martes, 6 de enero de 2009

LA ESCUELA 1230

A Don Lorenzo Bardales, Q.E.P.D. MAESTRO,......... así con mayúsculas.
Porque después de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Vive de lo que tiene sepultado
(Fco. Luís Bernárdez)

L
a 1230, tenía nombre de Locomotora Ferroviaria, pero así se estilaba, numerar las escuelas Estatales; Corría el año 52, un poco mas de la mitad del siglo , y por una de esas decisiones familiares nunca explicadas y jamás comprendidas , deje mi Internado en el Santa Rosa de Lima de Chosica y me llevaron a cursar el 5to de primaria a Pucallpa, quedaron así atrás cuatro años junto a los sacerdotes Agustinos, sin embargo en honor a la verdad eso colmaba mi felicidad y ansias de libertad infantil, Los veranos de vacaciones que no pasaba en la playa de La Punta o Chorrillos donde teníamos casa, los pasaba al lado de mi familia en Pucallpa, dejaba en Lima el protocolo en el vestido y las formas y era libre como las aves del cielo, sin ¡cuidado con los carros, ¡ ¡ cuidado con el tranvía¡ o no salgas a la Calle, Pucallpa para un niño de mi edad, era lo más cercano al Paraíso, con sus días llenos de sol, su cielo nocturno alfombrado de rutilantes estrellas, su río de color arcilloso, sus lagos de tranquilas aguas, su perfume a monte, a tierra, a vida y esa sensación de libertad difícil de definir pero que llena nuestro espíritu. , Los paseos vespertinos al lado de mi padre por los estrechos senderos entre las chacras, ya sea a pie o en bicicleta, las tranquilas tardes de pesca en la quebrada de Manantay o en la laguna de Paca cocha ( hoy solo existe en nuestro recuerdo pues desapareció como tantas otras cosas) o los días de cacería por las chacras de la carretera, las visitas a los hospitalarios amigos paternos, en cuyos huertos siempre había algún árbol colmado de algún tipo de fruta , suculentos racimos de amarillos plátanos, coloridos Marañones, jugosas mandarinas, deliciosas piñas, ácidas y secas guayabas, dulces mangos o tiernas guabas, las que atraían nuestra inmediata atención, y nunca faltaba un joven de nuestra edad que nos acompañaba gustoso a tomar de esa vitrina natural la fruta de nuestro agrado.
El con su casco colonial Ingles muy de moda en esa época, la escopeta terciada a la espalda, su rostro afable, radiante de sol , sus ojos verdes color olivo y su metro ochentaitantos , todo un personaje que despertaba el aprecio y saludo de los moradores de Pucallpa, y yo a su lado orgulloso de llevar su sangre y contar con su cariño y protección, si quisiera cuantificar en un valor lo que eso significaba para mi, ni juntando todas las monedas acuñadas desde la época de lo Fenicios, habría lo suficiente para pagarlo.

Una mañana de marzo se nos comunicó que ese año escolar lo cursaríamos en Pucallpa, y marzo se convirtió en Diciembre, mejor regalo no podrían habernos otorgado a mi hermana y a mi, y así me llevaron a matricularme a la 1230, lo primero que me extrañó fue el que la denominaran con un número, pues mis oídos
Capitalinos estaban acostumbrados a los nombres, hasta entonces nunca había escuchado de ninguna que se denominase numéricamente.

La Escuela quedaba a varias calles de mi casa a decir verdad bastante lejos para mis cortas piernas , sin embargo contaba con una bicicleta , que en esa época era el vehículo de desplazamiento de casi todos los moradores, tanto así que el Municipio instituyo el uso obligatorio de placas de rodaje , como una manera de recaudar fondos, su marca era Monarch, de sólido acero, unas magníficas llantas que nunca supieron de pinchaduras, y con una peculiar y eficiente manera de frenar , a contrapedal, la cual no he visto actualmente.

La 1230 se hallaba ubicada si mal no recuerdo en lo que ahora es el jirón Sucre, a espalda de la Escuela de Mujeres de las Madres Franciscanas y separados por un monte cuasi virgen entre ambos, de por lo menos una hectárea de dimensión , su construcción era de paredes de pona sujetas con clavos , con espacios entre ellas por las que se filtraba el aire y la lluvia cuando esta era con viento , su techo de hojas de palmera descansaba sobre gruesos troncos de Huacapú, asegurados con lianas de tàmishi, su piso de tierra dura y lisa de tanto que se había barrido , con unas carpetas de madera con los tableros manchados por tinta de diferentes colores, la que se empleaban entonces para escribir, una gran pizarra negra al frente y al costado izquierdo una mesa amplia con una silla reservada para el maestro, Básicamente eran dos grandes aulas separadas por un pasillo central; En la parte delantera que daba a la calle existía un patio donde formábamos por las mañanas y al centro un delgado tronco que fungía de asta, con una bandera Peruana flameando al viento, sobre la puerta que daba al pasillo de ingreso existía un gran escudo de latón, que semejaba la caparazón de un gran motelo, en el que se veía el Distintivo Patrio, y el Número de nuestra Escuela, sobre un fondo blanco, la austeridad y modestia eran evidentes por donde se la mirase, sin embargo teníamos un Profesor de Lujo, era como una gema preciosa engarzada en bisutería barata, lo vi por primera vez cuando me matricularon, de constitución sumamente delgada y nervuda, la ropa parecía dibujar su estructura ósea, pómulos salientes y una gran nariz algo desproporcionada para su rostro, el cual evocaba rasgos semíticos, escaso cabello entrecano y una frente amplia, toda su persona irradiaba una distinción y orgullo, que no se condecía con su magro sueldo de maestro primario y su cargo de Director de Escuela en una apartada región de nuestra Patria, apostura mas propia para un gran Director de Liceo capitalino, pulcro en el vestir, pero con una correa gastada por el tiempo y un calzado brillante pero que había conocido tiempos mejores, percibí un poco de resentimiento en su voz al inscribirme, pues iba a ocupar una plaza que presumiblemente era requerida por otro niño con mas necesidades, o quizá lo abrumaba el hecho de tener entre sus alumnos a uno que venía de un colegio de la costa con mucho estatus y quien sabe que pretensiones, o quizá tenía algún ignorado rencor guardado contra mi padre, el cual se desempeñaba como autoridad, en ocasiones Municipal y en otras sub. prefectural, recuerdo que arguyó que ya no tenía carpetas, razón por la cual mi padre le ofreció mandar confeccionar una, amen de otras trabas que no recuerdo, mi padre lo arrinconó poco a poco desbaratando una a una sus objeciones, y esto al parecer lo irritaba mas, yo en mi interior empecé a temer por la animadversión que gratuitamente se me estaba otorgando, y dude si en realidad era tan buena la idea de estudiar en Pucallpa, Finalmente se me matriculó, y a partir de ese día empecé la cuenta regresiva hasta el día del inicio de las clases, con una mezcla de curiosidad y temor.
Y como dice el adagio popular, no existe deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla, así llegó el primer día de abril, y enfundado en un pulcro uniforme de color beige claro (lo llamábamos entonces caqui, por la tela con que se confeccionaba) y cinco cintas azules en las hombreras que identificaban el grado que cursábamos, acudí mas temerosos que emocionado a mi nueva escuela.
Nunca esperé ni recibí un trato diferente al de mis compañeros de aula, y así fue, recuerdo que cada día tenia un rito inamovible, solo alterado por las lluvias, A las 8 a.m. formábamos en el patio, cantábamos el Himno Nacional y se nos pasaba lista, luego ordenadamente ingresábamos al salón y nos manteníamos de pie hasta que hacia lo propio Don Lorenzo, que era la forma con la que nos dirigíamos respetuosamente a El, ocupábamos nuestros pupitres y el empezaba su clase captando mi atención de una forma como no lo habían logrado antes ilustres profesores de Lima, sobria y amenamente desarrollaba sus temas, interrumpido solo por el repique de una broncínea campana de seco y metálico sonido , que marcaba el recreo cada 50 minutos, era un solo profesor para todas las asignaturas, Matemáticas, Historia, Geografía, Castellano, Ciencias Naturales , Iniciación Técnica , Música etc., y en cada asignatura era una persona diferente, nunca he conocido a alguien que cambiase tanto con 10 minutos de intervalo, El sesudo Matemático de la primera hora de la mañana, adusto y racional, la hora siguiente se convertía en el anecdótico profesor de castellano y Literatura, para pasar luego a ser un científico profesor de Ciencias Naturales, que nos describía y ejecutaba experimentos de Botánica o física elemental, o que dejaba en paños menores a algún voluntario para describirnos en clase práctica la Anatomía Humana, o en la siguiente instruirnos en los complicados verbos , sintaxis y pronunciación de la lengua de Shakespeare, pero esto no colmo mi capacidad de sorpresa, pues un día apareció con una mandolina entre las manos y nos brindo la mejor clase magistral de música que he recibido en mi vida, aquel no era un maestro, eran varios maestros confundidos en un solo cuerpo, que de tan delgado planteaba un problema conflictual de espacio, ¿como podían entrar tantas personas en esa estructura corporal de un metro sesentaitantos centímetros y escasos 55 kilos de peso ? Este problema de espacio y compresión molecular ni Einstein lo hubiese descifrado. Si este hombre hubiese ganado por lo que sabía y hacia, dudo que el erario Nacional hubiese alcanzado para satisfacer sus emolumentos.
Nunca lo vi fumar o beber, ignoro si lo hacía o no, otra cosa que nunca le vimos, fue enseñar Educación Física, creo que su dignidad le impedía vestirse en la ligera ropa deportiva, o tal vez le avergonzaba exhibir su precaria anatomía, esto lo delegaba en otra persona, a lo mucho lo aprecié con un silbato en los labios dirigir la gimnasia rítmica o arbitrar un encuentro deportivo.
Recuerdo que su esposa era una afable mujer de aspecto maternal que muy ocasionalmente visitaba la escuela quien sabe por que motivos, y tenía varias hijas, a cual mas hermosa, incluso una de ellas con el tiempo incursiono con éxito en la Televisión capitalina, a ellas por supuesto solo las conocía de vista en ese entonces, pues nunca se asomaron por la escuela, imagino que D. Lorenzo tenía sobrados motivos para evitar su contacto con la mijanada de palomillas que poblábamos su escuela.

Terminé ese año que se me hizo corto, las soleadas mañanas, las calurosas tardes, los inacabables partidos de fooball , los juegos a Tarzan o los Cow Boys, tan de moda en ese entonces quedaron atrás, y marche nuevamente a Lima a continuar mis estudios secundarios y perdí de vista a Don Lorenzo, salvo un mezquino intercambio de saludos ocasional cuando nos cruzábamos en la calle en mis escasos días de vacaciones en Pucallpa, luego marché fuera del país, y traspapele en mi memoria su recuerdo entre mis nuevas preocupaciones Universitarias, sin embargo el seguía ahí, como diría Bécquer “ Del rincón en el ángulo oscuro “ hallabase El, y no me percate hasta muchos años después , en que conversando con un amigo de juventud, que El estaba ahí, presente, respetado por el paso del tiempo, con su figura hierática y una mandolina lustrosa en las manos, contemplándonos con sus ojos diminutos empequeñecidos por su aguileño y magnífico apéndice nasal, coincidimos en rescatarlo del almacén de nuestra memoria, y sentí nostalgia de su presencia, de su voz, de su altivez nunca doblegada, de su sapiencia , Mi amigo me dijo saber donde vivía Don Lorenzo, pues radicaba en Lima, en las afueras, y quedamos en visitarlo, recuerdo que me llevó por uno por esos barrios emergentes, de calles que no conocían el asfalto, con olor a cemento sin fraguar, a ladrillos recién salidos del horno, a un barrio, con casas a medio camino de su edificación, como las muelas cariadas de la boca de un anciano, como muchos de los que existen en la periferia de Lima, en uno de esos barrios populares que ostentan presuntuosos nombres , con ruido de aviones sobrevolándolo por su cercanía al aeropuerto, muy distante de lo que yo hubiera deseado para El, y que con justicia merecía, nos abrió la puerta una de sus hijas (todas en su juventud fueron muy hermosas, como magra retribución del destino por lo poco que le dio la vida ) y momentos después nos recibió , igual de fisonomía como si el tiempo también se hubiese rendido ante su altivez, sin doblegarlo, entero en su lucidez mental, de la que hizo gala relatándonos sus años mozos de maestro en Masisea, del trazado del aeropuerto en ese poblado del que fue uno de los artífices, Donde sin mas teodolito que su vista y sin mas referencias geográficas que unas cañas bravas ejecutaron su trazo, luego de su traslado a Pucallpa, de sus visitas a Yarina Cocha, donde se podía sacar el pescado con solo introducir la mano de lo abundante que era, nos ilustró sobre la llegada de los primeros colonos a Pucallpa, y tantas otras anécdotas que hicieron corto el tiempo de nuestra estadía en su hogar, el hogar de un MAESTRO, austero hasta el límite, pulcro hasta la exageración, donde trascendía su honradez y rectitud, la de un hombre que con seguridad nunca atesoro mayor peculio que sus conocimientos y dedicación a sus alumnos, que administró el escaso presupuesto que le otorgaba el Estado con la cicatería de un avaro, sin emplearlo en su propio beneficio, pese a que con el tiempo ejerció la Dirección de Colegios de mayor alumnado e importancia.
Al marcharme y estrechar por última vez su mano, pues sabía que no lo volvería a ver , le hice saber de mi reconocimiento y gratitud con toda la sinceridad que pude otorgar a mis palabras, no se si las recibió así, sin embargo como tales se los trasmití, recuerdo que la voz se me quebró y un nudo se apelotonó en mi garganta, El pertenecía a un tiempo pasado irrecuperable, pero ya formaba parte de la Historia de Pucallpa, de esa historia no escrita que pergueñando estas líneas quiero rescatar del olvido.

GRACIAS DON LORENZO, EN MI NOMBRE Y EN EL DE TODOS LOS QUE UN DIA NIÑOS PASAMOS POR SUS MANOS EN ESA ESCUELITA DE PONA Y PALMA tan escasa de recursos pero tan llena de conocimientos y calor humano, lo imaginó en el cielo al que habrá accedido por derecho propio, impartiendo docencia como solo Ud. Sabía hacerlo , ante un coro de sorprendidos querubines, y pulsando una mandolina en lugar de un arpa , también se que dirigirá su mirada desde el Olimpo celestial hacia la distante tierra, buscando una precaria edificación de pona con techo de palma, con su bicolor flameando al viento, rodeada del verdor de nuestra selva , con sus queridos alumnos formados marcialmente en su querido patio, esperando ese obligado pase de lista, al cual agradecidos , ahora le respondemos PRESENTE.

Motelo: denominación regional a la tortuga de tierra
Mijanada: término con que se designa en la selva a los cardúmenes de peces que salen de los lagos al crecer el río y se desplazan formando una masa uniforme
Pona: Material de construcción, sumamente duro, extraído descortezando el árbol del mismo nombre, se usaba para paredes y cercos por su resistencia a la podredumbre y solidez. Hoy en día se emplea para confeccionar parquet.
Tàmishi: liana o soga de monte, de extrema resistencia y dúctil cuando húmeda, se usa para atar fardos o sujetar los empalmes de las construcciones típicas de la selva, el cáñamo la ha substituido
Marañones.- Jugosa Fruta tropical, de astringente sabor, y piel suave de brillantes colores, conocida también en Brasil como Cashu

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