echándome agua a manos llenas para que los acompañara en su retozar, cogí la Tangana con la intención de clavarla en el cieno y sujetar a ella la canoa, para que no se alejase de nosotros, y compartir todos juntos la frescura de las agua de paca cocha.

La Tangana mediría unos tres metros de largo aproximadamente , la habían confeccionado empleando la rama recta de algún tronco de madera dura, y mojada pesaba ligeramente, sin embargo pese mi juventud podía maniobrarla con cierta destreza, empecé a introducirla al agua, casi verticalmente , cuando a través de ella y perpendicularmente a donde me encontraba de pie sobre la canoa, vi en el cenagoso fondo, lo que me pareció la gruesa raíz de un Renaco, algo retorcida sobre si misma, aunque me llamó la atención sus vivos colores amarillentos, que se presentaban distribuidos en grandes motas sobre su brillante superficie, toñico me retaba a unos metros, flotando sobre el agua haciendo el muertito, mientras expulsaba agua por la boca, como un pequeño géiser , incitándome a que saltase, sin embargo un extraño presentimiento hizo que cautamente continuase introduciendo la vara en el agua, tratando de seguir con la vista el extremo inferior de la misma, sin embargo mi visión estaba algo distorsionada por el efecto óptico que esto ocasiona , como si la vara estuviese angulada, no se si llegué a rozar con la vara el supuesto Renaco, pero de pronto este empezó como a desenredarse espontáneamente, como si se desanudase un ovillo, y pude ver el extremo diamantado de la cabeza de lo que sin duda era una inmensa boa, su grosor era como el del tronco de un ser humano, o al menos eso es lo que me pareció en lo poco que ahora puedo recordar, y sus ojos de mirada perversa avanzaron hacia la superficie, y sentí estar siendo hipnotizado por la intensidad de esas pupilas, tal como miles de veces había oído contar que procedían los reptiles para cazar a sus presas, inmovilizándolas, petrificándolas para evitar su huida, lo que permitía capturarlas y enroscarse en ellas hasta quebrar todos sus huesos y engullirlas enteras desencajando sus inmensas fauces, sin embargo en esos momentos no pensaba en ello, tenia la mente completamente en blanco.

Mis tres amigos ajenos al peligro y al drama interno que yo vivía continuaban nadando y acercándose peligrosamente a donde yo me encontraba , permaneciendo como si fuese una estatua de piedra erguida en la popa de la canoa, quería gritar para advertirles del peligro, pero mi lengua se negaba a obedecerme y mis labios se habían sellado como si hubiese comido cien caimitos, mis brazos dejaron de pertenecerme, y por tanto hacían caso omiso a mis órdenes de retirar la tangana del agua, pues temía irritar a la boa si se sentía agredida, no se cuanto tiempo transcurriría , cuando como en un sueño noté a mi lado la presencia de sheshin , quien no se como ni en que momento se había trepado a la canoa , sentí que me quitaba bruscamente la tangana, y tiraba de mí hacia el centro de la canoa, recién entonces vi su pelo rubio brillar como oro al sol, y sus labios mas blancos que las nubes que surcaban el cielo, sus ojos abiertos como platos parecían ocupar toda su cara, escondiendo las pecas que abundantemente lo adornaban, detrás de , toñico y masho yacían tirados en el fondo de la canoa, restregando sus caras contra el fondo húmedo de la misma, quietos como muertos, recién entonces me empezó poco a poco a volver el alma al cuerpo y sentí el calor vital de mi sangre reanudar su recorrido por mis arterias , y mis oídos se abrieron a los ruidos del mundo con un .... plock ... que parecía el estallido de una Pococha que los había tapado hasta entonces completamente, no se como doble mis rodillas para sentarme en la tabla que unía los bordes de la canoa a manera de una rústica banca , mientras mis huesudas rodillas chocaban unas con otras presas de una súbita inexplicable e incontrolable malaria y mis dientes parecían castañuelas repicando dentro de mi boca .

Pasaron unos interminables minutos que bien pudieron haber sido horas, pues para esos efectos nosotros habíamos perdido la noción del tiempo, mientras permanecíamos en silencio y aguardando lo peor, con los corazones agazapados en nuestros pechos, sintiendo sus latidos brincar en nuestras sienes, tratando de escuchar cualquier ruido por imperceptible que este fuese y temiendo ver deslizarse dentro de la canoa al enorme reptil.

Las aves ajenas a nuestras cuitas continuaban surcando el cielo, y sus chillidos rompían poco a poco el manto de silencio y miedo que nos cubría , la luz del sol reverberando sobre la superficie del lago hería mi vista , al parecer había estado sin parpadear mucho rato, Sheshin sentado en cuclillas en la canoa me miraba casi sin respirar, la tangana yacía a su costado , su brillante superficie se había secado, Masho fue el primero en hablar, y lo primero que de oímos murmurar fue...... YACU MAMA, ......ERA LA YACU MAMA, un escalofrío surco mi espalda desde la cintura a la cabeza, como un pequeño reptil que trepaba por mi columna vertebral , frío como el hielo y aguzado como el acero , y el eco de sus palabras parecían llenar el lago ... Yacu mama.... yacu mama....yacu mama... rebotando en todos los troncos, en los recodos , introduciéndose en las acequias sarmentosas que se desprendían del lago, como largos dedos que se introducían en la tierra desgarrándola, en los nidos que pendían de los árboles , enredándose en las raíces de los renacos, y las aves, los
Peces.. Los animales y los hombres, repetían asustados.

Siempre nos habían contado que las cochas , todas sin excepción tenían una madre, y esta era una boa inmensa, mas larga que una lancha y mas gruesa que un tronco , esta anidaba en sus aguas alimentándose de los peces que allí vivían, y hasta de los grandes rumiantes como las sacha vacas y venados que acudían a beber sus aguas en las orillas, a los cuales inmovilizaba con la intensidad de su mirada, paralizándolos para que no pudiesen huir, así podía acercarse a ellos, los que no atinaban a moverse presas de una catalepsia, generalmente les mordía en la trompa, ocluyendo sus fosas nasales con sus fauces, y con ese punto de apoyo se enroscaban en torno a ellos , como se enroscan las epifitas a los troncos, que parasitan, hasta matarlos, la boa los asfixia impidiéndoles los movimientos respiratorios, y fractura sus huesos estrujando los cuerpos, en sucesivas contracciones de sus anillos, cada vez mas apretadas convirtiéndolos en pellejos llenos de restos óseos, a los que tragaba enteros, desarticulando sus mandíbulas, y esto hacia aún con los cristianos que caían en sus fauces, sabíamos las historias de aquellos que habían saltado de sus canoas o balsas y nunca mas habían sido vueltos a ver , o pescadores que habían sido atrapados por su magnetismo ,la boa los encerraba en un mortal abrazo y los engullía con todo y sus ropas, las cuales eran encontradas en ocasiones en las heces que expulsaban, y solo por estas evidencias se llegaba a conocer de su triste final. , contaban los mayores haberla visto durmiendo en alguna orilla, enroscadas simulando un tronco caído, al cual incluso le crecían pequeñas plantas, pues solía dormir uno o mas meses durante sus prolongadas digestiones, dando tiempo a brotar encima de ella a pequeñas yerbas, muchos desprevenidos se habían sentado a reposar encima de ella, confundiéndola con un tronco , huyendo despavoridos cuando se empezaba a mover , otros contaban haberla visto surcar las aguas levantando a su paso enormes olas con su desplazamiento, y sus ojos asomar sobre las aguas como dos luminosas claraboyas , escrutando los dominios en que reinaba , contaban las historias que cuando la Yacu mama abandonaba un lago o moría, este se secaba, pues su madre lo había abandonado.

Dentro de la mitología de la selva la Yacu Mama ocupa un lugar preferencial y es origen de una saga que va de boca en boca entre los moradores, y de cuya veracidad nadie dudaba.

Al volverme la razón a la mente, note que la brisa lentamente nos había acercado a la orilla, y una alfombra verde nos rodeaba por los cuatro costados, era un mar de guama que ondulaba al compás de nuestra canoa, uno que otro fragmento de tronco asomaba entre ellas como las cabezas de negros lagartos, y unos abejorros zumbaban cerca de nosotros, cerca mío Sheshin permanecía en la misma posición, mientras Toñico y Masho comenzaban a incorporarse como si saliesen de un estado de trance, cogí la tangana con la intención de usarla para volver al precario puerto del que habíamos salido, pero al levantarla me pareció mas liviana, y al mirarla mas detenidamente estaba mas corta, le faltaba por lo menos una tercera parte, y esto para mi resultaba inexplicable, que cara de extrañeza pondría, que Toñico comento en voz alta, .... .....este no se ha dado cuenta de nada........ un poco mas y nos traga a todos, a continuación cogió el remo y abriendo un lento surco entre la guama la canoa empezó a deslizarse hacia el lugar donde nos embarcamos, el cual no distaría mas de 70 metros de donde nos hallábamos, pero se ocultaba por estar en una pequeña ensenada del lago.

Al llegar las bañistas estaban fuera del agua y algunas mujeres adultas y ancianos las acompañaban, con su ayuda atracamos la canoa sobre el cieno, cogimos nuestros uniformes y saltamos a tierra, a mas de uno nos habían reconocido, pues nuestros padres eran muy conocidos, a mí me tomó de la mano un anciano al que conocía como Sr. Soto, dueño de un trapiche de caña, al que mi padre solía visitar, nos subieron a una casa rústica que se elevaba del suelo unos dos metros, como un antiguo palafito, sostenida por gruesos troncos de Huacapú, con ello lograban los ribereños evitar que las crecientes inundases sus casas mientras duraba la temporada de creciente, así pude reconstruir lo sucedido, pues hasta entonces mi mente tenia un inmenso vació que no sabía como llenar.

Cuenta Sheshin, que fue el primero en reparar que algo extraño sucedía, que se encontraba llamándome por mi nombre para que los acompañase al agua, y al no hacerle caso, se acercó a la canoa con la intención de ayudarme a introducir la tangana en el cieno del fondo para atar la canoa a ella, estando a unos tres metros, viendo que continuaba sin responder a su llamado y que tenia la cara desfigurada por una mueca de espanto, nadó hacia la parte de proa alejándose de la popa donde yo me hallaba, intuyendo algo raro, y fue su intuición la que a la postre nos salvo a todos, al tratar de subir a la canoa la balanceo, y parece que esto hizo que la tangana hincase a la boa en alguna parte de su Cuerpo, esta reaccionó mordiendo la vara y tirando hacia ella, lo que me hubiese arrastrado irremediablemente al lago, probablemente para nunca mas emerger, de no suceder que esta por la fuerza de sus mandíbulas se partió, quedándose la parte inferior con la boa, y la superior asida a mis manos, los que aún estaban en el agua sintieron como si una inmensa corriente de agua los expulsase hacia fuera, y una ola los llevó afortunadamente hacia la canoa, ya Sheshin estaba arriba, ágil como un felino había trepado velozmente, Masho y Toñico cuentan que les salieron alas en los pies pues entre el impulso del agua y la desesperación también pudieron entrar en el frágil bote, pero antes de caer dentro alcanzaron a escuchar un terrible bramido y ver elevarse a pocos metros de Ellos el hocico abierto como el de un perro gigantesco de una inmensa boa, como si esta hubiese saltado fuera del agua queriendo asir el pedazo de tangana que pendía de mis manos, al parecer las oscilaciones de la canoa al trepar mis amigos, la hicieron calcular mal el salto y sus fauces se cerraron en el aire en un horrible chasquido, mientras el ambiente se llenaba del fétido y caliente aliento que expulsaba por el hocico.

Desde tierra, las bañistas que coquetamente nos miraban de cuando en cuando de soslayo, haciendo picarescos comentarios, notaron lo inusual de nuestra conducta, figurándose que estábamos jugando, cuando escucharon el horripilante bramido de la boa y la vieron saltar fuera del agua quedando su cuerpo suspendido unos segundos en el aire antes de caer pesadamente otra vez al agua, y en esos pocos segundos pudieron ser testigos de un hecho que quizá nunca se repetiría ante sus ojos, vieron a la Yacu mama, a la madre del lago; sus gritos atrajeron la presencia de los mayores, los cuales también habían oído el bramido de frustración de la fiera, al comprender que se quedaba sin sus presas, herida en lo más profundo de su amor propio, ellos conocían ese salvaje alarido, pues en algunas noches de tormenta competía con el tronar de los rayos que caían del cielo, y en la oscuridad de la noche, al abrigo de sus mosquiteros, les erizaba todos los pelos, pues encarnaba la eterna lucha entre el cielo y el infierno, entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Cuentan que nos llamaron a voces mientras veían nuestra canoa derivar lentamente hacia una orilla que era ocultada por la vegetación, y pese a haber dos canoas mas encalladas en el lodo de la orilla, nadie se atrevía a subirse a ellas e ir a nuestro encuentro, cuando nos perdieron de vista nos dieron por desaparecidos, sobre todo por que nadie respondía a sus llamados, ellos refieren que grandes olas llegaron hasta la orilla, las mismas que apartaron nuestro bote del reptil, el cual por extrañas e inexplicables razones no volvió a emerger, pues habría bastado un golpe de su enorme cola para voltear nuestra canoa o un empujón de su voluminoso cuerpo para hacernos zozobrar irremediablemente.
Nuestros mudos espectadores se quedaron mirando la inmensidad del lago aguardando algo que no sabrían explicar que era, cuando nos vieron aparecer lentamente entre la guama, deslizándonos al impulso del único remo que nos quedaba, como cuatros espectros recién resucitados de entre los muertos.
Cerca del medio día, liamos nuestros bártulos y nos despedimos agradecidos a estos humildes moradores por sus atenciones, y casi en silencio emprendimos el regreso, el sol caía a plomo sobre nuestras cabezas y las aves y los monos continuaban con sus rutinas cotidianas, todo aparentaba estar igual que cuando transitamos el camino en horas mas tempranas, sin embargo algo había cambiando para siempre en nosotros, Masho queriendo romper el ominoso silencio con el que caminábamos, tan ajenos a la conducta bulliciosa apropiada de nuestra edad, mirándome dijo. oye.... a ti te ha cutipado el Manchari...... despierta pues......., en otra oportunidad algo le hubiese retrucado, pues nunca fui de los que se quedaban callados, pero sin embargo permanecí en silencio, mientras Toñico le decía..............cállate Zonzo....

La verdad es que como si hubiésemos hecho un pacto de silencio, nunca, nunca. Más. Volvimos a ocuparnos del tema, como si quisiésemos borrarlo totalmente de nuestras vidas, como si hubiese sido un mal sueño que no valía la pena recordar, queríamos cubrirlo con una loza granítica de silencio y olvido para sepultarlo para siempre, incluso los moradores de paca cocha que fueron testigos del hecho, no se lo comentaron nadie que no fuese del lugar, tal vez entre ellos al abrigo de la lumbre lo narraban en el pequeño circulo de sus familias y vecinos, mientras miraban con respeto al lago.

Pasó el tiempo, y me marche a estudiar muy lejos de Pucallpa y de Paca Cocha, cuando al cabo de varios años regresé, un día me encontré con Sheshin, menos rubio mas pecoso y mas grueso, y así como quien no quiere la cosa, le pregunté...... y .....has vuelto a paca cocha ?? , Sus ojos claros se entrecerraron como heridos por la luz de un recuerdo, y con una mueca que quería ser sonrisa me dijo....... Como?---- no te has enterado....??? ......se secó..... parece que alguien espantó a su madre; Nos dimos la mano y con una culpabilidad cómplice en nuestros corazones nos despedimos, después de todo ninguno de nosotros quería sentirse culpable de la desaparición de este hermoso lago.

De nada habrían servido las sesudas explicaciones de los especialistas en hidrografía y demás ciencias conexas, nunca nadie nos haría cambiar de opinión, definitivamente el lago se había secado porque su madre lo abandonó.... lo demás son cojudeces.

Mercaderas: Bolsas de mercado, usualmente tejidas con vegetales
Mijanadas: Cardúmenes
Pañas: Pirañas
Carachamas: Pez pelágico de aspecto feo, escamas amplias, de textura cartilaginosa, carne blanca muy agradable
Bufeos: Delfín de ríos y lagos amazónicos
Ayahuasca: Literalmente soga de muerto, planta trepadora, alucinógena que usan los brujos Vegetalistas para sus ritos mágicos religiosos
Guama: pequeña planta flotante de hojas carnosas, suaves al tacto, de bello diseño, que crece en los lagos cerca de sus orillas, siendo tan numerosas que unas contra otras flotan como una alfombra verde gigante

Pates: recipientes confeccionados usando la media cáscara de un fruto redondo, grande, como un balón de fooball (del árbol del Huingo) dejado secar y vaciado de su contenido, su empleo era popular como recipiente para agua, alimentos, cereales, etc.
Tangana : Vara larga que se empleaba para impulsar las canoas en zonas bajas, donde tenían la ventaja sobre los remos, del escaso ruido que producían, no alejando a los peces, permitiendo un desplazamiento más silencioso
Caimitos: Dulce fruto tropical, rico en mucílagos y una sustancia pegajosa resinosa, que se adhiere a los labios a manera de pegamento, dificultando él entreabrirlos
Pococha: burbuja

Trapiche: Molino rústico de caña de azúcar, accionado por la fuerza de un caballo o varios hombres
Cutipado: Contagiado en el dialecto de los nativos
Manchari: miedo, susto en el mismo dialecto
Zonzo: Atontado

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