martes, 6 de enero de 2009

LA NOCHE DE SAN JUAN

QUIEREME CUANDO MENOS ME LO MEREZCA PORQUE SERA CUANDO MAS LO NECESITE

A una entrañable vecina.......como la que todos soñamos con tener.

L
a primera vez que la vi, a mis tiernos 10 o 11 años, fue una calurosa tarde de estío, sus padres vivían en la parte posterior de mi casa, de la que solo la separaba un precario cerco de ripas medio cubierto por las lianas de una exuberante vegetación, recuerdo que unas cantarinas y juveniles risas me llevaron a asomar mi curiosa mirada a través de los espacios que dejaban las ripas y la vegetación, y pude atisbar a dos nínfulas a la vera de un pozo jugando con sus pates llenos de agua, mientras se bañaban exhibiendo su lubrica desnudez, solo cubierta precariamente por unas bragas de blanco algodón, que en su humedad, se ceñían apretadamente a sus carnes como una segunda piel, dibujando estrechos valles y ajustadas cañadas, dejando transparentar sus mórbidas redondeces , ella tendría unos 15 años, de pelo castaño corto, ojos almendrados de un verde mar y unos labios como dos carnosas fresas sobre una piel de delicado color canela , sus pechos turgentes culminaban en dos hermosas y amplias areolas centradas por unos pequeños pezones, imitando a la figura de los volcanes que hasta entonces solo había visto en los fotogramas de algunos almanaques, de esos que regalaban los almacenes y Boticas locales por el mes de Diciembre, y que pendían todo el año en algún lugar destacado de las casas como utilitaria decoración.

Sus muslos rotundos como dos tallos de caoba se juntaban en una hermosa confluencia que por delante abultaba a través de sus bragas , como una suculenta y tentadora fruta, dejando entrever en su transparencia unos ensortijados vellos que empezaban a adornar su feminidad, mientras que por detrás, sus glúteos sólidos como las montañas andinas pugnaban por liberarse de la tela de algodón que los sujetaba, y que se movían al compás de sus lúdicos saltos sacudiéndose espasmódicamente, como se mueve el agua en los pletóricos odres de cuero, un sombreado surco se insinuaba entre ellos, como un sutil sendero que conducía a una fuente de indescriptibles placeres.

El ojo ciego del pozo y mi indiscreta mirada fueron esa tarde testigos del nacimiento de una virilidad que no me era extraña, y una agradable sensación de calor inundó mi cuerpo, compitiendo con la estival temperatura que me rodeaba, ni la sombra que proyectaban los inmensos árboles de mango de nuestras huertas refrescaban mis sensaciones, mientras las dos doncellas ajenas a mi presencia continuaban con sus juegos, enjabonándose deslizando sus manos sobre sus pechos, dejándolas caer sobre sus muslos, e introduciendo las manos en las estrecheces de su íntima prenda, mientras que este testigo, mudo de sorpresa y miedo, apenas respiraba ni se movía para no romper el sortilegio del momento, la espuma jabonosa se deslizaba sobre su piel en bellas e iridiscentes burbujas que acariciaban toda su sensual y núbica anatomía, otorgándole una imagen casi onírica no igualada ni por los bellos desnudos que mostraban también esos mismos calendarios en fotografías menos bucólicas y que para esa época resultaban de un gran atrevimiento, y a las que los menores solo nos atrevíamos a mirar de soslayo y cuando los mayores no estaban presentes La tarde se deslizaba suavemente sobre la copa de los inmensos árboles y se dejaba caer lentamente de rama en rama , descolgando sus sombras, reptando entre las hojas hasta alcanzar el húmedo suelo, mientras la niña mujer secaba sus cabellos meciéndolos al viento y su risa repicaba cristalinamente rebotando entre el follaje, mientras todo mi cuerpo se estremecía presa de una súbita malaria hormonal.
Este mágico momento lo rompió la voz de mi madre, llamándome para la merienda, su voz sobresaltó a las bellas bañistas y dirigieron su mirada en mi dirección, sin embargo no pudieron percatarse de mi presencia, pero el hechizo del momento se había quebrado al igual que las pompas de jabón que las cubrían, estallando en microscópicas gotas de rocío.

A regañadientes y quedamente me tuve que retirar hacia la cocina de la casa, sin embargo las imágenes que había tenido el privilegio de contemplar las recreaba una y otra vez en mi memoria, mientras cerrando los ojos intentaba verlas como en la pantalla de el cine Pucallpa, al que frecuentaba.

Esa noche y muchas mas, en mi lecho, al abrigo de mi mosquitero y en la profunda oscuridad de la noche volvía a mi esa cálida sensación que me había inundado esa cercana tarde, y obsesivamente intentaba una y otra vez recrear lo vivido mientras mis manos se deslizaban entre mis genitales haciendo brotar inéditas turgencias y sensaciones.

Por el día pasaba una y otra vez por la puerta de su casa , donde su padre oficiaba de peluquero, y pintor de brocha fina, un hombre delgado de fino bigote, y de rostro y contextura ajenas a la belleza de la hija que había procreado, y solía verla escoba en mano barriendo los cabellos de los usuarios del servicio , o a través del marco de la ventana de su modesta sala , a un costado de la peluquería paterna, con sus bellos ojos mirando hacia la calle, y que en mas de una ocasión sonrieron a mi paso mientras intercambiaba comentarios con su compañía de esa tarde, la que luego me enteré era su hermana; La primera idea que se me ocurrió para permanecer mas cerca de ella fue el solicitar a mi padre un imperioso corte de cabello, pero este no me crecía con la rapidez suficiente como para satisfacer mis deseos cada día mas urgentes de su proximidad física, por ello la segunda y mas lógica idea, fue la de buscar la amistad de su hermano , un chico casi de mi misma edad, con el que no me fue difícil intimar, y así empezaron mis visitas a su casa, mientras muchas tardes atisbaba esperanzado por entre las ripas, la repetición del sensual y lubrico espectáculo, pero el mismo, para mi gran dolor, no se volvió a repetir, tal vez mas conscientes de su desnudez y vulnerabilidad, ahora se bañaban con la ropa puesta . Pero para mi se había convertido en una obsesión el ver nuevamente su desnudez y cada día mi imaginación la hacia mas bella y deseable, y empezó a crecer en mí con la fuerza de un huracán, el incontrolable deseo de verla cubierta tan sola por la piel con la que la sabia naturaleza la había gratificado.

Muchas tardes visitaba su casa mientras compartía juegos con su hermano, y en los que ella no solía participar, pues imagino me vería como lo que era, tan solo un pequeño huambrillo, separado de ella por la enorme brecha de la diferencia de edad, mientras yo aun no me desprendía de los pantalones cortos, ella caminaba ya a mujer, con su probable recién estrenada menstruación. Cuando su mirada se cruzaba con la mía, la dicha y la desdicha se daban simultánea cita dentro de mi ser, conviviendo juntas en mi interior, por un lado la felicidad de ser objeto de aunque fuese una precaria atención, y el infortunio de saberme muy lejos de su femenino interés, sin embargo el hecho que ella me viese de ese modo me permitía ser testigo de conductas y licencias que no se hubiese permitido ante los mayores, así la veía sentarse al desgaire frente a mi, entreabriendo sus muslos, dejándome percibir el triángulo blanco de su prenda intima , mientras mi mirada se deslizaba entre ellos reptando como una furtiva serpiente entre sus carnes tratando de congelar el momento para toda una eternidad, y de acariciar con mis pupilas el objeto de mis ansiedades, otras veces se recostaba sobre mi hombro haciéndome cómplice de sus veleidades musicales pues le gustaba cantar, mientras yo le sostenía un pequeño cancionero , sus cabellos rozaban mi rostro y su aliento cálido me envolvía como envuelve la niebla matinal las orillas de Yarina Cocha, introduciéndose entre los renacales y sus insólitas raíces desnudas, atrapándose entre ellas en lánguidos jirones , así quedaba yo absorto y anonadado presa de su sortilegio, y sin el menor deseo de huir de ese encanto, su voz era el canto de sirenas que me embrujaba y su cuerpo la carnada que la naturaleza había puesto a los hombres y que me atraía con similar intensidad a con la que atrae la fatal llama de los mecheros a las pequeñas mariposas nocturnas que morían abrazadas presas de ella, incineradas por su suicida conducta , con un crepitante crujir , cayendo abatidas en su cazoleta , así caía yo abatido a su vera, víctima de sus encantos, ante su indiferencia e ignorando los sentimientos que en mi despertaba, y no porque yo fuese tan buen actor que tan bien los disimulase, pues hasta el perro de la casa conocía que yo bebía los vientos por ella, si no porque se sentía tan distante de mi y mis afanes que mi extraña conducta no la alcanzaba ni inquietaba, pues ella con seguridad tenia similares intereses a los míos, pero por algún joven mucho mayor que yo, y que desvelaba su sueño.
Sin embargo yo tenía un claro propósito y una meta mas firme que las raíces de un shihuahuaco, tenía que verla desnuda, aunque muriese en el intento, por ello analizaba la manera de lograr mi objetivo, y para ello jugaban a mi favor la precariedad de las viviendas, abiertas a la refrescante brisa y las miradas, las paredes de ponas o cañas bravas entrelazadas con lianas de tàmishi presentaban multitud de fisuras entre ellas las que en algunos casos se cubrían con descoloridas hojas de periódicos pegadas sobre ellas al interior, con un engrudo casero que el viento y la humedad desprendían fácilmente, colgando sus esquinas péndulas como amarillentas hojas mustias.
La habitación que fungía de su dormitorio daba por detrás a la huerta, cercana al pozo de mi fugaz dicha, donde se cobijaban algunas aves de corral, yo desde mi precaria atalaya había contemplado muchas noches que tras cenar pasaba a su habitación y veía deslizarse la luz del mechero que la acompañaba , por entre las múltiples rendijas de su pared, las que semejaban unas grietas luminosas que caminaban moviéndose como las teclas de un piano, pulsadas por un ser invisible, mi tarea consistía en saltar mi valla, acercarme sigilosamente a su pared y atisbar el interior, al abrigo de la oscuridad de la noche , escasamente nos separaban unos 18 metros, pero a efectos de distancia hubiera dado lo mismo que el caudaloso Ucayali se interpusiese entre ella y mis no santas intenciones , así de lejos e irrealizable veía yo mi deseo, tan solo de pensar en la osadía de mi atrevimiento, mis flacas piernas temblaban entrechocando mis nudosas rodillas, sin embargo la idea que me atormentaba era un tenaz tábano que volvía repetitivamente a mi, en lo que a mi respecta la suerte estaba echada, tan solo tenía que cruzar el Rubicón de su huerta y mis temores.

La ocasión se presentó un día víspera de la fiesta de San Juan, en que por boca de su hermano me enteré que sus padres saldrían a visitar a unos compadres y no volverían “hasta después de la función de noche” del Cine vecino a nuestros hogares, lo que en buen romance quería decir que tendría carta libre hasta las 12 de la noche.

Aquel día se me hizo mas largo que el tallo de una lupuna , sin embargo al caer la tarde mi ansiedad se iba convirtiendo en temor, y al obscurecer en miedo, sin embargo saque valor de donde aparentemente este no existía, y al caer la noche me instale entre las ripas del cerco , las que se encontraba húmedas por la lluvia que había caído durante la mañana, las hojas de las lianas reflejaban en los espejos de agua que contenían , la luz de la luna que a ratos se filtraba entre las nubes, como ruido de fondo solo escuchaba el canto de las chicharras y los parlamentos de la película que se proyectaba en el Cine contiguo, y que en el silencio de la noche llegaban nítidamente a mis oídos cabalgando la suave y fresca brisa nocturna .

Como esperaba, al terminar la cena escuche el entrechocar de los platos de fierro enlozado mientras los lavaba antes de guardarlos, y luego vi deslizarse la luz del candil de una a otra habitación, de un salto traspuse la valla y mis descalzos pies ( me había quitado el calzado para hacer menos ruido) cayeron sobre los pequeños charcos que había dejado la lluvia, salpicando pequeños chorros laterales , y con pequeños saltos atravesé un camino que conocía de memoria, pues en mi imaginación lo había recorrido miles de veces , tuve que cerrar fuertemente los labios y apretar las mandíbulas para evitar que el corazón se me escapase de entre ellos, con brincos laterales esquivaba los charcos mas profundos mientras sentía a los dedos de mis pies hundirse en el suave y tibio lodo, rápidamente me encontré pegado a las ponas de su habitación, mientras mis sienes latían desacompasadamente al ritmo galopante de los latidos de mi corazón, los que en mi pánico temía fuesen escuchados del otro lado, pero el silencio solo quebrado por los diálogos de la pantalla cinematográfica me envolvía de manera cómplice. Transcurrieron unos minutos y su habitación permanecía completamente obscura y aun escuchaba algunas voces en el interior de la casa, sin embargo no transcurrió mucho tiempo antes que por entre las rendijas viese avanzar la luz del mechero y detrás estaba ella, con el rostro iluminado por su rojizo resplandor, sus ojos semejaban dos esmeraldas verdes que refulgían como dos diamantes colgados de sus cejas, el contorno de sus labios destacaba dibujando sensuales curvas, lo colocó en una esquina de la habitación, sobre una improvisada repisa, y se sentó en el borde se su lecho, mientras retiraba a un costado los pliegues del mosquitero, el que pendía del techo sujeto por una cuerda, elevándose cónicamente y perdiéndose en la oscuridad, todo envuelto en un misterioso claro obscuro que prestaba al momento un ambiente especial, con un movimiento felino se puso de pie y se quito el vestido, dejando al descubierto su firme y plano vientre, mientras que tan solo cubría su cuerpo , un sujetador de confección casera del que pugnaban por escaparse sus turgentes y trémulos senos, en la parte de abajo tenía una blanca enagua de percal en la que las sombras destacaban sus múltiples dobleces, la frente empezaba a dolerme por la forma con la que me apretaba a las ponas intentando fundirme a ellas, y el calor de mi respiración formaba un tenue vapor frente a mis ojos, ella ajena a todo esto colocó sus manos a la espalda y con un rápido movimiento se desabrochó el sostén, el que cayó lánguido a sus pies, como paloma abatida en pleno vuelo, mientras sus senos brillaron con luz propia , como dos soles , redondos , desafiando en su solidez a todas las leyes gravitacionales, las areolas semejaban dos cúpulas centradas por unos pezones casi planos, como unos botones sonrosados que apuntaban hacia arriba, como buscando en el techo un resquicio por el cual volar al cielo del que con seguridad habían bajado ,
Sus pechos subían y bajaban acompasadamente al ritmo de su respiración como tomando impulso para un imaginario vuelo , entonces empezó a tararear quedamente una canción mientras que con un peine se arreglaba el cabello frente a un inexistente espejo, la belleza de su rostro poseía una sensualidad que empezaba a martirizar mis sentidos, sus ojos eran dos luciérnagas en las que la luz del candil bailoteaba, sus carnosos labios se movían articulando su tonadilla, y entre ellos relucían las perlas de sus dientes, ni antes, ni nunca después, he podido contemplar la belleza femenina en todo su esplendor como esa noche, ni las mas hermosas fotografías o los desnudos artísticos que he admirado a lo largo del ancho mundo que he recorrido, me han brindado similar espectáculo, pese a que mi visión obligatoriamente monocular me hacia perder la perspectiva tridimensional a la que estamos habituados ; Con coquetos movimientos terminó de alisarse el cabello y coloco ambas manos a los costados de sus redondas y voluptuosas caderas y con lúbricos movimientos laterales de sus nalgas, deslizo las enaguas hasta sus pies, dejando al descubierto súbitamente sus desnudos glúteos, y al perfilar su figura sus rizados vellos púbicos asomaron debajo de su vientre con llamaradas rojizas de luz, poco falto para que yo cayese de espaldas ante la naturaleza del inesperado y súbito espectáculo, la saliva se me congeló en la garganta mientras un hilo de saliva comenzó a deslizárseme de la comisura bucal ; Totalmente desnuda era una espigada Afrodita surgida del Olimpo Divino, su espalda terminaba en una profunda curvatura que proyectaba a sus hermosas nalgas hacia atrás, hendiendo la oscuridad de la noche como la popa de un navío, perdiéndose en las sombras, mientras sus pechos avanzaban desafiantes, sus torneados muslos eran las columnas que sostenían ese portento de mujer, por un momento diome la espalda y se inclino a acomodar las cubiertas de su lecho, y ofreció a mi vista de manera rotunda la hermosura esférica y firme de sus nalgas, y el valle que las separaba, como una suculenta manzana hendida en el medio, toda su piel tenia un brillo y una tersura indescriptible, ignorante del espectáculo que espontáneamente me estaba brindando, moviase de un lado a otro, abanicando con sus nalgas mi mirada, con mas belleza y gracia que la posee un Pavo Real al mover la cola , la hendidura de sus glúteos se prolongaba entre sus muslos, y allí asomaban unos labios que yo desconocía, carnosos y brillantes, golpeo su lecho acomodando el colchón, y el movimiento repercutió en todo su cuerpo como un pequeño temblor espasmódico, pero que en el mío alcanzo consecuencias de terremoto cataclísmico, las piernas me temblaban entre acalambradas y nerviosas, y oleadas de calor empezaron a azotar mis sentidos, una tras otra, cada vez mas intensas y cálidas , hasta alcanzar una explosión de sensaciones que nubló momentáneamente mis sentidos mientras mis muslos se apretaban espasmódicamente y yo creía haber caído en un vórtice de fuego , mientras alcanzaba el cielo con todas las células nerviosas de mi cuerpo , todo duró tan solo unos segundos, pero en ellos pude atisbar un paraíso que había conocido solo de oídas, pero de cuya existencia a partir de ese instante ya no me quedaba la menor duda .

Mientras mi respiración recobraba su ritmo normal, ella se dio la vuelta y se sentó nuevamente en el borde de la cama, desde el centro de su abdomen, el ojo achinado de su ombligo parecía burlarse de mi, exhibiendo mas abajo el triángulo de su pubis mostrándolo generosamente a mi mirada , la mata de sedosos vellos que lo cubría escondía púdicamente sus genitales , mientras ella deslizaba su cabeza entre los pliegues de un amplió camisón de dormir, se puso nuevamente de pie, y la tela quedo ingrávidamente suspendida por breves instante en sus turgentes senos , para caer luego lentamente, como el telón de un teatro, sobre su vientre, su rizado monte de Venus y la placentera grieta que se insinuaba debajo, señalando el final de la nocturna función, pero yo me resistía a levantarme de la privilegiada butaca que hasta ese momento había ocupado.

La mortecina y débil luz del candil continuaba temblando trémulamente desde el rincón donde había sido depositado, mientras el alma me volvía al cuerpo de donde había fugado hacia regiones que aún ignoro , Tuve tiempo aún de contemplar cuando se introducía en su lecho y cerraba las cortinas de su mosquitero, quedando la habitación con una imagen de desolación y orfandad vacía de su presencia , un perfume a selva inundó mis fosas nasales y empecé a incorporarme quedamente, pero la posición que había mantenido inmóvil por no se cuanto tiempo había agarrotado mis piernas las que las sentía como de madera balsa, y sin quererlo rodé sobre un charco de agua, con un sonoro chassss.... que debió despertar hasta un muerto si lo hubiese habido, el ruido de mi caída despertó otros ruidos dentro de la casa, y escuche varias voces, entre ellas las de mi amigo que llamaba a su hermana, otros candiles se sumaron al suyo, pero afortunadamente nadie salió a averiguar el motivo del ruido, lo que me dio tiempo a recuperarme y salir como alma que lleva el diablo, mientras la lluvia empezaba a caer nuevamente y los relámpagos se descolgaban de unas inexistentes ramas desde las profundidades del cielo nocturno, con sus fogonazos de luz, iluminando fugazmente mi silueta mientras trepaba como un rayo el cerco, y volvía a la seguridad de mi hogar.
Esa noche libre ya del tábano que me había incordiado durante semanas o tal vez meses, dormí a pierna suelta, el ruido de la lluvia sobre la chapa metálica del techo me arrullaba, y los truenos semejaban el rugir de los otorongos en la profundidad de la jungla, en casa no habían reparado de mi aventura, la lluvia que cayó sobre mi cuerpo mientras volvía lavó el barro de mi caída, y la ropa mojada me las ingenié para esconderla.

Al día siguiente fiesta de San Juan, no visité a mi amigo pues temía que leyeran en mi mente lo acaecido la noche anterior, pero mi hermana si fue como solía hacerlo, a jugar con ellos, a media mañana regreso portando una increíble historia, le habían contado que la noche anterior el Chuya Chaqui había visitado a nuestros vecinos, aprovechando que no estaban sus padres , y por ser la víspera de la fiesta de San Juan , y ellos por entre las rendijas de su casa lo habían visto saltando en su huerta , con su diminuta figura a la luz de los relámpagos nocturnos, y que con una agilidad indescriptible de un solo salto había transpuesto la valla que los separaba de nuestra casa, la que tendría unos dos metros de altura, y que esa mañana , desdibujados por la lluvia se podían aun apreciar en el lodo , las huellas de sus pequeños pies descalzos, separadas una de la otra por mas de un metro, y que ciertamente se dirigían a nuestra huerta, donde se le perdía el rastro, y que ella las había podido ver, incluso algunas vecinas curiosas hicieron acto de presencia para ver las misteriosas huellas, mientras se santiguaban repetidamente, y mencionaban el nombre de Jesús con inusual devoción, y que yo sepa, el tema dio motivo a comentarios por un buen tiempo, mientras yo, satisfecho en mi curiosidad, aun sonrío cuando recuerdo este incidente.

RIPAS: Listones de desechos del aserrio de la madera que su empleaban para cercar las huertas
CHUYA CHAQUI : pequeño duende selvático de la mitología amazónica
PATES recipientes vegetales empleados como recipientes, en forma de cazos
PONAS Corteza del tronco del árbol de chonta, de gran dureza, que se empleaba para confeccionar las paredes de las casas
HUAMBRILLO: pequeño, referido a los varones
RENACALES. Múltiples árboles de Renaco, planta que crece a la orilla de los ríos y lagos, con raíces aéreas de complicadas formas
SHIHUAHUACO: Sólido y majestuoso tronco del bosque tropical
LUPUNA; enhiesto y elevado árbol que supera los 40 metros
TAMISHI Liana vegetal que se usa en reemplazo de la soga trenzada, con fines similares

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