Debo confesar que nací a una edad muy temprana.
El Dr. Juan Alfonso Zaplana Ramírez, (Lima set. 1941) polifacético y de mente enciclopedista, fue llevado a Pucallpa a la edad de dos años, y pasó su infancia en ella, estudió en la 1230, El Coronel Portillo, y el Mariscal Castilla, y su secundaria en Lima en el primer Colegio nacional de la República, Nuestra señora de Guadalupe, Cursó sus estudios de Medicina en España, en la Facultad de la Ciudad de Granada, al volver al Perú, retorno a Pucallpa como Capitán de Sanidad del Ejercito Peruano, laboró nueve años, en su tierra añorada, donde goza aun de un prestigio profesional y personal muy bien ganado, y luego ejerció en la Capital, donde radica, pero visita Pucallpa muchas veces al año, y mantiene la propiedad familiar, en el céntrico Jirón Coronel Portillo.
Actualmente es Miembro de los Colegios Médicos de Perú y España, Presidente de la Asociación Médica Hispano Peruana, Miembro de la Asociación Latino Americana de Tórax, miembro de INTERASMA, Sociedad internacional de asma, fue presidente de la afamada Cooperativa de Ahorro y Crédito Jesús Nazareno de Pucallpa, y miembro del consejo de administración del Banco nacional de las Cooperativas, entre otros muchos cargos, Profesor universitario, conferencista reputado, y sobre todo un Profesional íntegro, que disfruta de un aprecio casi universal en su medio profesional y social.
Es Pucallpino por decisión propia, y su amor lo traduce a la grafía, en estas narraciones, que con seguridad serán de su agrado, y que pretenden rescatar la memoria colectiva de los Pucallpinos, y evitar que se pierdan en el olvido muchas de las anécdotas e historias de la Región.
Casi todos los relatos están efectuados en primera persona, envidiable testigo de excepción de una época hermosa.
Son rescatables los modismos locales, palabras llenas de encanto, pegajosas al oído, pero que cada día se emplean menos, y con el tiempo se perderán, por ello de mantenerlas vigentes entra en el propósito de este libro.
Cuando se conversa con el Dr. Zaplana, desearía no dejar de escucharlo sus dichos extraídos de la sapiencia popular, los introduce con Un “mi abuela Decía “, o “mi padre lo decía”, por ello muchas de la introducciones a sus narraciones se retrotraen mucho en el tiempo y nos traen a colación pensamientos o frases históricas que el tiempo no ha podido derrotar.
Ameno narrador, que ve cumplido el propósito largamente acariciado, de verter a la imprenta, lo mucho que atesora, su lectura será ágil y sencilla, y sentiremos a los curvinces del alma, roernos los sentimientos.
23 narraciones que nos saben a poco, que nos dejan con la miel en los labios, pero que con seguridad continuaran.
Tiene ya en etapa final otro Libro, sobre el accidente de aviación que enlutó a Pucallpa, El Accidente de LANSA, testigo de excepción, pues capitaneo el equipo militar a cargo de la operación rescate, esperamos tenerlo en nuestras manos pronto.
Su padre, Pionero del Ucayali, periodista profesional, primer presidente del centro Federado de Periodistas de Pucallpa e insigne poeta y narrador, solo dejó Pucallpa para morir en Lima, el inculcó a sus hijos el amor al terruño y trasmitió genéticamente la vena literaria que hoy adorna a su hijo, y a su nieto, y habrá que esperar a ver que sucede con las generaciones venideras
DEDICATORIA
Mi eterno amor a Mari carmen, esposa y compañera, a mis hijos Juan José, Francisco Javier, José Antonio y Daniel Alfonso, por hacer mi vida grata y sencilla, y sobre todo a Pucallpa, por concederme el inconmensurable gozo de amarla.
AGRADECIMIENTOS
Mi agradecimiento a D. Rafael Zaplana Bernal, mi primo Rafo, periodista profesional, que colaboró eficientemente al parto de este libro.
A todos, todos (y que son muchísimos) los amigos que me alentaron en esta aventura
Literaria.
La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro.
INDICE DEL BOTE DE LA MEMORIA
Prologo
Introducción
Dedicatoria y agradecimientos
1.- Doctor Inhuma Taricuarima, el Dictador de la Tahuampa
2.- El Rincón Andaluz
3.- El Niño José
4.- Luchito el Ciego
5.- Soldadito el Aguador
6.- La escuela 1230
7.- El lago de Paca Cocha y su madre
8.- Sánchez el Ayahuasquero
9.- El terrible crimen de la sra. Barrantes
10.- El Incendio del Año 52
11.- El jirón Concordia
12.- Bélicho el Dentista
13.- Vascones el gallero
14.- Ladico el saxofonista
15.- El Filtro Mágico
16.- La boca de Manantay.
17.- La noche de San Juan
18.- El Ángel del Monte
19.- Juaneco y su combo
20.- Pueblo chico Infierno Grande
21.- El Doctor manteca
22.- La Noche del OVNI
23.- De cuando encerraron un pedazo de sol en una botella de Cristal
Epilogo
El trabajo que nunca se empieza, es el que mas se tarda en terminar
PROLOGO
Por que será que cuando el viento sopla, y la lluvia fecunda a la tierra haciéndola parir todas las semillas que guarda celosa en sus entrañas , vuelven a mi memoria los recuerdos , como una mijanada de peces, cuyas plateadas escamas reflejan los colores del arco iris, multiplicándolos por miles, los que veo con los ojos cerrados, y sus destellos bucilan, saltan y rebotan delante mió , mientras una sonrisa se descuelga sobre mi cara, deslizándose desde una liana de tàmishi, , y con la mano trato inútilmente de alejarlos de mi , y con el monótono golpetear de la lluvia sobre el suelo, montado en los arabescos que dibuja , me transporto a un pasado que me parece a la vez tan lejano que pareciera haber ocurrido en otra época, en el tiempo de nunca jamás, y simultáneamente tan cercano que podría tocarlo con los dedos de mi imaginación y aun escuchar los sonidos que acompañaron a los eventos que los originaron, supongo que es el privilegio de unos pocos escogidos al azar por la Diosa fortuna, con el compromiso de plasmar en blanco y negro, rescatando del olvido, lugares, personajes y sucesos, vinculados a la memoria colectiva de un grupo humano dentro de un espacio geográfico determinado.
Es difícil empezar a separar las historias una de otra, privilegiar unas y desechar otras, convertirme en juez de un abanico de juicios narrativos, castigando a algunas al olvido, y rescatando a otras, sin mas merito que mi libre albedrío, pero al asumir esta placentera responsabilidad (por que negarlo) asumo también el juicio que en cada lector esto despierte.
Recordar es volver a vivir, adagio popular que no por lo trillado deja de ser menos cierto, y si ese recuerdo es agradable, el plasmarlo al papel se convierte en deleite, un disfrute de todos los sentidos, con un gran valor agregado, el otorgado por el tiempo transcurrido, que ha limado las asperezas, olvidado injurias, adornando con los tules de la imaginación los eventos recordados, escondiendo con una gasa lo que hubiera habido de desagradable, molesto o doloroso, la memoria es selectiva, rescata lo bello y olvida o esconde lo feo, y las endorfinas empiezan a fluir como un río desbocado brincando en las cashueras del alma , que nos llena de sensaciones agradables, como las que podrían suscitar las drogas alucinógenas de esa selva mítica que motiva estas narraciones, y así entre las tipishscas de la memoria van surcando los recuerdos desafiando las corrientes del olvido y arribando al puerto del presente
Para aquellos que compartieron estos tiempos pasados, les resultaran familiares estas historias y con seguridad compartirán mis sentimientos, y llenará ese espacio que todos tenemos vació en algún lugar del alma, destinado a alojar nuestros mas gratos recuerdos y vivencias, y quiero trasmitírsela a los mas jóvenes , los que no compartieron el privilegio de ver nacer a un pueblo, que les servirá de ilustración y quizás para adquirir una nueva experiencia, que les ayudará a comprender y valorar a sus mayores , los que con su esfuerzo cotidiano, forjaron esta ciudad, a la que muchos amamos mucho, y cuya posta hoy reciben para continuar laborando en su progreso y engrandecimiento.
Antes que el tiempo nos roa una a una las hojas de los recuerdos como un curvince, pedazo a pedazo, dejándonos huirahumas, picshachos de memorias me apresuro a plasmarlos en este pequeño opúsculo que aspira a ser libro.
Encontramos un tesoro de caserío, lo convertimos día a día en un pueblo y ahora camina a ciudad, el tiempo que pone un límite a todo esfuerzo, nos obliga colgar los guantes de la vida, hoy, mañana o pasado… pero la semilla que germinó se hizo grande en nuestras manos, y esperamos que los que reciben esta herencia la amen y cuiden como lo hicimos nosotros, pues su vida y la de los que los sigan estará vinculada a lo que hagan o dejen de hacer, y si bien los recuerdo puede retrotraernos al pasado, desgraciadamente estos no puede modificarlo, por ello les deseo que al llegar a una edad madura, sus memorias, al igual que las míos, todas sean gratas, y la sonrisa siempre los acompañe, después de todo , en eso y solo en eso estriba la buscada Felicidad, y no necesitan ir muy lejos para encontrarla, pues todos la llevamos dentro, el humano problema, es que siempre la buscamos en los bienes materiales o en otros, o en quiméricos milagros, en utópicos lugares, o falsas deidades.
Empiezo los relatos con alguno de mi padre, D Juan Antonio Zaplana Bellizza, Pionero de la región, publicado en el diario el Comercio de Lima, y como epilogo, incluyo un relato de mi hijo Daniel Alfonso Zaplana Gómez, con el que gano el 2do puesto del concurso de narración “me lo contó el abuelo” convocado por ElectroLima, existe pues una saga familiar que ama a esta selva y le rinde homenaje con la pluma.
Lo bueno y breve dos veces bueno, hasta aquí llega este prologo, diminuta antesala para un inmenso universo de recuerdos y vivencias… que las disfruten.
Pucallpa 15 de Abril del 2008
Introducción
Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esta demasiado oscuro para leer.
Había tardes en que echado sobre los mechones agostados del escaso césped del antiguo campo de fooball, aquel que se encontraba en el jirón San Martín esquina con Atahualpa, mientras aguardaba el regreso de mi aliento , tras uno o varios ardorosos partidos jugados bajo el intenso sol , dejaba transcurrir el tiempo contemplando el desfile de los copos blancos de aborregadas nubes circulando con el telón de fondo del diáfano azul de nuestro firmamento selvático, con los parpados entrecerrados deslumbrado por la intensidad de la luz que el cielo derrochaba a espuertas generosamente sobre todos nosotros, y con las gotas de sudor descolgándose de mi frente, sentía la ingravidez del momento y gozaba de una libertad sin mas límites que el alcance de mis sentidos, entonces que fácil resultaba cerrar los ojos y hundirse en un océano de fantasías, donde cada una de ellas se corporizaba transitando frente a mi, como un hecho real y plausible, el duro suelo se tornaba blando y etéreo, mientras mi cuerpo flotaba al vaivén de las aguas de un imaginario lago de aguas tibias y amigables.
De rato en rato entreabría los ojos para ver como el sol iba cayendo en cámara lenta en el horizonte, perdiéndose primero entre algunas nubes y luego se sumergía entre las elevadas copas de los mangos, a cuyas ramas volvían las aves a pasar la noche al abrigo de sus hojas.
Así era Pucallpa, bucólica y pueblerina, sin mas estridencia que la del paso del viento entre el follaje, o el grito apagado de alguna madre llamando al hijo que jugueteaba en la calle, con sus casa de techo de palma y sus cercos de pona o caña brava, atados con lianas de tàmishi, por donde se filtraba la brisa de la tarde, y su interior era fresco, con sus pisos de tierra, o las elaboradas, sobre pilotes que las separaban del suelo, con sus puertas siempre abiertas, con una silla en su acera, aguardando al familiar o al amigo, invitando siempre a la charla, sus ventanas sin cristales, la verdad que no se conocía de su existencia, a lo sumo una malla metálica para evitar el ingreso de los insectos.
En el Jirón Ucayali a su costado izquierdo, mirando hacia el río, corría una acequia que llevaba las aguas pluviales desde la Base de la FAP ( estaba donde ahora esta el Hotel Sol del oriente, ex turistas) en dirección al río, a su vera crecían yerbajos y malezas, alimentados por la humedad casi perenne que tenia, con un limo verdoso, donde anidaban las ranas y se regodeaban los cerdos, y mas de una culebra había sido encontrada, siempre despedía un olor ofensivo, sin embargo no llegada a molestar pues el abundante sol esterilizaba las miasmas y el viento lo hacia desaparecer rápidamente, en coronel Portillo existían numerosos charcos de lodo, parecían permanentes y aunque no lloviese siempre estaban con agua, presumo que los moradores das casa vecinas arrojaban sus aguas servidas a la calle, total no existía ni agua ni desagüe, y básicamente Portillo eran tres cuadras, La 4, donde estaba el Cine tropical, la 5 (la del medio) y la seis , donde estaba el Cine Pucallpa, y por supuesto, mi casa, Ucayali era otro tanto, y la siete de Junio era la entrada de la carretera, esto era lo que mas se aproximaba a un conjunto urbanizado, el resto eran casas desperdigadas, con amplias huertas, con árboles de marañon, guabas y mangos, algunos plátanos y coconas, así como cerdos, patos y gallinas, con los que se complementaba la dieta familiar, mas allá ya eran huertas mas grandes, chacras y luego el monte, tan cierto era esto que el control policial de salida del pueblo, estaba en la carretera en el kilómetro dos, mas o menos a la altura de la Sáenz peña y 7 de junio, de ahí en adelante, ya era el camino a Lima.
Hago este recuente para hacer entrar al lector en ambiente, para que le sea mas fácil comprender como se desarrollaba la vida de sus moradores, donde todos se conocían, las fiestas comunales nucleaban al pueblo, y los domingos la Iglesia Católica o Evangélica, eran el punto de encuentro, los jóvenes nos veíamos en la única escuela o en el campo de football, o simplemente en nuestras soleadas calles, o los domingos en la tarde en alguno de los dos cines, espectando las seriales que proyectaban por capítulos, y cuyas incidencias eran motivo de comentario y emulación los demás días de la semana, aguardando en suspenso el desenlace de cada capitulo, al final de cuya entrega siempre quedaba un motivo de suspenso, cuanta ingenuidad albergaba nuestros corazones y cuanta simpleza llenaba nuestra vida, como no añorar aquello perdido en un pasado irrepetible, al que solo alcanzamos a llegar con la maquina del tiempo de estas narraciones.
Era una noche cualquiera , cobijada por el murmullo del entrechocar de las hojas de los corpulentos árboles de mango y el canto de miles de Chicharras , una fina lluvia arrastrada por el viento penetraba por entre las rendijas que dejaban las ponas que a manera de paredes cercaban la habitación, comunicando a su interior una agradable frescura, el perfume a tierra mojada llenaba las ventanas nasales, saturándolas e impidiendo percibir otros olores, el piso de ripas irregulares crujía y se cimbraba cuando alguna ráfaga de viento mas intenso mecía la casucha sobre los sólidos pilotes de Huacapú que la separaban del suelo, un candil de kerosén luchaba clandestinamente esgrimiendo su lanza de luz amarillenta contra la oscuridad , en una desigual y de antemano perdida batalla, iluminando con intensidad variable sus cuatro esquinas, por todo mobiliario una rústica cama cubierta por un amplio y percudido mosquitero que pendía de una viga del techo, ocupaba uno de los lados, a su costado una silla de madera servia de mesa de noche , sobre la que descansaba el mechero, a su lado un manoseado libro de hojas amarilleadas por el tiempo y sobadas por el uso con la cubierta desvencijada , proclamando su extenso y dilatado uso, sobre la cama, sentada a horcadas estaba doña Muti, con un cigarro largo y amarronado pendiendo de su labio inferior, del que parecía formar parte consustancialmente, en su extremo brillaba intensamente con un rojo encendido la punta de su mapacho, al que succionaba con fruición hundiendo sus escuálidas mejillas en su huesuda cara, tenía la mirada como un aguajal húmedo y tenebroso, perdida hacia la oscuridad de esa noche que pugnaba por penetrar en la habitación a través de la única ventana y por las múltiples hendijas existentes entre las ponas, ocasionales relámpagos dibujaban temblorosos arabescos arrinconando fugazmente la negrura reinante, y su resplandor fijaba las imágenes, como la luz del Flash de una misteriosa cámara fotográfica , seguida del sordo y apagado bramido de un trueno , que llenaba la habitación como si fuese el rugido de un Otorongo, emitido desde algún recóndito lugar del inhóspito bosque que nos rodeaba.
De vez en cuando la punta del cigarro se tornaba de un rojo mas encendido como el ojo diabólico de un Supay, y era la única señal que evidenciaba que doña Muti estaba viva , mientras unas volutas de blanquecino humo se escapaban por las chimeneas de sus fosas nasales , envolviendo su rostro cetrino, apergaminado y arrugado en una niebla fantasmagórica, las hendiduras de sus ojos se hacían mas estrechas irritadas por el humo, mientras su rostro translucía el intimo deleite que el fumar le producía, igual podían transcurrir unos minutos que unas horas, desde que el eco de la última de sus palabras se había escuchado, yo me encontraba sentado sobre el piso de madera, absorto contemplándola, esperando pacientemente que volviera del trance en que se encontraba, sus ojos parecían hurgar los recuerdos en los recovecos de su memoria, el tiempo no era nada relevante y se escurría lentamente al igual que las gotas de lluvia, entre las hojas secas de Yarina que fungían de techo.
Allí rodeado por el misterio de la selva , aguardaba paciente los relatos que aquella anciana atesoraba y que uno a uno me iba relatando , casi todos vinculados a sus experiencias personales o que le fueron transmitidos de primerìsima mano, por los antiguos y que yo ahora los recuerdo como si hubiesen sucedido ayer, ella al igual que muchos otros, transmitían la historia verbalmente de las sagas selváticas, rescatándolas del olvido, por eso al igual que ellos quiero ahora contarles a Uds., lo que me tocó vivir, en un entonces caserío, llamado Pucallpa, que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en lo que ahora Uds. conocen, y que seguirá creciendo, sepultando su historia, enterrándola con cemento y progreso, hasta que sus moradores olviden sus orígenes, de donde vinieron, quienes fueron y quienes son, convirtiéndose en extraños de su propia tierra, perdiendo las raíces que los sujetan a este suelo que nos cobijó generosamente, y que lo seguirá haciendo con nuestros hijos y nuestros nietos, mientras sepamos conservar los lazos que nos unen a esta tierra colorada.
Todas estas historias son vivencias personales, y en ellas no hay mas ficción que la que pudieran otorgarle los giros literarios que me he permitido como única licencia para no alterar el curso de los acontecimientos.
Cuanto hay de cuento y cuanto de historia?? La verdad se confunde con la fantasía?, donde se encuentra esa sutil frontera entre lo mítico y lo tangible ?
La mente es una incansable factoría de recuerdos, y los va soltando de a pocos, y estos brotan como trozos de topa (madera balsa) impulsados desde la profundidad del lago de la memoria, y hay que irlos hilvanado uno a otro como la Jangada de trozas de madera que bajan por el rió unidas por cables de acero, formando inmensas balsas, para impedir que el caudalosos río del tiempo las aleje de nosotros a ese lugar donde la muyuna (remolino) del olvido las atrapa y sumerge para siempre.
Las alas de la nariz de la anciana Muti se movieron abriéndose y cerrándose, como una mariposa que intenta despegar de su cara y volar a la oscuridad de la noche, llevándose su nariz , que se aplastaba sobre su rostro, como un sapo hualo ( Batracio de gran tamaño, en la amazonía) agazapado y listo para el salto; Sus ojos recobraron el hálito vital que parecía habérsele escapado, sus labios se movieron en una mueca inverosímil, la frágil y alargada ceniza que coronaba su cigarro, se desprendió en pequeños fragmentos que flotaron como grises mariposas arrastradas por el viento, sus sarmentosos dedos jugaban con un pedazo de la tela de su falda como queriendo hacer un rollo delgado con ella, y reanudo la historia que había interrumpido..............
Aguajal: pantano donde crece los árboles de aguaje
Otorongo: Tigre de la amazonia
Mijanada Cantidad de peces que salen por miles de las cochas al crecer los ríos, y que nadan aglutinados, en una manada que en una milagrosa explosión de vida se materializa cíclicamente en todos los ríos de la selva
Ponas: Corteza de una palmera, que se usaba mucho en pisos y paredes
Supay: Diablo
Mapacho: Cigarro confeccionado artesanalmente con hojas de tabaco fuerte secadas y liadas hasta formar un puro
Mechero o Candil: recipiente confeccionado con un tarro vacío de conservas o leche, agujereado por el centro, en su parte superior, por la que se introducía una mecha de algodón, y llenaba de combustible, y que servia de lámpara
Muyuna: Remolino
Yarina: palmera de cuyas hojas de confeccionaba el techo de las casas
Otorongo: Variedad de felino carnívoro americano, corpulento
Curvince: variedad de hormiga, que se alimenta de hojas, y que en una noche pueden dejar en tronco desnudo un antes frondoso árbol
Huairauma: cabeza vacía, hueva, sin contenido, olvidadizo
Picshachos: flácidos, descolgados
Ripas cortezas de madera
Sapo Hualo ( Batracio amazónico)
Huacapú: Tronco de madera dura que se empleaba mucho en construcción nativa
Tipishscas: Atajo entre dos curvas de un curso de agua, (río o quebrada)
Cashueras : cascadas de agua
Surcando: navegando en sentido contrario a la corriente.
NOTA : Ud encontrara una serie de palabras de uso regional, con su interpretación para hacer comprensible la lectura, las consigno por dos motivos, el primero y mas importante, porque el verbo va ligado al hombre, a su forma de interpretar su circunstancia y su entorno, su manera de expresar sus vivencias, su musicalidad es parte de la danza de las palabras con las que el hombre transita por la vida, es la melodía que pone ritmo a nuestro discurrir, sin el verbo no tiene explicación nuestra existencia, es la herramienta principal que permitió nuestro despegue de la escala zoológica primitiva, hasta el lugar que ahora ocupamos. Ya la Biblia lo consiga,… primero fue el Verbo.
El segundo motivo es para rescatarlas del olvido, la selva sin su léxico propio no es la selva verdadera y entrañable, pierde su misterio, su grandeza, su identidad, sin pretender ser un Diccionario de regionalismos, quiero incluir todas aquellas palabras que mi memoria me permita, pues son los náufragos de este Titanic que se hunde, desgarrado por el iceberg de la modernidad.
martes, 6 de enero de 2009
EL DOCTOR HINUMA TARICUARIMA, EL DICTADOR DE LA TAHUAMPA
*Quis custodoiet ipsos custodes
JUAN ANTONIO ZAPLANA BELLIZZA
ESTE CUENTO FUE PUBLICADO EN EL DIARIO EL COMERCIO EN ABRIL DE 1963 Y LO INCLUYO, PUES REFLEJA LA SAGA EN LA QUE FUNDAMENTAMOS NUESTROS RELATOS VINCULADOS A LA TIERRA QUE MI PADRE ME ENSEÑO A AMAR Y POR LA QUE GUARDAMOS EL MEJOR DE NUESTROS SENTIMIENTOS
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l diáfano cielo de una tarde de verano iba agonizando lentamente, la bóveda del infinito comenzaba a descolgar sus inquietas lumbres, las que semejaban faroles multicolores de eternidad...Frágiles plantas de espigas doradas de maíz eran levemente movidas por la acariciante brisa con un murmullo divino, La chacra de propiedad del chejo (tuerto) Cleto Hinuma Taricuarima estaba colmada de sabrosos frutos , comentaba supersticiosas gentes que eran cuidadas por desertadas y desesperadas almas del temido purgatorio las que al decir de ellos, se encontraban comandadas por el escucha Chullachaqui... el hombrecillo con un pie defectuoso , inseparable amigo de las aves de mal agüero. Con las que solía caminar en comparsa los días martes y viernes, cabalgando todos sobre el mal conformado lomo de la fatídica aya mama (la madre de la muerte).
Cleto Hinuma Taricuarima, el que era llamado por sus adeptos “El Dr. Hinuma” hacía gala de haber obtenido su título académico de los espíritus invisibles de la enmarañada jungla amazónica, tenía fama de hacer curaciones prodigiosas, y decía estar dotado de poderes sobrenaturales y de ser capaz de hacer estallar el arco iris, para marcar con sus múltiples colores a sus posibles enemigos....
La anciana Trinidad Pacaya, a quien llamaban sus adictos Dña. Trini era una antigua moradora de Pucallpa, colaboradora inseparable de Pusangueros , tenia los dedos nudosos como los sarmientos de la soga del Ayahuasca con la que se encontraba familiarizada, y a sus inquietas y huesudas manos se le atribuían también mágicas curaciones, no existía hueso roto que no pudiese remendar , invocando la ayuda de sus amigos, los espíritus del monte, conocía del Pandisho, de la suelda con suelda, la que mezclaba con sebo de alguna boa sacrificada a la orilla de la misteriosa Tahuampa en circunstancias de ingerirse a alguna cimarrona gallina; La andariega y quimbosa Trini se había identificado con la comadreja, cuidador saltón y asustadizo, se emparentaba con el nocturno y alharaquiento sapo Hualo, de cuyos grandes ojos no escapaban los enigmas nocturnos de la selva ni los mas recónditos secretos de los cristianos afincados en la zona.
Hinuma Taricuarima , adoptando posturas raras a la orilla de la anchurosa Cocha, espiaba sus contornos llevándose de encuentro al inasible horizonte mientras colocaba su mano derecha a manera de visera a la altura de su angosta chata y ennegrecida frente, esto sucedía todas las tardes antes que empezara a rondar la oscuridad de la noche, escondiendo en el negro túnel de su boca a toda la floresta, y así en el claro obscuro vespertino empezó esa tarde su reclamo con su cascada voz ... Doña Trini......Doña Trini.....Doña Triniiiii.....hazte presente Doña Trini.... aquí tengo una enferma con mal de monte;....Así llamaba a grandes voces a su colaboradora amiga; La vieja de faz cadavérica envuelta por la aún indecisa bruma nocturna que se levantaba de las aguas del lago y que flotaba ingrávida lamiendo los bordes de su canoa , se iba acercando a la orilla dando vueltas y revueltas en su frágil barquichuelo, mientras hundía el remo acompasadamente en el agua, chassss...chassss..chassss... quebrando su espejo de agua y salpicando las cristalinas aguas con burbujas de chispeantes colores, las había del cálido amarillo de la carne del aguaje, otras del brillante morado del Humarí, o con el verde encendido del Caimito, y aún las había negras como la corteza del Ungurahui, todas se alejaban flotando arrastradas por la brisa, enmarcando el sendero recorrido por la popa de la canoa, en un último impulso la quilla hendió la guama que flotaba como una alfombra verde sobre el agua, atracó la proa en el barro negro de la playa, a donde hundió su remo al cual ato a manera de soga a una descomunal y terrible Shushupe como fiel guardiana de su embarcación.
Los frondosos árboles de coposas y floreadas cabelleras perfumaban el ambiente con un aroma embrujador, mientras que las trompetas de los floripondios colgaban péndulas soplando sus cornetas hacia el suelo en inaudibles notas vinculadas a las prácticas de la hechicería y el curanderismo, todo el ambiente invitaba a una noche sin amanecer ,mientras el blanco ojo de la luna aparecía brillando en el cielo, destacando en su negrura , haciendo juego con el rostro tuerto de Hinuma , mientras su luz inundaba de plata el techo de hojas de Yarina de las chozas; Alumbraba su luz , en medio del patio delantero, a una barbacoa de fresca capirona, sobre la que descansaban unas ramas del buscado pyri pyri, el cuerpo de Ruperta Manihuari, a quien con anterioridad le habían suministrado una fuerte dosis de Ayahuasca, yacía con los cabellos desgreñados y desordenados sobre la vinosa madera , y de uno de los cantos de su gruesa boca corría un hilo cristalino de baba que se deslizaba parsimoniosamente buscando la tierra, mientras que sus ojos abiertos parecían mirar una inasible estrella de las muchas que titilaban en el cielo , la acorralada paciente era sahumada y soplada por todos sus conductos por el brujo y su ayudante, empleando el humo del cigarro de un oloroso mapacho confeccionado con tabaco Tarapotino , mientras entonaban inescrutables cánticos y efectuaban danzas macabras, embriagados de masato, de rato en rato la dolida paciente se contraía espasmódicamente y gritaba ! ah, malditos ! ¡por Uds. tengo mi cuerpo tieso como el de una gata muerta ¡ van a ver....suéltenme...suéltenme... y pataleaba furiosamente acometida de una extraña furia, y así entre cánticos y gritos Ruperta Manihuari se iba despidiendo de este mundo en medio de palabras incoherentes y blasfemias irrepetibles. Así , no sin antes dar un prolongado y terrenal suspiro , entregó su alma al Hurcututo , el cual hacia ya rato , sin separar un segundo sus redondos ojos de la barbacoa que albergaba el cuerpo de Ruperta , aguardaba pacientemente asido a una rama de Tapisho , Taricuarima y la Trini culparon de este hecho a la luna ....por estar preñada de un halo de aguas corrompidas que no había vertido a tiempo,,... Un perro enclenque, cubierto de inmundas lacras con la mirada puesta en las alturas aullaba persistentemente dando el postrer adiós a la difunta.... mientras que con una sus garras arañaba sus cuartos traseros rascándose la caracha que lo cubría como una gruesa capa de lodo seco, Doña Trini levantó en alto un pate colmado de masato y lo bebió de un solo tirón sin respirar ni derramar una gota, a la memoria de la muerta, mientras que el octogenario Cleto Hinuma tambaleante caminaba hacia la maleza dibujando su fantasmagórico perfil entre los rayos de luna que se filtraba desde los árboles, con los sentidos embotados por el masato y guiado por su único ojo , mientras escapaban de su vientre innumerables flatos , con ronca y fuerte voz se dirigía a su sombra que pegada a sus talones lo seguía cual un perro fiel , y confundiéndola con el alma de la desdichada Ruperta , no cesaba de repetir “ No me sigas desdichada” “ No me sigas desdichada”
Caracha: afección de la piel, sumamente pruriginosa, que se acompaña de secas costras (sarna, o tiña de piel)
Chullachaqui: duende de la jungla
Aya Mama: madre de la muerte
Pusanga: pócima a la se atribuyen extraños y románticos poderes., Pusanguero el que elabora la pusanga
Masato: bebida alcohólica confeccionada con yuca fermentada
Ayahuasca: planta sarmentosa de efectos alucinógenos
Pandisho: Árbol del fruto llamado árbol del pan.
Suelda con suelda: vegetal al que se le atribuyen propiedades de pegar fracturas.
Tahuampa: aguas empozadas de terrenos inundables, cubiertas de vegetación.
Hualo: especie de batracio de gran tamaño
Cocha: lago
Aguaje, Humarí, Ungurahui: frutos tropicales
Caimito: Fruto tropical, que posee una sustancia resinosa adhesiva, que pega ligeramente los labios al comerla
Shushupe: serpiente venenosa, (Botrox atroz)
Capirona: Árbol de madera dura de color tinto y olor aromático
Mapacho: cigarro confeccionado con hojas de tabaco negro y fuerte
Hurcututo: ave nocturna vinculada la muerte
Tapisho: árbol del Taperibá, (fruta tropical)
Pate: recipiente confeccionado con la corteza del Huicungo, árbol tropical, y que se usa como recipiente.
Topa: madera balsa
* Quien custodia a los custodios (latín)
Esta Narración fue presentada al Concurso de Narración Breve, convocado por el Centro Andaluz del Perú, habiendo obtenido el Primer lugar, siendo por este motivo galardonado su autor, en el centro Español del Perú, el día 28 de Febrero del 2007
A Todos los Andaluces que dejaron su tierra, sus hogares y sus familias, atraídos por esta Tierra Americana, en la que refundaron sus vidas, pero sin olvidar sus raíces.
A Don Vicente Álvarez.
JUAN ANTONIO ZAPLANA BELLIZZA
ESTE CUENTO FUE PUBLICADO EN EL DIARIO EL COMERCIO EN ABRIL DE 1963 Y LO INCLUYO, PUES REFLEJA LA SAGA EN LA QUE FUNDAMENTAMOS NUESTROS RELATOS VINCULADOS A LA TIERRA QUE MI PADRE ME ENSEÑO A AMAR Y POR LA QUE GUARDAMOS EL MEJOR DE NUESTROS SENTIMIENTOS
E
l diáfano cielo de una tarde de verano iba agonizando lentamente, la bóveda del infinito comenzaba a descolgar sus inquietas lumbres, las que semejaban faroles multicolores de eternidad...Frágiles plantas de espigas doradas de maíz eran levemente movidas por la acariciante brisa con un murmullo divino, La chacra de propiedad del chejo (tuerto) Cleto Hinuma Taricuarima estaba colmada de sabrosos frutos , comentaba supersticiosas gentes que eran cuidadas por desertadas y desesperadas almas del temido purgatorio las que al decir de ellos, se encontraban comandadas por el escucha Chullachaqui... el hombrecillo con un pie defectuoso , inseparable amigo de las aves de mal agüero. Con las que solía caminar en comparsa los días martes y viernes, cabalgando todos sobre el mal conformado lomo de la fatídica aya mama (la madre de la muerte).
Cleto Hinuma Taricuarima, el que era llamado por sus adeptos “El Dr. Hinuma” hacía gala de haber obtenido su título académico de los espíritus invisibles de la enmarañada jungla amazónica, tenía fama de hacer curaciones prodigiosas, y decía estar dotado de poderes sobrenaturales y de ser capaz de hacer estallar el arco iris, para marcar con sus múltiples colores a sus posibles enemigos....
La anciana Trinidad Pacaya, a quien llamaban sus adictos Dña. Trini era una antigua moradora de Pucallpa, colaboradora inseparable de Pusangueros , tenia los dedos nudosos como los sarmientos de la soga del Ayahuasca con la que se encontraba familiarizada, y a sus inquietas y huesudas manos se le atribuían también mágicas curaciones, no existía hueso roto que no pudiese remendar , invocando la ayuda de sus amigos, los espíritus del monte, conocía del Pandisho, de la suelda con suelda, la que mezclaba con sebo de alguna boa sacrificada a la orilla de la misteriosa Tahuampa en circunstancias de ingerirse a alguna cimarrona gallina; La andariega y quimbosa Trini se había identificado con la comadreja, cuidador saltón y asustadizo, se emparentaba con el nocturno y alharaquiento sapo Hualo, de cuyos grandes ojos no escapaban los enigmas nocturnos de la selva ni los mas recónditos secretos de los cristianos afincados en la zona.
Hinuma Taricuarima , adoptando posturas raras a la orilla de la anchurosa Cocha, espiaba sus contornos llevándose de encuentro al inasible horizonte mientras colocaba su mano derecha a manera de visera a la altura de su angosta chata y ennegrecida frente, esto sucedía todas las tardes antes que empezara a rondar la oscuridad de la noche, escondiendo en el negro túnel de su boca a toda la floresta, y así en el claro obscuro vespertino empezó esa tarde su reclamo con su cascada voz ... Doña Trini......Doña Trini.....Doña Triniiiii.....hazte presente Doña Trini.... aquí tengo una enferma con mal de monte;....Así llamaba a grandes voces a su colaboradora amiga; La vieja de faz cadavérica envuelta por la aún indecisa bruma nocturna que se levantaba de las aguas del lago y que flotaba ingrávida lamiendo los bordes de su canoa , se iba acercando a la orilla dando vueltas y revueltas en su frágil barquichuelo, mientras hundía el remo acompasadamente en el agua, chassss...chassss..chassss... quebrando su espejo de agua y salpicando las cristalinas aguas con burbujas de chispeantes colores, las había del cálido amarillo de la carne del aguaje, otras del brillante morado del Humarí, o con el verde encendido del Caimito, y aún las había negras como la corteza del Ungurahui, todas se alejaban flotando arrastradas por la brisa, enmarcando el sendero recorrido por la popa de la canoa, en un último impulso la quilla hendió la guama que flotaba como una alfombra verde sobre el agua, atracó la proa en el barro negro de la playa, a donde hundió su remo al cual ato a manera de soga a una descomunal y terrible Shushupe como fiel guardiana de su embarcación.
Los frondosos árboles de coposas y floreadas cabelleras perfumaban el ambiente con un aroma embrujador, mientras que las trompetas de los floripondios colgaban péndulas soplando sus cornetas hacia el suelo en inaudibles notas vinculadas a las prácticas de la hechicería y el curanderismo, todo el ambiente invitaba a una noche sin amanecer ,mientras el blanco ojo de la luna aparecía brillando en el cielo, destacando en su negrura , haciendo juego con el rostro tuerto de Hinuma , mientras su luz inundaba de plata el techo de hojas de Yarina de las chozas; Alumbraba su luz , en medio del patio delantero, a una barbacoa de fresca capirona, sobre la que descansaban unas ramas del buscado pyri pyri, el cuerpo de Ruperta Manihuari, a quien con anterioridad le habían suministrado una fuerte dosis de Ayahuasca, yacía con los cabellos desgreñados y desordenados sobre la vinosa madera , y de uno de los cantos de su gruesa boca corría un hilo cristalino de baba que se deslizaba parsimoniosamente buscando la tierra, mientras que sus ojos abiertos parecían mirar una inasible estrella de las muchas que titilaban en el cielo , la acorralada paciente era sahumada y soplada por todos sus conductos por el brujo y su ayudante, empleando el humo del cigarro de un oloroso mapacho confeccionado con tabaco Tarapotino , mientras entonaban inescrutables cánticos y efectuaban danzas macabras, embriagados de masato, de rato en rato la dolida paciente se contraía espasmódicamente y gritaba ! ah, malditos ! ¡por Uds. tengo mi cuerpo tieso como el de una gata muerta ¡ van a ver....suéltenme...suéltenme... y pataleaba furiosamente acometida de una extraña furia, y así entre cánticos y gritos Ruperta Manihuari se iba despidiendo de este mundo en medio de palabras incoherentes y blasfemias irrepetibles. Así , no sin antes dar un prolongado y terrenal suspiro , entregó su alma al Hurcututo , el cual hacia ya rato , sin separar un segundo sus redondos ojos de la barbacoa que albergaba el cuerpo de Ruperta , aguardaba pacientemente asido a una rama de Tapisho , Taricuarima y la Trini culparon de este hecho a la luna ....por estar preñada de un halo de aguas corrompidas que no había vertido a tiempo,,... Un perro enclenque, cubierto de inmundas lacras con la mirada puesta en las alturas aullaba persistentemente dando el postrer adiós a la difunta.... mientras que con una sus garras arañaba sus cuartos traseros rascándose la caracha que lo cubría como una gruesa capa de lodo seco, Doña Trini levantó en alto un pate colmado de masato y lo bebió de un solo tirón sin respirar ni derramar una gota, a la memoria de la muerta, mientras que el octogenario Cleto Hinuma tambaleante caminaba hacia la maleza dibujando su fantasmagórico perfil entre los rayos de luna que se filtraba desde los árboles, con los sentidos embotados por el masato y guiado por su único ojo , mientras escapaban de su vientre innumerables flatos , con ronca y fuerte voz se dirigía a su sombra que pegada a sus talones lo seguía cual un perro fiel , y confundiéndola con el alma de la desdichada Ruperta , no cesaba de repetir “ No me sigas desdichada” “ No me sigas desdichada”
Caracha: afección de la piel, sumamente pruriginosa, que se acompaña de secas costras (sarna, o tiña de piel)
Chullachaqui: duende de la jungla
Aya Mama: madre de la muerte
Pusanga: pócima a la se atribuyen extraños y románticos poderes., Pusanguero el que elabora la pusanga
Masato: bebida alcohólica confeccionada con yuca fermentada
Ayahuasca: planta sarmentosa de efectos alucinógenos
Pandisho: Árbol del fruto llamado árbol del pan.
Suelda con suelda: vegetal al que se le atribuyen propiedades de pegar fracturas.
Tahuampa: aguas empozadas de terrenos inundables, cubiertas de vegetación.
Hualo: especie de batracio de gran tamaño
Cocha: lago
Aguaje, Humarí, Ungurahui: frutos tropicales
Caimito: Fruto tropical, que posee una sustancia resinosa adhesiva, que pega ligeramente los labios al comerla
Shushupe: serpiente venenosa, (Botrox atroz)
Capirona: Árbol de madera dura de color tinto y olor aromático
Mapacho: cigarro confeccionado con hojas de tabaco negro y fuerte
Hurcututo: ave nocturna vinculada la muerte
Tapisho: árbol del Taperibá, (fruta tropical)
Pate: recipiente confeccionado con la corteza del Huicungo, árbol tropical, y que se usa como recipiente.
Topa: madera balsa
* Quien custodia a los custodios (latín)
Esta Narración fue presentada al Concurso de Narración Breve, convocado por el Centro Andaluz del Perú, habiendo obtenido el Primer lugar, siendo por este motivo galardonado su autor, en el centro Español del Perú, el día 28 de Febrero del 2007
A Todos los Andaluces que dejaron su tierra, sus hogares y sus familias, atraídos por esta Tierra Americana, en la que refundaron sus vidas, pero sin olvidar sus raíces.
A Don Vicente Álvarez.
EL RINCON ANDALUZ
¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Que ha hecho la posteridad por mi?
Era una agradable noche, de aquellas en que en raras ocasiones se dejaba sentir una refrescante brisa que soplaba desde el rió hacia el pueblo, el cielo salpicado de estrellas hacia cortejo a una esplendorosa luna llena, cuya blanca luz rebotaba con reflejos de plata en los techos de zinc de las casas, corría el año de 1959 en Pucallpa, y mi padre me había ofrecido presentarme a un Andaluz, para que me ilustrase sobre esa España a la que pronto viajaría a cursar estudios Universitarios, y yo intrigado y curiosos caminaba a su vera.
El Restaurante “EL Rincón Andaluz”, se encontraba en el Jirón Coronel Portillo, junto al hoy inexistente Cine Tropical, cuyas luces multicolores y la música que salía de sus altavoces, daban vida a ese retazo de calle pueblerina, con un toque de mundana sofisticación; El local hacia honor al origen de este simpático señor, no por su decoración, pues carecía casi totalmente de ella, salvo la lamina multicolor de un almanaque bizqueando en la pared, si no por su presencia, la que daba vida al local, nada mas entrar en su pequeño pero pulcro restaurante, con dos filas de mesas laterales, se lo podía apreciar al fondo, sentado en la última de ellas, recostado contra el muro de la pared, con unas gafas equilibrándose precaramiente en la punta de su regordeta nariz, luchando por no caer, con su escaso cabello entrecano y su rostro hirsuto y rubicundo por el que se deslizaban inagotablemente gruesas gotas de sudor, pese al perezoso girar de las aspas de un ventilador que desde el techo luchaba en una batalla perdida de antemano, contra el calor de la selva.
La camisa entreabierta dejaba su pecho y abdomen al descubierto, con sus abundantes vellos canos asomando rebeldes entre los márgenes de la prenda, la cual con seguridad había conocido épocas mejores, nada mas verlo me pregunte ¿Como habrá venido a parar a Pucallpa este buen señor? pregunta para la que hasta hoy no encuentro adecuada respuesta.
Nada mas presentarnos nos miramos con mutua simpatía, su hablar zezeante y recortado , mas una sonrisa cincelada en su rostro, ayudaron mucho a ello, semejaba un papa Noel extraviado en la jungla amazónica, me dijo que era de Málaga, la tierra de mi abuelo, y me menciono unas playas y barrios de nombres musicalmente exóticos a mis oídos, lugares que atizaron mi fantasía juvenil, nunca me dijo ni se lo pregunte sobre el porque de su venida a hacer la América , pero a su avanzada edad, pues pasaba ya de los 60 años, hablaba de un largo caminar por las calles de la vida, la cual lo había traído evidentemente a mal traer, me presentó a su pareja, una señora de piel cetrina, rellena de carnes, con rasgos nativos, de nombre Dora, según lo supe después, que era la que oficiaba de patrona, cocinera, mesera, y anfitriona, desplegando una energía apropiada a su edad, pues no superaría las tres décadas, una niña cargaba a un bebe de sexo incierto y piel clara , cabello castaño, que dormía placidamente en sus brazos, evidentemente el hijo de ambos.
Que historia podía haber contado esa disímil pareja, el ya mayor, Español, mediterráneo, ella joven, nativa y amazónica, como pudieron conocerse, como juntaron sus necesidades y complementaron sus vidas para salir adelante, preguntas para las que no tengo respuesta, sin embargo allí estaban trabajando juntos unidos por el indestructible lazo de una nueva vida, la eterna copula entre el viejo continente y la joven América.
Conversamos en muchas oportunidades, pues yo siempre buscaba la ocasión de hacerlo, ya que sus narraciones abonaban mi entonces fértil imaginación, y me transportaban imaginariamente a esa hermosa tierra de mar, sol, hermosas mujeres, ferias, y fiestas sin fin, y el haciendo honor a su origen andaluz, era un narrador insuperable, matizando sus recuerdos con la exageración propia de su origen.
Cuando ya estaba próximo mi viaje, me pregunto tímidamente si podía llevar algún recuerdo a sus hermanas a las cuales no veía hacia muchos…pero muchos años, desde que salió de esa Andalucía que llevaba grabada a fuego en la retina de sus ojos color cielo, y que se vidriaban con el recuerdo, mientras la nostalgia los humedecían, al acceder a ello, me entregó un pequeño y rustico paquete y un sobre con una carta, en el que con seguridad había depositado sus afectos.
Nos despedimos con un apretón de manos, el quedó quizás envidiando mi suerte, y yo marché, como quien hace el viaje de Colon, pero a la inversa, iba a descubrir Europa.
A poco de llegar a Málaga, el pequeño paquete me miraba insistente desde el fondo de mi maleta, recordándome del compromiso adquirido, así que decidido a honrarlo, una tarde veraniega, miré la dirección que me había escrito en el sobre, y tome un coche de caballos, de los que solían aparcar frente a la Cafetería “Sol y mar”, en la esquina que hacen la calle Marques de Larios y el Paseo Marítimo, donde solía tomar una Horchata helada, contemplando a las Malagueñas pasear frente al puerto; En esa época aún se conseguía en Málaga este tipo de movilidad, la que competía con los vehículos motorizados con ventaja, al menos en la temporada veraniega, y me hacia mas ilusión montarme en uno de ellos que tomar un prosaico tasi (como le dice los andaluces).
Al cansino trote de la acémila y al va y ven de la calesa, por calles adoquinadas en las que rebotaba una copla en la voz de Antonio Molina, emitida desde un anónimo aparato de radio, llegamos a un modesto grupo de viviendas, doradas por el sol en su superficie encalada y rustica , estas se hallaban un poco en las afueras de esa hermosa ciudad mediterránea, sobre la margen izquierda del casi seco cauce del Guadalmedina, preguntando con la ayuda del cochero por la Familia Álvarez, y con la diligente colaboración de unos vecinos, quienes me miraban intrigados por mi acento al hablar, ubicamos una casa maltratada por los años, con su techo de tejas verdeadas por el tiempo, con un amplio portal de piedra que daba acceso a un patio andaluz, colmado de floridas macetas de geranios multicolores, desde el que al poco tiempo aparecieron un par de mujeres, ambas modestamente vestidas y entradas en años, secando las manos en sus delantales, sustraídas de la colada, y con paso apurado se me acercaron, ambas me miraban entre extrañadas y curiosas, desde el fondo de sus ojos celestes, en los que reconocí los de su hermano, el andaluz amazónico, Evidentemente no estaban preparadas para lo que ivan a escuchar y yo muchísimo menos para lo que iba a espectar, pues al mencionar el nombre de Vicente y referirles que venia del Perú, una de ellas exhalo un grito ahogado , cogiendose los cabellos, …..Mi vicentico…. Mi vicentico,….. y cayo al suelo de rodillas, y juntando las manos como en una plegaria, continuaba repitiendo el nombre querido…vicentico….vicentico…mientras la otra, aparentemente la mayor, rompió en un llanto nervioso, estrujando su raído y húmedo delantal con unas manos temblorosas, marchitas por los años, hipando espasmódicamente, sin poder pronunciar palabra alguna, A todo esto los vecinos me miraban con los ojos como platos, estáticos como unos convidados de piedra, como imagino miraríamos al mensajero del miedo, los niños se aferraban a las prendas de su madres, escondiéndose tras ellas, sin entender lo que sucedía, y otro tanto me acaecía a mi, pues no alcanzaba a comprender que era lo que estaba sucediendo, y hasta volví la cabeza sobre los hombros, esperando ver detrás mió algún ser de apariencia demoníaca, o los fuegos del averno, causantes de este estropicio, pero solo estaba bucólicamente el coche de caballos y el cochero con su abdomen prominente , rascándose con una mano la sien mientras con la otra agitaba su boina frente a su rostro ahuyentando el calor del verano malagueño, El rocín meneaba la cola espantando unas impertinentes moscas y abría sus ollares resoplando cansinamente , y yo era la frontera entre dos mundos totalmente diferentes, imagino que debíamos conformar una estampa surrealista, digna del pincel de Picasso, el Malagueño Universal.
Entregue nerviosamente el diminuto encargo así como la misiva, los cuales me quemaban en las manos, como si el calor del estío se hubiese concentrado en esos pequeños objetos, o tal vez como si todo el fuego de la selva de la que procedían, por arte y magia de algún duende amazónico, o del mítico Chuya chaqui hubiese surgido repentinamente en una explosión de calor, una gota fría se deslizo por mi espalda, y un miedo cerval se apodero de mi ser, temía que al abrir ese diminuto envoltorio se diseminasen bajo el cielo malagueño todos los supay de la amazonia, al igual que en la mítica caja de Pandora, balbucee unas frases de cortesía y con mas susto que vergüenza me subí al coche, y me marche, sintiéndome culpable por el desasosiego afectivo que había causado, ni me volví a mirar lo que dejaba atrás, me ahogaba un sentimiento de culpa, para el que no encontraba el Por que, y cuya solución mas adecuada al menos en ese momento me pareció la de poner tierra de por medio.
El cochero, un malagueño bonachón, desde su elevado pulpito de auriga en el pescante del coche, giro sobre su torso e inclinando la cabeza me miró entrecerrando sus párpados y comento en voz alta…. Oiga uzted señoríto, que les ha dicho a esas pobres mujeres que casi las ha privao del soponcio….,
Le narre breve y atropelladamente lo acontecido, tratando de limpiar mi conciencia con esa confesión…. Y él solo atinó a decir….. Pues parece que Uzted ha resucitao a alguien que daban por muerto…. si señor…. Siiiii señor….
Azuzó al noble rocín y así brincando sobre el empedrado y el sol cayendo en el horizonte, le di vuelta a esta página de mi vida.
Con el paso de los años he meditado acerca de este extraño episodio, y he coincidido con el sabio cochero Malagueño, pues si, para esas mujeres, mencionarles al hermano, fue resucitar violentamente a alguien a quien tenían por muerto, sabe Dios desde hacia ya cuantos años, quizás desde que se marcho mucho tiempo atrás, el hermano querido, y nunca olvidado, su sangre que marcho a América a prodigarse en esta tierra nueva; Póngase Ud. Sufrido lector en el lugar de estas buenas mujeres, y si no le da un infarto, con seguridad es de milagro, sin lugar a dudas cuando el señor distribuyo el tacto y la cautela, yo llegue muy tarde a ese reparto. (Y probablemente también a algunos otros).
Regresé al Perú, volví a Pucallpa , y supe que Don Vicente había cerrado su Restaurante y se había ido a vivir cerca al Lago de Yarina Cocha, cuyo espejo de agua quizás le recordaba su Mediterráneo, pero ya no los volví a ver, no se si con el tiempo volvió a su Málaga Entrañable o su cuerpo revitalizo la tierra Ucayalina, tan solo se de este episodio que seguramente se habrá multiplicado muchas veces, con otros andaluces emigrantes, que dejaron su maravillosa tierra inundada de sol ,con perfume a biznagas y sabor a mar, para entregarse a esta tierra Americana que como menciono José Santos Chocano, el poeta de América, …. Se hizo libre…. Pero no extranjera.
Chuya Chaqui: Mítico duende selvático con un pie deforme, que extravía en la jungla a los que penetran en ella.
Supay: Demonio de mitología andina
Lima 26 de enero 2006
Era una agradable noche, de aquellas en que en raras ocasiones se dejaba sentir una refrescante brisa que soplaba desde el rió hacia el pueblo, el cielo salpicado de estrellas hacia cortejo a una esplendorosa luna llena, cuya blanca luz rebotaba con reflejos de plata en los techos de zinc de las casas, corría el año de 1959 en Pucallpa, y mi padre me había ofrecido presentarme a un Andaluz, para que me ilustrase sobre esa España a la que pronto viajaría a cursar estudios Universitarios, y yo intrigado y curiosos caminaba a su vera.
El Restaurante “EL Rincón Andaluz”, se encontraba en el Jirón Coronel Portillo, junto al hoy inexistente Cine Tropical, cuyas luces multicolores y la música que salía de sus altavoces, daban vida a ese retazo de calle pueblerina, con un toque de mundana sofisticación; El local hacia honor al origen de este simpático señor, no por su decoración, pues carecía casi totalmente de ella, salvo la lamina multicolor de un almanaque bizqueando en la pared, si no por su presencia, la que daba vida al local, nada mas entrar en su pequeño pero pulcro restaurante, con dos filas de mesas laterales, se lo podía apreciar al fondo, sentado en la última de ellas, recostado contra el muro de la pared, con unas gafas equilibrándose precaramiente en la punta de su regordeta nariz, luchando por no caer, con su escaso cabello entrecano y su rostro hirsuto y rubicundo por el que se deslizaban inagotablemente gruesas gotas de sudor, pese al perezoso girar de las aspas de un ventilador que desde el techo luchaba en una batalla perdida de antemano, contra el calor de la selva.
La camisa entreabierta dejaba su pecho y abdomen al descubierto, con sus abundantes vellos canos asomando rebeldes entre los márgenes de la prenda, la cual con seguridad había conocido épocas mejores, nada mas verlo me pregunte ¿Como habrá venido a parar a Pucallpa este buen señor? pregunta para la que hasta hoy no encuentro adecuada respuesta.
Nada mas presentarnos nos miramos con mutua simpatía, su hablar zezeante y recortado , mas una sonrisa cincelada en su rostro, ayudaron mucho a ello, semejaba un papa Noel extraviado en la jungla amazónica, me dijo que era de Málaga, la tierra de mi abuelo, y me menciono unas playas y barrios de nombres musicalmente exóticos a mis oídos, lugares que atizaron mi fantasía juvenil, nunca me dijo ni se lo pregunte sobre el porque de su venida a hacer la América , pero a su avanzada edad, pues pasaba ya de los 60 años, hablaba de un largo caminar por las calles de la vida, la cual lo había traído evidentemente a mal traer, me presentó a su pareja, una señora de piel cetrina, rellena de carnes, con rasgos nativos, de nombre Dora, según lo supe después, que era la que oficiaba de patrona, cocinera, mesera, y anfitriona, desplegando una energía apropiada a su edad, pues no superaría las tres décadas, una niña cargaba a un bebe de sexo incierto y piel clara , cabello castaño, que dormía placidamente en sus brazos, evidentemente el hijo de ambos.
Que historia podía haber contado esa disímil pareja, el ya mayor, Español, mediterráneo, ella joven, nativa y amazónica, como pudieron conocerse, como juntaron sus necesidades y complementaron sus vidas para salir adelante, preguntas para las que no tengo respuesta, sin embargo allí estaban trabajando juntos unidos por el indestructible lazo de una nueva vida, la eterna copula entre el viejo continente y la joven América.
Conversamos en muchas oportunidades, pues yo siempre buscaba la ocasión de hacerlo, ya que sus narraciones abonaban mi entonces fértil imaginación, y me transportaban imaginariamente a esa hermosa tierra de mar, sol, hermosas mujeres, ferias, y fiestas sin fin, y el haciendo honor a su origen andaluz, era un narrador insuperable, matizando sus recuerdos con la exageración propia de su origen.
Cuando ya estaba próximo mi viaje, me pregunto tímidamente si podía llevar algún recuerdo a sus hermanas a las cuales no veía hacia muchos…pero muchos años, desde que salió de esa Andalucía que llevaba grabada a fuego en la retina de sus ojos color cielo, y que se vidriaban con el recuerdo, mientras la nostalgia los humedecían, al acceder a ello, me entregó un pequeño y rustico paquete y un sobre con una carta, en el que con seguridad había depositado sus afectos.
Nos despedimos con un apretón de manos, el quedó quizás envidiando mi suerte, y yo marché, como quien hace el viaje de Colon, pero a la inversa, iba a descubrir Europa.
A poco de llegar a Málaga, el pequeño paquete me miraba insistente desde el fondo de mi maleta, recordándome del compromiso adquirido, así que decidido a honrarlo, una tarde veraniega, miré la dirección que me había escrito en el sobre, y tome un coche de caballos, de los que solían aparcar frente a la Cafetería “Sol y mar”, en la esquina que hacen la calle Marques de Larios y el Paseo Marítimo, donde solía tomar una Horchata helada, contemplando a las Malagueñas pasear frente al puerto; En esa época aún se conseguía en Málaga este tipo de movilidad, la que competía con los vehículos motorizados con ventaja, al menos en la temporada veraniega, y me hacia mas ilusión montarme en uno de ellos que tomar un prosaico tasi (como le dice los andaluces).
Al cansino trote de la acémila y al va y ven de la calesa, por calles adoquinadas en las que rebotaba una copla en la voz de Antonio Molina, emitida desde un anónimo aparato de radio, llegamos a un modesto grupo de viviendas, doradas por el sol en su superficie encalada y rustica , estas se hallaban un poco en las afueras de esa hermosa ciudad mediterránea, sobre la margen izquierda del casi seco cauce del Guadalmedina, preguntando con la ayuda del cochero por la Familia Álvarez, y con la diligente colaboración de unos vecinos, quienes me miraban intrigados por mi acento al hablar, ubicamos una casa maltratada por los años, con su techo de tejas verdeadas por el tiempo, con un amplio portal de piedra que daba acceso a un patio andaluz, colmado de floridas macetas de geranios multicolores, desde el que al poco tiempo aparecieron un par de mujeres, ambas modestamente vestidas y entradas en años, secando las manos en sus delantales, sustraídas de la colada, y con paso apurado se me acercaron, ambas me miraban entre extrañadas y curiosas, desde el fondo de sus ojos celestes, en los que reconocí los de su hermano, el andaluz amazónico, Evidentemente no estaban preparadas para lo que ivan a escuchar y yo muchísimo menos para lo que iba a espectar, pues al mencionar el nombre de Vicente y referirles que venia del Perú, una de ellas exhalo un grito ahogado , cogiendose los cabellos, …..Mi vicentico…. Mi vicentico,….. y cayo al suelo de rodillas, y juntando las manos como en una plegaria, continuaba repitiendo el nombre querido…vicentico….vicentico…mientras la otra, aparentemente la mayor, rompió en un llanto nervioso, estrujando su raído y húmedo delantal con unas manos temblorosas, marchitas por los años, hipando espasmódicamente, sin poder pronunciar palabra alguna, A todo esto los vecinos me miraban con los ojos como platos, estáticos como unos convidados de piedra, como imagino miraríamos al mensajero del miedo, los niños se aferraban a las prendas de su madres, escondiéndose tras ellas, sin entender lo que sucedía, y otro tanto me acaecía a mi, pues no alcanzaba a comprender que era lo que estaba sucediendo, y hasta volví la cabeza sobre los hombros, esperando ver detrás mió algún ser de apariencia demoníaca, o los fuegos del averno, causantes de este estropicio, pero solo estaba bucólicamente el coche de caballos y el cochero con su abdomen prominente , rascándose con una mano la sien mientras con la otra agitaba su boina frente a su rostro ahuyentando el calor del verano malagueño, El rocín meneaba la cola espantando unas impertinentes moscas y abría sus ollares resoplando cansinamente , y yo era la frontera entre dos mundos totalmente diferentes, imagino que debíamos conformar una estampa surrealista, digna del pincel de Picasso, el Malagueño Universal.
Entregue nerviosamente el diminuto encargo así como la misiva, los cuales me quemaban en las manos, como si el calor del estío se hubiese concentrado en esos pequeños objetos, o tal vez como si todo el fuego de la selva de la que procedían, por arte y magia de algún duende amazónico, o del mítico Chuya chaqui hubiese surgido repentinamente en una explosión de calor, una gota fría se deslizo por mi espalda, y un miedo cerval se apodero de mi ser, temía que al abrir ese diminuto envoltorio se diseminasen bajo el cielo malagueño todos los supay de la amazonia, al igual que en la mítica caja de Pandora, balbucee unas frases de cortesía y con mas susto que vergüenza me subí al coche, y me marche, sintiéndome culpable por el desasosiego afectivo que había causado, ni me volví a mirar lo que dejaba atrás, me ahogaba un sentimiento de culpa, para el que no encontraba el Por que, y cuya solución mas adecuada al menos en ese momento me pareció la de poner tierra de por medio.
El cochero, un malagueño bonachón, desde su elevado pulpito de auriga en el pescante del coche, giro sobre su torso e inclinando la cabeza me miró entrecerrando sus párpados y comento en voz alta…. Oiga uzted señoríto, que les ha dicho a esas pobres mujeres que casi las ha privao del soponcio….,
Le narre breve y atropelladamente lo acontecido, tratando de limpiar mi conciencia con esa confesión…. Y él solo atinó a decir….. Pues parece que Uzted ha resucitao a alguien que daban por muerto…. si señor…. Siiiii señor….
Azuzó al noble rocín y así brincando sobre el empedrado y el sol cayendo en el horizonte, le di vuelta a esta página de mi vida.
Con el paso de los años he meditado acerca de este extraño episodio, y he coincidido con el sabio cochero Malagueño, pues si, para esas mujeres, mencionarles al hermano, fue resucitar violentamente a alguien a quien tenían por muerto, sabe Dios desde hacia ya cuantos años, quizás desde que se marcho mucho tiempo atrás, el hermano querido, y nunca olvidado, su sangre que marcho a América a prodigarse en esta tierra nueva; Póngase Ud. Sufrido lector en el lugar de estas buenas mujeres, y si no le da un infarto, con seguridad es de milagro, sin lugar a dudas cuando el señor distribuyo el tacto y la cautela, yo llegue muy tarde a ese reparto. (Y probablemente también a algunos otros).
Regresé al Perú, volví a Pucallpa , y supe que Don Vicente había cerrado su Restaurante y se había ido a vivir cerca al Lago de Yarina Cocha, cuyo espejo de agua quizás le recordaba su Mediterráneo, pero ya no los volví a ver, no se si con el tiempo volvió a su Málaga Entrañable o su cuerpo revitalizo la tierra Ucayalina, tan solo se de este episodio que seguramente se habrá multiplicado muchas veces, con otros andaluces emigrantes, que dejaron su maravillosa tierra inundada de sol ,con perfume a biznagas y sabor a mar, para entregarse a esta tierra Americana que como menciono José Santos Chocano, el poeta de América, …. Se hizo libre…. Pero no extranjera.
Chuya Chaqui: Mítico duende selvático con un pie deforme, que extravía en la jungla a los que penetran en ella.
Supay: Demonio de mitología andina
Lima 26 de enero 2006
EL NIÑO JOSE
Primer puesto en el Concurso de narrativa del CENTRO ANDALUZ DEL PERU 2008, retirado de concurso a solicitud del autor, pues mi hermana había obtenido el primer puesto en poesía, y se creaba una sensación de acaparar preseas familiarmente.
“El hombre se hace viejo muy pronto y sabio muy tarde”
S
i me preguntaseis por su verdadero nombre, si es que ese no lo era, no sabría decíroslo, pero si alguna vez lo tuvo, este se había perdido de la memoria popular, reemplazado por el apelativo de : ....
El Niño José;
Quien no lo halla conocido y escuche esta denominación imaginará a un pequeñuelo de nombre José adornado con otros atributos propios de la infancia, pero si Ud. hubiese vivido en Pucallpa allá por los años 50, entonces acudiría a su memoria una figura muy diferente, totalmente opuesta a la anterior, y es que a todos los que lo conocimos nos evoca sentimientos tiernos, cálidas tardes llenas de luz y colorido, perfume a tierra y a floresta , murmullo de hojas mecidas por el viento, rumor de río, y es que pocas veces un cuerpo tan grande y de aspecto tan hosco, albergó un corazón tan tierno.
JOSE era un negrazo de esos que ya no se fabrican, o es que los ojos de nuestra infancia nos hacían verlo enorme, como contemplaría un habitante de Liliput a Gulliver, con una piel azabache permanentemente cubierta de sudor , con unos ojos redondos , blancos y vivaces , un cabello ensortijado y escaso que cubría precariamente la bola brillante de su cráneo , un vientre abultado que desbordaba por encima de un gastado cinturón de sobado cuero, que en alguna oportunidad fue marrón , en el centro de esta protuberancia abdominal lucia el hoyo de un ombligo dibujado con un compás, que a manera del ojo de un cíclope , parecía mirarnos socarronamente desde la profundidad de un negro pozo, poseía unos labios gruesos vultuosos como fruta madura, que al entreabrirse evocaban un túnel inmenso resguardado de enormes columnas de marfil, que cual las teclas de un piano se alineaban por arriba y por abajo, sus brazos gruesos y musculosos terminaban en unas manos fuertes y toscas que sin embargo sabían acariciar con cariño nuestras cabezas cuando atinábamos acercarnos a el, desafiando nuestros mas íntimos temores.
Nunca supe a que se dedicaba, sin embargo sus hombros hablaban de trabajos duros, y sus anchas espaldas, de ominosas cargas, y su mirar cansino de antiguas derrotas , nunca le conocí pareja alguna, ni familia ni amistades, ni supe de su descendencia , y muy pocas veces escuche su grave y retumbante voz, y supongo que muy pocos se atreverían a tomarle el pelo., atemorizados ante la figura de ese monumento de ébano, conocí de sus escasos altercados, muchos de ellos magnificados por sus ocasionales cronistas, en un Pueblo donde la única recreación eran dos cines y un eventual circo por Fiestas Patrias, donde la fuerza de sus puños imponía un orden natural al discurrir de los eventos.
Solía verlo a cualquier hora del día caminando solo o empujando una carretilla , con unos pantalones raídos por el tiempo y una camisa entreabierta con los botones rendidos a la fuerza de su abdomen, y tan percudida y obscura como su piel, su presencia poco desentonaba del marco que le prestaba nuestro pueblo, con sus senderos de tierra enmarcados por acequias rodeadas de plantas silvestres, tan semejantes en mi imaginación a los pueblos del África de sus antepasados, o quien sabe su tierra natal, creo que nadie se preocupó nunca por saber de donde vino, llegó con la carretera , y simplemente vivió con nosotros sin desentonar un ápice con la naturaleza y las personas que lo rodeaban, se hablaba de su proverbial afición al licor, y su andar macilento y su mirada vacua eran compatibles con este criterio, sin embargo nunca supe de grescas o disturbios originados por su culpa, Todos lo apreciaban y se comentaba de su generosidad y desprendimiento, tan grande como las manos con que la otorgaba, de su inocencia pueblerina y de esa falta de malicia propia de aquellos que no la albergan en sus corazones.
Me contaba mi padre y yo lo rescataba del cofre de mis recuerdo ,que una oportunidad cuando El niño José fungía de ayudante de camión o quizá de pasajero eventual, compartimos con el la odisea que significaba viajar de Lima a Pucallpa, sobre todo en los meses lluviosos de invierno, donde el largo tramo comprendido entre el abra natural que comunica a la sierra con la selva, denominado Boquerón del Padre Abad, y el caserío de Agueitia , llamado las pampas del Sacramento, y denominado con mucha propiedad por la sabiduría popular , como LAS PAMPAS DEL HAMBRE , se convertían en una trampa cenagosa de barro blanco rojizo, en el cual quedaban pegados los camiones, como moscas atrapadas en una grotesca telaraña , esperando pacientemente hasta que el sol volvía a calentar la tierra, secando el barro y permitiendo continuar la marcha, esto duraba siete, 10 , 20 o mas días, porque como diría el abuelo que todos llevamos dentro, “lluvias las de mi tiempo”, donde al agua caía del cielo con balde, y el retumbar de los truenos semejaba el parto del mundo, y donde el látigo luminoso de los rayos convertía fugazmente la noche en día , azotando sin piedad los sufridos lomos de la madre tierra., reduciendo al hombre a su real dimensión de mota de polvo en el concierto del Universo, No existían chacras cercanas donde guarecerse, y entre El Boquerón, el Agueitia y San Alejandro solo había barro y monte, las vituallas pronto desaparecían y si bien el agua sobraba, el yantar escaseaba, y los niños éramos los que mas sufríamos los avatares de estas magníficas experiencias epopèyicas, que si volviese a nacer desearía reeditarlas nuevamente con todos las incomodidades que esto me ocasionase.
En esa oportunidad, cuando el hambre roía nuestras infantiles entrañas, y me arrullaba somnoliento con el repiquetear de la lluvia contra la tierra y los toldos de los camiones, en esas tardes que tenían comienzo pero parecían no tener fin, entre los fuertes y juveniles brazos de mi Padre, vi aparecer a El Niño José, ese negrazo cariñoso e infantil, mordiendo un blanco y tierno choclo cuyos granos se confundían con su nívea dentadura, acercándose cansinamente al grupo donde nos encontrábamos, ajeno a la lluvia que se escurría por su inmenso cuerpo , el cual detuvo su caminar al ver la expresión que las manos del hambre habían dibujado en mi rostro de niño, y se sacó de sus labios esa mazorca de maíz a medio consumir que sabe Dios donde y con que esfuerzos había obtenido, y se la ofreció a mi padre cual una gema preciosa engarzada entre los dedos de su amplia mano, depositándola en la de el, diciendo tan solo .... para el niño,.... y volviendo sus amplias espaldas se marcho, sin aguardar una palabra de agradecimiento, como si tuviese vergüenza de ofrecer tan poco, pero que en ese momento y circunstancias era muchísimo , lo vi perderse entre los demás camiones que compartían nuestro ocasional destino , empapado por las gruesas gotas de lluvia que resbalaban acariciando su piel, la cual me pareció brillar con la luminosidad que en mi imaginación atribuía a los ángeles del cielo. Y esa tarde gris se iluminó con su gesto de desprendimiento, y hoy muchos, pero muchos años después cierro los ojos y me parece estar contemplándolo como quien mira una fotografía antigua coloreada por la patina sepia del tiempo. Y creo percibir los brazos cálidos de mi padre rodeando mi debilidad infantil, ofreciéndome esa simbólica mazorca de maíz que resume la grandeza de nuestra frágil pero incomparable humanidad.
NIÑO JOSE nunca envejeciste en nuestro recuerdo, te conocimos como un adulto que supo conservar la candidez de un niño, viviste como tal, y supongo que así te habrás marchado de este mundo, pues no tuve la suerte de estar en Pucallpa cuando esto sucedió, me enteré por mi padre que te fuiste como llegaste, en silencio, con la delicadeza propia de tu personalidad, quizá una cruel cirrosis te llevo a los cotos de caza de tus antepasados, supe que la solidaridad que despertarte en todos los que te conocieron generó una colecta para tu tratamiento médico , ignoro el resto del final de Tu particular historia ,pero te imagino subiendo al cielo cabalgando sobre un brioso relámpago, de nube en nube, con la misma vestimenta que siempre te conocí, con los pies descalzos y con una sonrisa que te tomaba toda la cara, con tus ojos de mirada inocente contemplando sorprendidos los senderos de la otra vida, y llevando por toda vitualla en este Tu último recorrido, acunando entre tus amplias manos un choclo a medio consumir, como tu valioso pasaporte para ingresar al cielo, el mismo que con generosidad un día brindaste a un niño famélico, en una carretera de nuestra querida selva, en unos años que nos parecen inverosímiles pero que jamás se borraran de nuestros corazones., y estoy seguro que con esa mazorca abrirías las amplias puertas del cielo , donde otro niño saciaría su hambre con ese fruto de tu inconmensurable generosidad.
NIÑO JOSE Tu eres parte de Pucallpa, y aunque tu nombre no figure en ningún libro de historia, ni tu busto adorne nuestras calles, los que te conocimos no podremos olvidarte, eres tan Pucallpino como la tierra colorada, que acuno tus pasos, como las palmeras que llenaron tus ojos, como los mangos que adornaban el Jirón Coronel Portillo, como nuestro río y nuestro sol, y modestamente quiero rescatarte del olvido como un homenaje a ti y a todos esos hombres y mujeres que silenciosamente forjaron nuestro pueblo y escribieron con su discurrir nuestra historia. GRACIAS NIÑO JOSE estés donde te encuentres, Gracias por ser parte de nuestro recuerdo, y gracias por ese choclo que nunca pude retribuirte.
Chacras : huertas de siembre
Yantar : Comida, comer
Choclo : Mazorca de maíz tierno
“El hombre se hace viejo muy pronto y sabio muy tarde”
S
i me preguntaseis por su verdadero nombre, si es que ese no lo era, no sabría decíroslo, pero si alguna vez lo tuvo, este se había perdido de la memoria popular, reemplazado por el apelativo de : ....
El Niño José;
Quien no lo halla conocido y escuche esta denominación imaginará a un pequeñuelo de nombre José adornado con otros atributos propios de la infancia, pero si Ud. hubiese vivido en Pucallpa allá por los años 50, entonces acudiría a su memoria una figura muy diferente, totalmente opuesta a la anterior, y es que a todos los que lo conocimos nos evoca sentimientos tiernos, cálidas tardes llenas de luz y colorido, perfume a tierra y a floresta , murmullo de hojas mecidas por el viento, rumor de río, y es que pocas veces un cuerpo tan grande y de aspecto tan hosco, albergó un corazón tan tierno.
JOSE era un negrazo de esos que ya no se fabrican, o es que los ojos de nuestra infancia nos hacían verlo enorme, como contemplaría un habitante de Liliput a Gulliver, con una piel azabache permanentemente cubierta de sudor , con unos ojos redondos , blancos y vivaces , un cabello ensortijado y escaso que cubría precariamente la bola brillante de su cráneo , un vientre abultado que desbordaba por encima de un gastado cinturón de sobado cuero, que en alguna oportunidad fue marrón , en el centro de esta protuberancia abdominal lucia el hoyo de un ombligo dibujado con un compás, que a manera del ojo de un cíclope , parecía mirarnos socarronamente desde la profundidad de un negro pozo, poseía unos labios gruesos vultuosos como fruta madura, que al entreabrirse evocaban un túnel inmenso resguardado de enormes columnas de marfil, que cual las teclas de un piano se alineaban por arriba y por abajo, sus brazos gruesos y musculosos terminaban en unas manos fuertes y toscas que sin embargo sabían acariciar con cariño nuestras cabezas cuando atinábamos acercarnos a el, desafiando nuestros mas íntimos temores.
Nunca supe a que se dedicaba, sin embargo sus hombros hablaban de trabajos duros, y sus anchas espaldas, de ominosas cargas, y su mirar cansino de antiguas derrotas , nunca le conocí pareja alguna, ni familia ni amistades, ni supe de su descendencia , y muy pocas veces escuche su grave y retumbante voz, y supongo que muy pocos se atreverían a tomarle el pelo., atemorizados ante la figura de ese monumento de ébano, conocí de sus escasos altercados, muchos de ellos magnificados por sus ocasionales cronistas, en un Pueblo donde la única recreación eran dos cines y un eventual circo por Fiestas Patrias, donde la fuerza de sus puños imponía un orden natural al discurrir de los eventos.
Solía verlo a cualquier hora del día caminando solo o empujando una carretilla , con unos pantalones raídos por el tiempo y una camisa entreabierta con los botones rendidos a la fuerza de su abdomen, y tan percudida y obscura como su piel, su presencia poco desentonaba del marco que le prestaba nuestro pueblo, con sus senderos de tierra enmarcados por acequias rodeadas de plantas silvestres, tan semejantes en mi imaginación a los pueblos del África de sus antepasados, o quien sabe su tierra natal, creo que nadie se preocupó nunca por saber de donde vino, llegó con la carretera , y simplemente vivió con nosotros sin desentonar un ápice con la naturaleza y las personas que lo rodeaban, se hablaba de su proverbial afición al licor, y su andar macilento y su mirada vacua eran compatibles con este criterio, sin embargo nunca supe de grescas o disturbios originados por su culpa, Todos lo apreciaban y se comentaba de su generosidad y desprendimiento, tan grande como las manos con que la otorgaba, de su inocencia pueblerina y de esa falta de malicia propia de aquellos que no la albergan en sus corazones.
Me contaba mi padre y yo lo rescataba del cofre de mis recuerdo ,que una oportunidad cuando El niño José fungía de ayudante de camión o quizá de pasajero eventual, compartimos con el la odisea que significaba viajar de Lima a Pucallpa, sobre todo en los meses lluviosos de invierno, donde el largo tramo comprendido entre el abra natural que comunica a la sierra con la selva, denominado Boquerón del Padre Abad, y el caserío de Agueitia , llamado las pampas del Sacramento, y denominado con mucha propiedad por la sabiduría popular , como LAS PAMPAS DEL HAMBRE , se convertían en una trampa cenagosa de barro blanco rojizo, en el cual quedaban pegados los camiones, como moscas atrapadas en una grotesca telaraña , esperando pacientemente hasta que el sol volvía a calentar la tierra, secando el barro y permitiendo continuar la marcha, esto duraba siete, 10 , 20 o mas días, porque como diría el abuelo que todos llevamos dentro, “lluvias las de mi tiempo”, donde al agua caía del cielo con balde, y el retumbar de los truenos semejaba el parto del mundo, y donde el látigo luminoso de los rayos convertía fugazmente la noche en día , azotando sin piedad los sufridos lomos de la madre tierra., reduciendo al hombre a su real dimensión de mota de polvo en el concierto del Universo, No existían chacras cercanas donde guarecerse, y entre El Boquerón, el Agueitia y San Alejandro solo había barro y monte, las vituallas pronto desaparecían y si bien el agua sobraba, el yantar escaseaba, y los niños éramos los que mas sufríamos los avatares de estas magníficas experiencias epopèyicas, que si volviese a nacer desearía reeditarlas nuevamente con todos las incomodidades que esto me ocasionase.
En esa oportunidad, cuando el hambre roía nuestras infantiles entrañas, y me arrullaba somnoliento con el repiquetear de la lluvia contra la tierra y los toldos de los camiones, en esas tardes que tenían comienzo pero parecían no tener fin, entre los fuertes y juveniles brazos de mi Padre, vi aparecer a El Niño José, ese negrazo cariñoso e infantil, mordiendo un blanco y tierno choclo cuyos granos se confundían con su nívea dentadura, acercándose cansinamente al grupo donde nos encontrábamos, ajeno a la lluvia que se escurría por su inmenso cuerpo , el cual detuvo su caminar al ver la expresión que las manos del hambre habían dibujado en mi rostro de niño, y se sacó de sus labios esa mazorca de maíz a medio consumir que sabe Dios donde y con que esfuerzos había obtenido, y se la ofreció a mi padre cual una gema preciosa engarzada entre los dedos de su amplia mano, depositándola en la de el, diciendo tan solo .... para el niño,.... y volviendo sus amplias espaldas se marcho, sin aguardar una palabra de agradecimiento, como si tuviese vergüenza de ofrecer tan poco, pero que en ese momento y circunstancias era muchísimo , lo vi perderse entre los demás camiones que compartían nuestro ocasional destino , empapado por las gruesas gotas de lluvia que resbalaban acariciando su piel, la cual me pareció brillar con la luminosidad que en mi imaginación atribuía a los ángeles del cielo. Y esa tarde gris se iluminó con su gesto de desprendimiento, y hoy muchos, pero muchos años después cierro los ojos y me parece estar contemplándolo como quien mira una fotografía antigua coloreada por la patina sepia del tiempo. Y creo percibir los brazos cálidos de mi padre rodeando mi debilidad infantil, ofreciéndome esa simbólica mazorca de maíz que resume la grandeza de nuestra frágil pero incomparable humanidad.
NIÑO JOSE nunca envejeciste en nuestro recuerdo, te conocimos como un adulto que supo conservar la candidez de un niño, viviste como tal, y supongo que así te habrás marchado de este mundo, pues no tuve la suerte de estar en Pucallpa cuando esto sucedió, me enteré por mi padre que te fuiste como llegaste, en silencio, con la delicadeza propia de tu personalidad, quizá una cruel cirrosis te llevo a los cotos de caza de tus antepasados, supe que la solidaridad que despertarte en todos los que te conocieron generó una colecta para tu tratamiento médico , ignoro el resto del final de Tu particular historia ,pero te imagino subiendo al cielo cabalgando sobre un brioso relámpago, de nube en nube, con la misma vestimenta que siempre te conocí, con los pies descalzos y con una sonrisa que te tomaba toda la cara, con tus ojos de mirada inocente contemplando sorprendidos los senderos de la otra vida, y llevando por toda vitualla en este Tu último recorrido, acunando entre tus amplias manos un choclo a medio consumir, como tu valioso pasaporte para ingresar al cielo, el mismo que con generosidad un día brindaste a un niño famélico, en una carretera de nuestra querida selva, en unos años que nos parecen inverosímiles pero que jamás se borraran de nuestros corazones., y estoy seguro que con esa mazorca abrirías las amplias puertas del cielo , donde otro niño saciaría su hambre con ese fruto de tu inconmensurable generosidad.
NIÑO JOSE Tu eres parte de Pucallpa, y aunque tu nombre no figure en ningún libro de historia, ni tu busto adorne nuestras calles, los que te conocimos no podremos olvidarte, eres tan Pucallpino como la tierra colorada, que acuno tus pasos, como las palmeras que llenaron tus ojos, como los mangos que adornaban el Jirón Coronel Portillo, como nuestro río y nuestro sol, y modestamente quiero rescatarte del olvido como un homenaje a ti y a todos esos hombres y mujeres que silenciosamente forjaron nuestro pueblo y escribieron con su discurrir nuestra historia. GRACIAS NIÑO JOSE estés donde te encuentres, Gracias por ser parte de nuestro recuerdo, y gracias por ese choclo que nunca pude retribuirte.
Chacras : huertas de siembre
Yantar : Comida, comer
Choclo : Mazorca de maíz tierno
LUCHITO EL CIEGO
No esta muerto el que yace en la tumba fría, muerto esta el que tiene el alma muerta y vive todavía
G.A. Bécquer
LUCHITO , nunca tan bien aplicado este diminutivo , con tu figura enjuta y tus ojos glaucos, hundidos en sus cuencas de tanto mirar para adentro, tu pelo lacio y negro como ala de cuervo, brillante de aceitillo, tu escasa e hirsuta barba que enmarcaba tus labios vueltos hacia adentro como si estuvieses permanentemente degustando la acidez de la vida, tu piel cetrina quemada por mil soles que quizá nunca viste , con la cabeza gacha intentando vislumbrar un sendero que se negaba a tus ojos, y tus sarmentosos dedos aferrando un sólido bastón de retorcido renaco de nuestra tierra .
Solía verte Apoyando tus hombros en las encalada tablas de un salón de billar que ahora solo existe en nuestro recuerdo, pero que entonces se ubicaba en la esquina de Coronel Portillo y Ucayali, allí donde ahora hay un edificio con una entidad financiera, aun no concibo imaginar esa esquina sin tu presencia solitaria, con tu camisa blanca y pantalones de color caqui, con mas parches que tela buena, pero siempre pulcros, sobados por el tiempo y las diligentes manos de quien veía por ti, tal vez tu madre, una hermana quizá,.. Nunca lo supe.
Murmurabas para ti frases que nunca comprendí, matando tu soledad con el eco de tu voz, no se porque pero te atribuí en mi mente de niño un carácter hosco; Cuando deambulabas por la calle el cacofónico golpetear de tu bastón contra el suelo, rompía monótonamente el silencio diáfano de nuestros días, solo quebrado ocasionalmente por el rugir del motor de algún camión , esos Ford, o Chevrolet, que nos conectaban con la capital , y que llegaban cargados de azúcar en costales de grueso papel , botellas de cerveza en perfumadas sacas de yute y envueltas en estuches de suave paja, manteca en brillantes envases de latón , o quien sabe que otras cosas escondidas en cajones de madera de oloroso y blanco pino, ajenos a nuestro olfato y región, y que se marchaban gimiendo y aplastando sus carrocerías contra el suelo rendidos bajo el peso de gruesos tablones de roja madera de cedro y águano, parecían unos enormes taricayas fatigadas por el peso de su enorme caparazón, chillando como una pashna (cerda) en el matadero, cosas que Tu nunca viste pero que formaban parte del mundo en que vivíamos.
Portabas tu mendicidad y minusvalía con un orgullo que hoy nos es ajeno , una vez por semana ingresabas puntualmente en los comercios, y no pedías, simplemente te parabas a esperar que se te diera, y todos sentíamos la obligación de colaborar con tu desgracia, no fingías pobreza, es mas, eras pulcro, no tratabas de inspirar lástima, recuerdo que movías nerviosamente tus manos, que era lo único que parecía vivo en la estatua de tu cuerpo, parecían las agónicas alas de un ave agitándose en los estertores de la muerte , y los demás, los que veíamos, nos avergonzábamos de hacerlo, nos sonrojaba contar con un privilegio del cual tu carecías, mi madre abría la caja y extraía unas monedas las cuales me las entregaba en silencio mientras que con un señal de su cabeza me ordenaba dártelas, todo en medio de un rito casi religioso para no humillarte ,y yo acunándolas entre mi menuda mano las acercaba a las tuyas temiendo romper ese hechizo, sentía el tibio contacto de tu piel , y a ese solo contacto abrías el puño como los pétalos de una flor, recibías el dinero y lo guardabas en uno de tus bolsillos también en silencio, esbozabas una sonrisa y con voz cascada dabas unas gracias que encogían el alma, y como entraste de retirabas, estirando tu encanijada sombra ante los rayos del sol, yo curioso me asomaba al marco de la puerta para ver tu delgada figura que cual amaurótico quijote se alejaba pausadamente hasta perderse en el dintel de otra casa, tiempos aquellos en que no se cerraban las cancelas, y el sol y los vecinos podían ingresar libremente , anunciando su presencia el primero con su luminosidad y los segundos con una vocal prolongada..... Uhhhhh.
Generalmente caminabas solo, aunque cuando el peso de los años empezó a agobiar tus delgados huesos te veía acompañado, sin embargo quien lo hacia pasaba desapercibido pues tu presencia apocaba la suya.
Nunca supe de la otra faceta de Tu vida, hasta que un día acompañé al campo santo hacia su última morada a los restos de un conocido mío, no recuerdo su nombre ni la fecha, pero al ingresar al cementerio me extraño sobremanera verte en el cortejo fúnebre, llevabas una camisa negra apropiada para la circunstancia , los pantalones caqui de siempre y los pies desnudos, dejando la huella de tus dedos en la tierra húmeda de pasada lluvia , no se porque reparé en ellas, nítidas y pulcras, como tu ropa , parecían caminar hacia ninguna parte pero lo hacían con decisión y firmeza, tan absorto estaba en ello, cuando sentí el metal de tu voz retumbar en mis oídos , levanté la vista y te vi al pie del sepulcro, erguido como un cetico, apoyando tus dos manos en tu sobado bastón, mientras de tus labios brotaba una elegía póstuma por el difunto, y empecé a escuchar la narración de un ciego que vio en esa persona mas de lo que yo con mi aguzada vista jamás vi , describías su vida, sus virtudes, callaste piadosamente su defectos , y captaste el interés de los que con recogido silencio te escuchábamos, y cuestione mi visión tan superficial del mundo y las personas , envidie la agudeza de la tuya, de esos ojos que veían mas que los míos, describiste nuestro mundo con un lujo de detalles que escapaba en ese entonces a mi mirada. Y comprendí que no es ciego el que carece de este don Divino, si no quien tiene su corazón y su mente cerrados a la vida, me diste un gran ejemplo de vida y llamaste a la reflexión a mi intelecto.
De esa oportunidad en adelante te veía con menos frecuencia, imagine que Tu otra forma de ganarte la vida era esa, pues guardabas en tu memoria la imagen y la historia de esas personas que jamás habías visto, nunca lo averigüe, pero te imaginé en todos los sepelios, fijas las cuencas vacías de tus ojos en esa vacía cuenca sepulcral de nuestra final morada , desgranando una a una las palabras que los ojos de tu alma te dictaban, imagino que hermosa historia hubieras podido escribir sobre todos y cada uno de los moradores de Pucallpa, quien mejor que Tu para conocerlos, pero toda esa información se perdió contigo.
Me hubiese gustado acompañarte en tu postrer viaje al campo santo, y ser yo quien te diera el adiós final, sin embargo en ese entonces aún no había madurado lo suficiente para comprender la importancia de este simbólico acto, la cáscara de indiferencia y egoísmo con que venimos a este mundo la tenía integra, y cuando me liberé de ella ya te habías marchado.
Lo que es para mí aun permaneces erguido como esta tarde, soportando el calor de la canícula sobre tus hombros, con tus manos temblorosas, cual las alas de la blanca paloma que transportaba a los cielos el alma de mi amigo difunto.
Renaco : Arbusto que crece a la orilla de los lagos y ríos, de raíces sarmentosas que dibujan arabescos, con las que se adhiere a la tierra, para evitar ser arrastrado por la corriente
Pashna : Hembra del cerdo
Taricaya: Tortuga de río, denomínasela así en la zona de la selva.
Cetico.- Árbol de espigado tronco que crece abundante en las riveras de los ríos, y en el que anidan una especie de hormigas sumamente agresivas
G.A. Bécquer
LUCHITO , nunca tan bien aplicado este diminutivo , con tu figura enjuta y tus ojos glaucos, hundidos en sus cuencas de tanto mirar para adentro, tu pelo lacio y negro como ala de cuervo, brillante de aceitillo, tu escasa e hirsuta barba que enmarcaba tus labios vueltos hacia adentro como si estuvieses permanentemente degustando la acidez de la vida, tu piel cetrina quemada por mil soles que quizá nunca viste , con la cabeza gacha intentando vislumbrar un sendero que se negaba a tus ojos, y tus sarmentosos dedos aferrando un sólido bastón de retorcido renaco de nuestra tierra .
Solía verte Apoyando tus hombros en las encalada tablas de un salón de billar que ahora solo existe en nuestro recuerdo, pero que entonces se ubicaba en la esquina de Coronel Portillo y Ucayali, allí donde ahora hay un edificio con una entidad financiera, aun no concibo imaginar esa esquina sin tu presencia solitaria, con tu camisa blanca y pantalones de color caqui, con mas parches que tela buena, pero siempre pulcros, sobados por el tiempo y las diligentes manos de quien veía por ti, tal vez tu madre, una hermana quizá,.. Nunca lo supe.
Murmurabas para ti frases que nunca comprendí, matando tu soledad con el eco de tu voz, no se porque pero te atribuí en mi mente de niño un carácter hosco; Cuando deambulabas por la calle el cacofónico golpetear de tu bastón contra el suelo, rompía monótonamente el silencio diáfano de nuestros días, solo quebrado ocasionalmente por el rugir del motor de algún camión , esos Ford, o Chevrolet, que nos conectaban con la capital , y que llegaban cargados de azúcar en costales de grueso papel , botellas de cerveza en perfumadas sacas de yute y envueltas en estuches de suave paja, manteca en brillantes envases de latón , o quien sabe que otras cosas escondidas en cajones de madera de oloroso y blanco pino, ajenos a nuestro olfato y región, y que se marchaban gimiendo y aplastando sus carrocerías contra el suelo rendidos bajo el peso de gruesos tablones de roja madera de cedro y águano, parecían unos enormes taricayas fatigadas por el peso de su enorme caparazón, chillando como una pashna (cerda) en el matadero, cosas que Tu nunca viste pero que formaban parte del mundo en que vivíamos.
Portabas tu mendicidad y minusvalía con un orgullo que hoy nos es ajeno , una vez por semana ingresabas puntualmente en los comercios, y no pedías, simplemente te parabas a esperar que se te diera, y todos sentíamos la obligación de colaborar con tu desgracia, no fingías pobreza, es mas, eras pulcro, no tratabas de inspirar lástima, recuerdo que movías nerviosamente tus manos, que era lo único que parecía vivo en la estatua de tu cuerpo, parecían las agónicas alas de un ave agitándose en los estertores de la muerte , y los demás, los que veíamos, nos avergonzábamos de hacerlo, nos sonrojaba contar con un privilegio del cual tu carecías, mi madre abría la caja y extraía unas monedas las cuales me las entregaba en silencio mientras que con un señal de su cabeza me ordenaba dártelas, todo en medio de un rito casi religioso para no humillarte ,y yo acunándolas entre mi menuda mano las acercaba a las tuyas temiendo romper ese hechizo, sentía el tibio contacto de tu piel , y a ese solo contacto abrías el puño como los pétalos de una flor, recibías el dinero y lo guardabas en uno de tus bolsillos también en silencio, esbozabas una sonrisa y con voz cascada dabas unas gracias que encogían el alma, y como entraste de retirabas, estirando tu encanijada sombra ante los rayos del sol, yo curioso me asomaba al marco de la puerta para ver tu delgada figura que cual amaurótico quijote se alejaba pausadamente hasta perderse en el dintel de otra casa, tiempos aquellos en que no se cerraban las cancelas, y el sol y los vecinos podían ingresar libremente , anunciando su presencia el primero con su luminosidad y los segundos con una vocal prolongada..... Uhhhhh.
Generalmente caminabas solo, aunque cuando el peso de los años empezó a agobiar tus delgados huesos te veía acompañado, sin embargo quien lo hacia pasaba desapercibido pues tu presencia apocaba la suya.
Nunca supe de la otra faceta de Tu vida, hasta que un día acompañé al campo santo hacia su última morada a los restos de un conocido mío, no recuerdo su nombre ni la fecha, pero al ingresar al cementerio me extraño sobremanera verte en el cortejo fúnebre, llevabas una camisa negra apropiada para la circunstancia , los pantalones caqui de siempre y los pies desnudos, dejando la huella de tus dedos en la tierra húmeda de pasada lluvia , no se porque reparé en ellas, nítidas y pulcras, como tu ropa , parecían caminar hacia ninguna parte pero lo hacían con decisión y firmeza, tan absorto estaba en ello, cuando sentí el metal de tu voz retumbar en mis oídos , levanté la vista y te vi al pie del sepulcro, erguido como un cetico, apoyando tus dos manos en tu sobado bastón, mientras de tus labios brotaba una elegía póstuma por el difunto, y empecé a escuchar la narración de un ciego que vio en esa persona mas de lo que yo con mi aguzada vista jamás vi , describías su vida, sus virtudes, callaste piadosamente su defectos , y captaste el interés de los que con recogido silencio te escuchábamos, y cuestione mi visión tan superficial del mundo y las personas , envidie la agudeza de la tuya, de esos ojos que veían mas que los míos, describiste nuestro mundo con un lujo de detalles que escapaba en ese entonces a mi mirada. Y comprendí que no es ciego el que carece de este don Divino, si no quien tiene su corazón y su mente cerrados a la vida, me diste un gran ejemplo de vida y llamaste a la reflexión a mi intelecto.
De esa oportunidad en adelante te veía con menos frecuencia, imagine que Tu otra forma de ganarte la vida era esa, pues guardabas en tu memoria la imagen y la historia de esas personas que jamás habías visto, nunca lo averigüe, pero te imaginé en todos los sepelios, fijas las cuencas vacías de tus ojos en esa vacía cuenca sepulcral de nuestra final morada , desgranando una a una las palabras que los ojos de tu alma te dictaban, imagino que hermosa historia hubieras podido escribir sobre todos y cada uno de los moradores de Pucallpa, quien mejor que Tu para conocerlos, pero toda esa información se perdió contigo.
Me hubiese gustado acompañarte en tu postrer viaje al campo santo, y ser yo quien te diera el adiós final, sin embargo en ese entonces aún no había madurado lo suficiente para comprender la importancia de este simbólico acto, la cáscara de indiferencia y egoísmo con que venimos a este mundo la tenía integra, y cuando me liberé de ella ya te habías marchado.
Lo que es para mí aun permaneces erguido como esta tarde, soportando el calor de la canícula sobre tus hombros, con tus manos temblorosas, cual las alas de la blanca paloma que transportaba a los cielos el alma de mi amigo difunto.
Renaco : Arbusto que crece a la orilla de los lagos y ríos, de raíces sarmentosas que dibujan arabescos, con las que se adhiere a la tierra, para evitar ser arrastrado por la corriente
Pashna : Hembra del cerdo
Taricaya: Tortuga de río, denomínasela así en la zona de la selva.
Cetico.- Árbol de espigado tronco que crece abundante en las riveras de los ríos, y en el que anidan una especie de hormigas sumamente agresivas
SOLDADITO EL AGUADOR
Si existe algo que desconozco, es más que probable que nunca haya ocurrido.
M
i padre fue siempre un especialista en poner sobrenombres a cuantos conocía, pero para hacerlo hay que tener una capacidad de evaluación psicológica inmensa, pues no caía en el facilísimo de aplicarla basado simplemente en las características anatómicas del beneficiado de su atención, si no, que solían resumir una serie de atributos de esa persona, físicos, y conductuales , y lo hacía con una naturalidad envidiable, y tan acertadamente que el apodo solía sustituir inmediatamente al patronímico del interfecto., Así teníamos a LA TELESCOPIO una vecina de ojos saltones y muy curiosa que siempre paraba atisbando a sus congéneres ya sea subrepticia o descaradamente, LA MUNDO FEO otra feligresa poco afortunada de rostro y una entraña que le corría pareja. LA POTO CON YAPA que no amerita mayor explicación, y cuyo derriere era un reclamo a los placeres venéreos, LA VIVORITA una colega de María Magdalena que tenía un caminar serpenteante y una conducta similar, y así podía continuar indefinidamente, cosa que quizá algún día haga, pues el tema da para ello; Todo esto viene a colación de SOLDADITO, un diligente repartidor de agua de los años 50 en Pucallpa, época en que esta importante función corría a cargo de individuos que premunidos de un equino, se encargaban de captar el agua de los pozos que se ubicaban en la periferia de la ciudad, envasarlos en recipientes de plancha galvanizada, y de a cuatro por carga, procedían a llevarlos al domicilio del que así lo solicitase a cambio de un justo estipendio.
No se si el apodo se lo otorgó por sus antecedentes en la milicia, cosa que no sería de extrañar, pues muchos de los conscriptos al licenciarse se quedaban en la selva, o si lo hizo por su porte militar y manera de saludar, llevándose la mano a la sien, a la manera castrense, fuese cual fuese el motivo, su rostro andino, siempre colmado de gotas de sudor, revelaba su procedencia, de corta estatura, pelo lacio, torso y extremidades fuertes, tiraba siempre de una noble bestia, mezcla de rocinante y platero, que lo seguía con un trotar pausado, resollando por sus ollares dócilmente, resignado a su precario destino, zangoloteando el agua que portaba en el lomo, la cual emitía un sonido muy peculiar mezcla de liquido, latón y gemir de madera, ploc….plock…..ploc… con Un vaivén rítmico y acompasado, cadencioso, afiatado al caminar del jamelgo, y soldadito por delante, emitiendo de vez en cuando un agudo silbido para estimular el trote, o un soooo.... para sofrenarlo.
Usualmente a los aguadores se los captaba al paso, cuando se cruzaban por la puerta de la casa de uno, o en ocasiones de gran demanda en los meses de estío, había que ir a por ellos hasta el bajial donde se ubicaba el pozo en el que se reunían diligentes a llenar sus envases, tirando de un cubo atado a una soga, el que dejaban caer súbitamente a sus profundidades, el chasquido que producía el impacto al estrellarse contra el agua llegaba a la superficie apagado, luego tirando de la misma cuerda lo subían a fuerza de músculo, para luego verterlo a través de un embudo, por el estrecho cuello de los recipientes de latón, y así, una y otra vez hasta completar los cuatro envases, que conformaban lo que se llamaba una carga de agua, la cual a continuación subían al lomo del animal, en el que se ubicaba una jaula de Madera que reposaba sobre unas gruesas mantas, todo ello sujeto mediante unas ajustadas fajas de robusta tela al lomo y globuloso abdomen de la bestia, la que tenía el espinazo cóncavo, deformado por efecto del peso de su carga, y así trota que trota subían la empinada cuesta que los alejaba del pozo y los acercaba a su destino, supiteando (expulsando pedos) desfachadamente, entre las risas de los que acertaban a pasar cerca.
Cuando recibía el encargo de labios de mi madre, para ir a por el, corría presuroso a buscar a soldadito, al que fácilmente identificaba por su porte andino, su camisa siempre húmeda, con mas desgarros que tela , por entre los cuales se ventilaba su anatomía, los pantalones arremangados a la altura de las rodillas, que dejaban al descubierto sus nervudas y lampiñas extremidades, su rostro parecía salpicado permanentemente por gotas de rocío que se escurrían desde su frente hacia su cuello, compitiendo en Número con las picaduras de viruela que poblaban su cara, y que él las dejaba correr indiferente, manando como de una fuente inagotable en dirección a la tierra, las que la recibía ávida de agua, al dirigirle la palabra parecía despertar de un sueño y como nos conocía, tiraba de las riendas de su caballo y se dirigía a casa, yo corría y saltaba detrás del mismo, moviendo rítmicamente la cabeza al compás de los movimientos de la cola del animal, la cual parecía el péndulo de un inmenso reloj, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, abanicando su grupa, y pujando por el esfuerzo, deleitábame con la musical melopea del sonido del agua dentro de los recipientes y de rato en rato viendo estallar las gotas contra el cuello del mismo y Brotar al exterior como la lava de un imaginario volcán, apostando en cada irregularidad del camino de cual de las cuatro bocas manaría la erupción, o tratando de calcular cuanta agua se perdía en el camino, pocas veces lo escuche hablar, y cuando lo hacía empleaba el aquechuado castellano de nuestros serranos, sin respetar los gerundios ni los tiempos ni mucho menos la sintaxis, sin embargo para mi era divertido el escucharlo pues obtenía material para imitarlo y payasear frente a mis padres.
Cuando no lo encontraba, porque aún no había vuelto de repartir algún otro “viaje “ de agua, me sentaba al borde del pozo aguardando su regreso, inclinaba mi cuerpo a su interior tratando de imaginar mi rostro reflejado en su nebuloso y obscuro fondo líquido, de donde se desprendía un frescor gratificante y un aroma que sintetizaban los olores a tierra mojada, a cáñamo, a humedad a guardado, a río, a mujer, a limpio, y cuando brotaban los baldes colmados, como perdigones despedidos por la boca de un inmenso cañón, salpicando agua alrededor semejando fuegos artificiales, me apartaba de un salto para evitar ser mojado, mientras los demás aguadores y las lavanderas que acudía a su vera a practicar su oficio, reían alborozados, lo que me incentivaba a repetir Una y otra vez el salta para atrás con aparatosas pantomimas; No faltaba una mano amiga que me alcanzaba un pate con agua para saciar mi sed y enjugar mi rostro, y la bebía ávidamente posando mis labios sobre su diáfana superficie como besando los labios de una mujer y devolviendo la mirada a mis ojos reflejados en su espejo liquido. , la concavidad de mis manos se adaptaba sensualmente a su natural superficie, como abrazando un inmenso y terso seno femenino, beber sé Convertía así en un rito cuasi religioso, elevando el pate como el sacerdote eleva el cáliz. Al momento de la Consagración.
Cuando el sol apretaba su presencia era mas requerida, sin embargo imagino las tribulaciones de su hogar en la época de invierno, cuando el agua del cielo suplía con ventaja al agua de la tierra y le impedía llevar el pan nuestro de cada día a casa, en esos días me sentaba en el alféizar de mi ventana a ver caer la lluvia, a contar las coronas que sus gotas formaban en los charcos al caer sobre ellos, a ver correr cual hermosos veleros las pequeñas hojas arrastradas por las corrientes de agua que se formaban y que como caudalosos ríos discurrían cuesta abajo en dirección al río verdadero, nuestro Ucayali, esos días que a veces se convertían en semanas extrañaba su presencia, y contemplaba los cilindros donde guardábamos el agua colmados a rebosar brillantes y lustrosos ajenos a sus necesidades.
Cuanta sed habrás saciado, cuantas febriles gargantas aliviaste, sin embargo poco a poco te convertiste en prescindible, primero fue tu caballo, el cual tu mismo substituiste por un triciclo de chirriante cadena y estridente carrocería, cuan diferente del acompasado trote equino, el zangolotear del agua no volvió a ser el mismo, ya no tirabas de la noble bestia, y la fuerza de tus piernas substituyo su leal pujanza, ya no marchabas por delante, de locomotora pasaste a furgón de cola, podría alguien aclararme ¿Donde estaba la ventaja? . Luego vinieron otros hombres y abrieron enormes zanjas en las calles, tendieron unos indiferentes tubos de granito, y el agua discurrió por si sola a nuestros hogares, y tu te marchaste poco a poco, primero del centro de la ciudad desplazado por el progreso y posteriormente de manera definitiva.
Nunca supe en que te convertiste para sobrevivir y muy pocas veces volví a contemplar tu rostro, ya no eras el mismo, no tenias la parchada camisa ni los arremangados pantalones que te caracterizaban, eras uno mas de los anónimos pobladores del mundo, dejaste para siempre de ser “ SOLDADITO el aguador “. No fue un diluvio permanente la que mato tu oficio, la naturaleza nunca sería tan cruel, fuimos nosotros mismos los que te convertimos en una víctima mas ofrendada en el altar del progreso.
Adiós SOLDADITO, y gracias por toda el agua que bebió mi infancia.
*Pate: recipiente en forma de media esfera, confeccionado con la cáscara seca del fruto del árbol del Huingo, de unos 15 a 20 cm. de diámetro. Se emplea a manera de plato o pequeña bandeja. Sumamente liviano y práctico, los nativos suelen hacerle un ojal en su borde y llevarlo colgado pendiente de una cuerda, cuando salen al monte.
M
i padre fue siempre un especialista en poner sobrenombres a cuantos conocía, pero para hacerlo hay que tener una capacidad de evaluación psicológica inmensa, pues no caía en el facilísimo de aplicarla basado simplemente en las características anatómicas del beneficiado de su atención, si no, que solían resumir una serie de atributos de esa persona, físicos, y conductuales , y lo hacía con una naturalidad envidiable, y tan acertadamente que el apodo solía sustituir inmediatamente al patronímico del interfecto., Así teníamos a LA TELESCOPIO una vecina de ojos saltones y muy curiosa que siempre paraba atisbando a sus congéneres ya sea subrepticia o descaradamente, LA MUNDO FEO otra feligresa poco afortunada de rostro y una entraña que le corría pareja. LA POTO CON YAPA que no amerita mayor explicación, y cuyo derriere era un reclamo a los placeres venéreos, LA VIVORITA una colega de María Magdalena que tenía un caminar serpenteante y una conducta similar, y así podía continuar indefinidamente, cosa que quizá algún día haga, pues el tema da para ello; Todo esto viene a colación de SOLDADITO, un diligente repartidor de agua de los años 50 en Pucallpa, época en que esta importante función corría a cargo de individuos que premunidos de un equino, se encargaban de captar el agua de los pozos que se ubicaban en la periferia de la ciudad, envasarlos en recipientes de plancha galvanizada, y de a cuatro por carga, procedían a llevarlos al domicilio del que así lo solicitase a cambio de un justo estipendio.
No se si el apodo se lo otorgó por sus antecedentes en la milicia, cosa que no sería de extrañar, pues muchos de los conscriptos al licenciarse se quedaban en la selva, o si lo hizo por su porte militar y manera de saludar, llevándose la mano a la sien, a la manera castrense, fuese cual fuese el motivo, su rostro andino, siempre colmado de gotas de sudor, revelaba su procedencia, de corta estatura, pelo lacio, torso y extremidades fuertes, tiraba siempre de una noble bestia, mezcla de rocinante y platero, que lo seguía con un trotar pausado, resollando por sus ollares dócilmente, resignado a su precario destino, zangoloteando el agua que portaba en el lomo, la cual emitía un sonido muy peculiar mezcla de liquido, latón y gemir de madera, ploc….plock…..ploc… con Un vaivén rítmico y acompasado, cadencioso, afiatado al caminar del jamelgo, y soldadito por delante, emitiendo de vez en cuando un agudo silbido para estimular el trote, o un soooo.... para sofrenarlo.
Usualmente a los aguadores se los captaba al paso, cuando se cruzaban por la puerta de la casa de uno, o en ocasiones de gran demanda en los meses de estío, había que ir a por ellos hasta el bajial donde se ubicaba el pozo en el que se reunían diligentes a llenar sus envases, tirando de un cubo atado a una soga, el que dejaban caer súbitamente a sus profundidades, el chasquido que producía el impacto al estrellarse contra el agua llegaba a la superficie apagado, luego tirando de la misma cuerda lo subían a fuerza de músculo, para luego verterlo a través de un embudo, por el estrecho cuello de los recipientes de latón, y así, una y otra vez hasta completar los cuatro envases, que conformaban lo que se llamaba una carga de agua, la cual a continuación subían al lomo del animal, en el que se ubicaba una jaula de Madera que reposaba sobre unas gruesas mantas, todo ello sujeto mediante unas ajustadas fajas de robusta tela al lomo y globuloso abdomen de la bestia, la que tenía el espinazo cóncavo, deformado por efecto del peso de su carga, y así trota que trota subían la empinada cuesta que los alejaba del pozo y los acercaba a su destino, supiteando (expulsando pedos) desfachadamente, entre las risas de los que acertaban a pasar cerca.
Cuando recibía el encargo de labios de mi madre, para ir a por el, corría presuroso a buscar a soldadito, al que fácilmente identificaba por su porte andino, su camisa siempre húmeda, con mas desgarros que tela , por entre los cuales se ventilaba su anatomía, los pantalones arremangados a la altura de las rodillas, que dejaban al descubierto sus nervudas y lampiñas extremidades, su rostro parecía salpicado permanentemente por gotas de rocío que se escurrían desde su frente hacia su cuello, compitiendo en Número con las picaduras de viruela que poblaban su cara, y que él las dejaba correr indiferente, manando como de una fuente inagotable en dirección a la tierra, las que la recibía ávida de agua, al dirigirle la palabra parecía despertar de un sueño y como nos conocía, tiraba de las riendas de su caballo y se dirigía a casa, yo corría y saltaba detrás del mismo, moviendo rítmicamente la cabeza al compás de los movimientos de la cola del animal, la cual parecía el péndulo de un inmenso reloj, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, abanicando su grupa, y pujando por el esfuerzo, deleitábame con la musical melopea del sonido del agua dentro de los recipientes y de rato en rato viendo estallar las gotas contra el cuello del mismo y Brotar al exterior como la lava de un imaginario volcán, apostando en cada irregularidad del camino de cual de las cuatro bocas manaría la erupción, o tratando de calcular cuanta agua se perdía en el camino, pocas veces lo escuche hablar, y cuando lo hacía empleaba el aquechuado castellano de nuestros serranos, sin respetar los gerundios ni los tiempos ni mucho menos la sintaxis, sin embargo para mi era divertido el escucharlo pues obtenía material para imitarlo y payasear frente a mis padres.
Cuando no lo encontraba, porque aún no había vuelto de repartir algún otro “viaje “ de agua, me sentaba al borde del pozo aguardando su regreso, inclinaba mi cuerpo a su interior tratando de imaginar mi rostro reflejado en su nebuloso y obscuro fondo líquido, de donde se desprendía un frescor gratificante y un aroma que sintetizaban los olores a tierra mojada, a cáñamo, a humedad a guardado, a río, a mujer, a limpio, y cuando brotaban los baldes colmados, como perdigones despedidos por la boca de un inmenso cañón, salpicando agua alrededor semejando fuegos artificiales, me apartaba de un salto para evitar ser mojado, mientras los demás aguadores y las lavanderas que acudía a su vera a practicar su oficio, reían alborozados, lo que me incentivaba a repetir Una y otra vez el salta para atrás con aparatosas pantomimas; No faltaba una mano amiga que me alcanzaba un pate con agua para saciar mi sed y enjugar mi rostro, y la bebía ávidamente posando mis labios sobre su diáfana superficie como besando los labios de una mujer y devolviendo la mirada a mis ojos reflejados en su espejo liquido. , la concavidad de mis manos se adaptaba sensualmente a su natural superficie, como abrazando un inmenso y terso seno femenino, beber sé Convertía así en un rito cuasi religioso, elevando el pate como el sacerdote eleva el cáliz. Al momento de la Consagración.
Cuando el sol apretaba su presencia era mas requerida, sin embargo imagino las tribulaciones de su hogar en la época de invierno, cuando el agua del cielo suplía con ventaja al agua de la tierra y le impedía llevar el pan nuestro de cada día a casa, en esos días me sentaba en el alféizar de mi ventana a ver caer la lluvia, a contar las coronas que sus gotas formaban en los charcos al caer sobre ellos, a ver correr cual hermosos veleros las pequeñas hojas arrastradas por las corrientes de agua que se formaban y que como caudalosos ríos discurrían cuesta abajo en dirección al río verdadero, nuestro Ucayali, esos días que a veces se convertían en semanas extrañaba su presencia, y contemplaba los cilindros donde guardábamos el agua colmados a rebosar brillantes y lustrosos ajenos a sus necesidades.
Cuanta sed habrás saciado, cuantas febriles gargantas aliviaste, sin embargo poco a poco te convertiste en prescindible, primero fue tu caballo, el cual tu mismo substituiste por un triciclo de chirriante cadena y estridente carrocería, cuan diferente del acompasado trote equino, el zangolotear del agua no volvió a ser el mismo, ya no tirabas de la noble bestia, y la fuerza de tus piernas substituyo su leal pujanza, ya no marchabas por delante, de locomotora pasaste a furgón de cola, podría alguien aclararme ¿Donde estaba la ventaja? . Luego vinieron otros hombres y abrieron enormes zanjas en las calles, tendieron unos indiferentes tubos de granito, y el agua discurrió por si sola a nuestros hogares, y tu te marchaste poco a poco, primero del centro de la ciudad desplazado por el progreso y posteriormente de manera definitiva.
Nunca supe en que te convertiste para sobrevivir y muy pocas veces volví a contemplar tu rostro, ya no eras el mismo, no tenias la parchada camisa ni los arremangados pantalones que te caracterizaban, eras uno mas de los anónimos pobladores del mundo, dejaste para siempre de ser “ SOLDADITO el aguador “. No fue un diluvio permanente la que mato tu oficio, la naturaleza nunca sería tan cruel, fuimos nosotros mismos los que te convertimos en una víctima mas ofrendada en el altar del progreso.
Adiós SOLDADITO, y gracias por toda el agua que bebió mi infancia.
*Pate: recipiente en forma de media esfera, confeccionado con la cáscara seca del fruto del árbol del Huingo, de unos 15 a 20 cm. de diámetro. Se emplea a manera de plato o pequeña bandeja. Sumamente liviano y práctico, los nativos suelen hacerle un ojal en su borde y llevarlo colgado pendiente de una cuerda, cuando salen al monte.
LA ESCUELA 1230
A Don Lorenzo Bardales, Q.E.P.D. MAESTRO,......... así con mayúsculas.
Porque después de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Vive de lo que tiene sepultado
(Fco. Luís Bernárdez)
L
a 1230, tenía nombre de Locomotora Ferroviaria, pero así se estilaba, numerar las escuelas Estatales; Corría el año 52, un poco mas de la mitad del siglo , y por una de esas decisiones familiares nunca explicadas y jamás comprendidas , deje mi Internado en el Santa Rosa de Lima de Chosica y me llevaron a cursar el 5to de primaria a Pucallpa, quedaron así atrás cuatro años junto a los sacerdotes Agustinos, sin embargo en honor a la verdad eso colmaba mi felicidad y ansias de libertad infantil, Los veranos de vacaciones que no pasaba en la playa de La Punta o Chorrillos donde teníamos casa, los pasaba al lado de mi familia en Pucallpa, dejaba en Lima el protocolo en el vestido y las formas y era libre como las aves del cielo, sin ¡cuidado con los carros, ¡ ¡ cuidado con el tranvía¡ o no salgas a la Calle, Pucallpa para un niño de mi edad, era lo más cercano al Paraíso, con sus días llenos de sol, su cielo nocturno alfombrado de rutilantes estrellas, su río de color arcilloso, sus lagos de tranquilas aguas, su perfume a monte, a tierra, a vida y esa sensación de libertad difícil de definir pero que llena nuestro espíritu. , Los paseos vespertinos al lado de mi padre por los estrechos senderos entre las chacras, ya sea a pie o en bicicleta, las tranquilas tardes de pesca en la quebrada de Manantay o en la laguna de Paca cocha ( hoy solo existe en nuestro recuerdo pues desapareció como tantas otras cosas) o los días de cacería por las chacras de la carretera, las visitas a los hospitalarios amigos paternos, en cuyos huertos siempre había algún árbol colmado de algún tipo de fruta , suculentos racimos de amarillos plátanos, coloridos Marañones, jugosas mandarinas, deliciosas piñas, ácidas y secas guayabas, dulces mangos o tiernas guabas, las que atraían nuestra inmediata atención, y nunca faltaba un joven de nuestra edad que nos acompañaba gustoso a tomar de esa vitrina natural la fruta de nuestro agrado.
El con su casco colonial Ingles muy de moda en esa época, la escopeta terciada a la espalda, su rostro afable, radiante de sol , sus ojos verdes color olivo y su metro ochentaitantos , todo un personaje que despertaba el aprecio y saludo de los moradores de Pucallpa, y yo a su lado orgulloso de llevar su sangre y contar con su cariño y protección, si quisiera cuantificar en un valor lo que eso significaba para mi, ni juntando todas las monedas acuñadas desde la época de lo Fenicios, habría lo suficiente para pagarlo.
Una mañana de marzo se nos comunicó que ese año escolar lo cursaríamos en Pucallpa, y marzo se convirtió en Diciembre, mejor regalo no podrían habernos otorgado a mi hermana y a mi, y así me llevaron a matricularme a la 1230, lo primero que me extrañó fue el que la denominaran con un número, pues mis oídos
Capitalinos estaban acostumbrados a los nombres, hasta entonces nunca había escuchado de ninguna que se denominase numéricamente.
La Escuela quedaba a varias calles de mi casa a decir verdad bastante lejos para mis cortas piernas , sin embargo contaba con una bicicleta , que en esa época era el vehículo de desplazamiento de casi todos los moradores, tanto así que el Municipio instituyo el uso obligatorio de placas de rodaje , como una manera de recaudar fondos, su marca era Monarch, de sólido acero, unas magníficas llantas que nunca supieron de pinchaduras, y con una peculiar y eficiente manera de frenar , a contrapedal, la cual no he visto actualmente.
La 1230 se hallaba ubicada si mal no recuerdo en lo que ahora es el jirón Sucre, a espalda de la Escuela de Mujeres de las Madres Franciscanas y separados por un monte cuasi virgen entre ambos, de por lo menos una hectárea de dimensión , su construcción era de paredes de pona sujetas con clavos , con espacios entre ellas por las que se filtraba el aire y la lluvia cuando esta era con viento , su techo de hojas de palmera descansaba sobre gruesos troncos de Huacapú, asegurados con lianas de tàmishi, su piso de tierra dura y lisa de tanto que se había barrido , con unas carpetas de madera con los tableros manchados por tinta de diferentes colores, la que se empleaban entonces para escribir, una gran pizarra negra al frente y al costado izquierdo una mesa amplia con una silla reservada para el maestro, Básicamente eran dos grandes aulas separadas por un pasillo central; En la parte delantera que daba a la calle existía un patio donde formábamos por las mañanas y al centro un delgado tronco que fungía de asta, con una bandera Peruana flameando al viento, sobre la puerta que daba al pasillo de ingreso existía un gran escudo de latón, que semejaba la caparazón de un gran motelo, en el que se veía el Distintivo Patrio, y el Número de nuestra Escuela, sobre un fondo blanco, la austeridad y modestia eran evidentes por donde se la mirase, sin embargo teníamos un Profesor de Lujo, era como una gema preciosa engarzada en bisutería barata, lo vi por primera vez cuando me matricularon, de constitución sumamente delgada y nervuda, la ropa parecía dibujar su estructura ósea, pómulos salientes y una gran nariz algo desproporcionada para su rostro, el cual evocaba rasgos semíticos, escaso cabello entrecano y una frente amplia, toda su persona irradiaba una distinción y orgullo, que no se condecía con su magro sueldo de maestro primario y su cargo de Director de Escuela en una apartada región de nuestra Patria, apostura mas propia para un gran Director de Liceo capitalino, pulcro en el vestir, pero con una correa gastada por el tiempo y un calzado brillante pero que había conocido tiempos mejores, percibí un poco de resentimiento en su voz al inscribirme, pues iba a ocupar una plaza que presumiblemente era requerida por otro niño con mas necesidades, o quizá lo abrumaba el hecho de tener entre sus alumnos a uno que venía de un colegio de la costa con mucho estatus y quien sabe que pretensiones, o quizá tenía algún ignorado rencor guardado contra mi padre, el cual se desempeñaba como autoridad, en ocasiones Municipal y en otras sub. prefectural, recuerdo que arguyó que ya no tenía carpetas, razón por la cual mi padre le ofreció mandar confeccionar una, amen de otras trabas que no recuerdo, mi padre lo arrinconó poco a poco desbaratando una a una sus objeciones, y esto al parecer lo irritaba mas, yo en mi interior empecé a temer por la animadversión que gratuitamente se me estaba otorgando, y dude si en realidad era tan buena la idea de estudiar en Pucallpa, Finalmente se me matriculó, y a partir de ese día empecé la cuenta regresiva hasta el día del inicio de las clases, con una mezcla de curiosidad y temor.
Y como dice el adagio popular, no existe deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla, así llegó el primer día de abril, y enfundado en un pulcro uniforme de color beige claro (lo llamábamos entonces caqui, por la tela con que se confeccionaba) y cinco cintas azules en las hombreras que identificaban el grado que cursábamos, acudí mas temerosos que emocionado a mi nueva escuela.
Nunca esperé ni recibí un trato diferente al de mis compañeros de aula, y así fue, recuerdo que cada día tenia un rito inamovible, solo alterado por las lluvias, A las 8 a.m. formábamos en el patio, cantábamos el Himno Nacional y se nos pasaba lista, luego ordenadamente ingresábamos al salón y nos manteníamos de pie hasta que hacia lo propio Don Lorenzo, que era la forma con la que nos dirigíamos respetuosamente a El, ocupábamos nuestros pupitres y el empezaba su clase captando mi atención de una forma como no lo habían logrado antes ilustres profesores de Lima, sobria y amenamente desarrollaba sus temas, interrumpido solo por el repique de una broncínea campana de seco y metálico sonido , que marcaba el recreo cada 50 minutos, era un solo profesor para todas las asignaturas, Matemáticas, Historia, Geografía, Castellano, Ciencias Naturales , Iniciación Técnica , Música etc., y en cada asignatura era una persona diferente, nunca he conocido a alguien que cambiase tanto con 10 minutos de intervalo, El sesudo Matemático de la primera hora de la mañana, adusto y racional, la hora siguiente se convertía en el anecdótico profesor de castellano y Literatura, para pasar luego a ser un científico profesor de Ciencias Naturales, que nos describía y ejecutaba experimentos de Botánica o física elemental, o que dejaba en paños menores a algún voluntario para describirnos en clase práctica la Anatomía Humana, o en la siguiente instruirnos en los complicados verbos , sintaxis y pronunciación de la lengua de Shakespeare, pero esto no colmo mi capacidad de sorpresa, pues un día apareció con una mandolina entre las manos y nos brindo la mejor clase magistral de música que he recibido en mi vida, aquel no era un maestro, eran varios maestros confundidos en un solo cuerpo, que de tan delgado planteaba un problema conflictual de espacio, ¿como podían entrar tantas personas en esa estructura corporal de un metro sesentaitantos centímetros y escasos 55 kilos de peso ? Este problema de espacio y compresión molecular ni Einstein lo hubiese descifrado. Si este hombre hubiese ganado por lo que sabía y hacia, dudo que el erario Nacional hubiese alcanzado para satisfacer sus emolumentos.
Nunca lo vi fumar o beber, ignoro si lo hacía o no, otra cosa que nunca le vimos, fue enseñar Educación Física, creo que su dignidad le impedía vestirse en la ligera ropa deportiva, o tal vez le avergonzaba exhibir su precaria anatomía, esto lo delegaba en otra persona, a lo mucho lo aprecié con un silbato en los labios dirigir la gimnasia rítmica o arbitrar un encuentro deportivo.
Recuerdo que su esposa era una afable mujer de aspecto maternal que muy ocasionalmente visitaba la escuela quien sabe por que motivos, y tenía varias hijas, a cual mas hermosa, incluso una de ellas con el tiempo incursiono con éxito en la Televisión capitalina, a ellas por supuesto solo las conocía de vista en ese entonces, pues nunca se asomaron por la escuela, imagino que D. Lorenzo tenía sobrados motivos para evitar su contacto con la mijanada de palomillas que poblábamos su escuela.
Terminé ese año que se me hizo corto, las soleadas mañanas, las calurosas tardes, los inacabables partidos de fooball , los juegos a Tarzan o los Cow Boys, tan de moda en ese entonces quedaron atrás, y marche nuevamente a Lima a continuar mis estudios secundarios y perdí de vista a Don Lorenzo, salvo un mezquino intercambio de saludos ocasional cuando nos cruzábamos en la calle en mis escasos días de vacaciones en Pucallpa, luego marché fuera del país, y traspapele en mi memoria su recuerdo entre mis nuevas preocupaciones Universitarias, sin embargo el seguía ahí, como diría Bécquer “ Del rincón en el ángulo oscuro “ hallabase El, y no me percate hasta muchos años después , en que conversando con un amigo de juventud, que El estaba ahí, presente, respetado por el paso del tiempo, con su figura hierática y una mandolina lustrosa en las manos, contemplándonos con sus ojos diminutos empequeñecidos por su aguileño y magnífico apéndice nasal, coincidimos en rescatarlo del almacén de nuestra memoria, y sentí nostalgia de su presencia, de su voz, de su altivez nunca doblegada, de su sapiencia , Mi amigo me dijo saber donde vivía Don Lorenzo, pues radicaba en Lima, en las afueras, y quedamos en visitarlo, recuerdo que me llevó por uno por esos barrios emergentes, de calles que no conocían el asfalto, con olor a cemento sin fraguar, a ladrillos recién salidos del horno, a un barrio, con casas a medio camino de su edificación, como las muelas cariadas de la boca de un anciano, como muchos de los que existen en la periferia de Lima, en uno de esos barrios populares que ostentan presuntuosos nombres , con ruido de aviones sobrevolándolo por su cercanía al aeropuerto, muy distante de lo que yo hubiera deseado para El, y que con justicia merecía, nos abrió la puerta una de sus hijas (todas en su juventud fueron muy hermosas, como magra retribución del destino por lo poco que le dio la vida ) y momentos después nos recibió , igual de fisonomía como si el tiempo también se hubiese rendido ante su altivez, sin doblegarlo, entero en su lucidez mental, de la que hizo gala relatándonos sus años mozos de maestro en Masisea, del trazado del aeropuerto en ese poblado del que fue uno de los artífices, Donde sin mas teodolito que su vista y sin mas referencias geográficas que unas cañas bravas ejecutaron su trazo, luego de su traslado a Pucallpa, de sus visitas a Yarina Cocha, donde se podía sacar el pescado con solo introducir la mano de lo abundante que era, nos ilustró sobre la llegada de los primeros colonos a Pucallpa, y tantas otras anécdotas que hicieron corto el tiempo de nuestra estadía en su hogar, el hogar de un MAESTRO, austero hasta el límite, pulcro hasta la exageración, donde trascendía su honradez y rectitud, la de un hombre que con seguridad nunca atesoro mayor peculio que sus conocimientos y dedicación a sus alumnos, que administró el escaso presupuesto que le otorgaba el Estado con la cicatería de un avaro, sin emplearlo en su propio beneficio, pese a que con el tiempo ejerció la Dirección de Colegios de mayor alumnado e importancia.
Al marcharme y estrechar por última vez su mano, pues sabía que no lo volvería a ver , le hice saber de mi reconocimiento y gratitud con toda la sinceridad que pude otorgar a mis palabras, no se si las recibió así, sin embargo como tales se los trasmití, recuerdo que la voz se me quebró y un nudo se apelotonó en mi garganta, El pertenecía a un tiempo pasado irrecuperable, pero ya formaba parte de la Historia de Pucallpa, de esa historia no escrita que pergueñando estas líneas quiero rescatar del olvido.
GRACIAS DON LORENZO, EN MI NOMBRE Y EN EL DE TODOS LOS QUE UN DIA NIÑOS PASAMOS POR SUS MANOS EN ESA ESCUELITA DE PONA Y PALMA tan escasa de recursos pero tan llena de conocimientos y calor humano, lo imaginó en el cielo al que habrá accedido por derecho propio, impartiendo docencia como solo Ud. Sabía hacerlo , ante un coro de sorprendidos querubines, y pulsando una mandolina en lugar de un arpa , también se que dirigirá su mirada desde el Olimpo celestial hacia la distante tierra, buscando una precaria edificación de pona con techo de palma, con su bicolor flameando al viento, rodeada del verdor de nuestra selva , con sus queridos alumnos formados marcialmente en su querido patio, esperando ese obligado pase de lista, al cual agradecidos , ahora le respondemos PRESENTE.
Motelo: denominación regional a la tortuga de tierra
Mijanada: término con que se designa en la selva a los cardúmenes de peces que salen de los lagos al crecer el río y se desplazan formando una masa uniforme
Pona: Material de construcción, sumamente duro, extraído descortezando el árbol del mismo nombre, se usaba para paredes y cercos por su resistencia a la podredumbre y solidez. Hoy en día se emplea para confeccionar parquet.
Tàmishi: liana o soga de monte, de extrema resistencia y dúctil cuando húmeda, se usa para atar fardos o sujetar los empalmes de las construcciones típicas de la selva, el cáñamo la ha substituido
Marañones.- Jugosa Fruta tropical, de astringente sabor, y piel suave de brillantes colores, conocida también en Brasil como Cashu
Porque después de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Vive de lo que tiene sepultado
(Fco. Luís Bernárdez)
L
a 1230, tenía nombre de Locomotora Ferroviaria, pero así se estilaba, numerar las escuelas Estatales; Corría el año 52, un poco mas de la mitad del siglo , y por una de esas decisiones familiares nunca explicadas y jamás comprendidas , deje mi Internado en el Santa Rosa de Lima de Chosica y me llevaron a cursar el 5to de primaria a Pucallpa, quedaron así atrás cuatro años junto a los sacerdotes Agustinos, sin embargo en honor a la verdad eso colmaba mi felicidad y ansias de libertad infantil, Los veranos de vacaciones que no pasaba en la playa de La Punta o Chorrillos donde teníamos casa, los pasaba al lado de mi familia en Pucallpa, dejaba en Lima el protocolo en el vestido y las formas y era libre como las aves del cielo, sin ¡cuidado con los carros, ¡ ¡ cuidado con el tranvía¡ o no salgas a la Calle, Pucallpa para un niño de mi edad, era lo más cercano al Paraíso, con sus días llenos de sol, su cielo nocturno alfombrado de rutilantes estrellas, su río de color arcilloso, sus lagos de tranquilas aguas, su perfume a monte, a tierra, a vida y esa sensación de libertad difícil de definir pero que llena nuestro espíritu. , Los paseos vespertinos al lado de mi padre por los estrechos senderos entre las chacras, ya sea a pie o en bicicleta, las tranquilas tardes de pesca en la quebrada de Manantay o en la laguna de Paca cocha ( hoy solo existe en nuestro recuerdo pues desapareció como tantas otras cosas) o los días de cacería por las chacras de la carretera, las visitas a los hospitalarios amigos paternos, en cuyos huertos siempre había algún árbol colmado de algún tipo de fruta , suculentos racimos de amarillos plátanos, coloridos Marañones, jugosas mandarinas, deliciosas piñas, ácidas y secas guayabas, dulces mangos o tiernas guabas, las que atraían nuestra inmediata atención, y nunca faltaba un joven de nuestra edad que nos acompañaba gustoso a tomar de esa vitrina natural la fruta de nuestro agrado.
El con su casco colonial Ingles muy de moda en esa época, la escopeta terciada a la espalda, su rostro afable, radiante de sol , sus ojos verdes color olivo y su metro ochentaitantos , todo un personaje que despertaba el aprecio y saludo de los moradores de Pucallpa, y yo a su lado orgulloso de llevar su sangre y contar con su cariño y protección, si quisiera cuantificar en un valor lo que eso significaba para mi, ni juntando todas las monedas acuñadas desde la época de lo Fenicios, habría lo suficiente para pagarlo.
Una mañana de marzo se nos comunicó que ese año escolar lo cursaríamos en Pucallpa, y marzo se convirtió en Diciembre, mejor regalo no podrían habernos otorgado a mi hermana y a mi, y así me llevaron a matricularme a la 1230, lo primero que me extrañó fue el que la denominaran con un número, pues mis oídos
Capitalinos estaban acostumbrados a los nombres, hasta entonces nunca había escuchado de ninguna que se denominase numéricamente.
La Escuela quedaba a varias calles de mi casa a decir verdad bastante lejos para mis cortas piernas , sin embargo contaba con una bicicleta , que en esa época era el vehículo de desplazamiento de casi todos los moradores, tanto así que el Municipio instituyo el uso obligatorio de placas de rodaje , como una manera de recaudar fondos, su marca era Monarch, de sólido acero, unas magníficas llantas que nunca supieron de pinchaduras, y con una peculiar y eficiente manera de frenar , a contrapedal, la cual no he visto actualmente.
La 1230 se hallaba ubicada si mal no recuerdo en lo que ahora es el jirón Sucre, a espalda de la Escuela de Mujeres de las Madres Franciscanas y separados por un monte cuasi virgen entre ambos, de por lo menos una hectárea de dimensión , su construcción era de paredes de pona sujetas con clavos , con espacios entre ellas por las que se filtraba el aire y la lluvia cuando esta era con viento , su techo de hojas de palmera descansaba sobre gruesos troncos de Huacapú, asegurados con lianas de tàmishi, su piso de tierra dura y lisa de tanto que se había barrido , con unas carpetas de madera con los tableros manchados por tinta de diferentes colores, la que se empleaban entonces para escribir, una gran pizarra negra al frente y al costado izquierdo una mesa amplia con una silla reservada para el maestro, Básicamente eran dos grandes aulas separadas por un pasillo central; En la parte delantera que daba a la calle existía un patio donde formábamos por las mañanas y al centro un delgado tronco que fungía de asta, con una bandera Peruana flameando al viento, sobre la puerta que daba al pasillo de ingreso existía un gran escudo de latón, que semejaba la caparazón de un gran motelo, en el que se veía el Distintivo Patrio, y el Número de nuestra Escuela, sobre un fondo blanco, la austeridad y modestia eran evidentes por donde se la mirase, sin embargo teníamos un Profesor de Lujo, era como una gema preciosa engarzada en bisutería barata, lo vi por primera vez cuando me matricularon, de constitución sumamente delgada y nervuda, la ropa parecía dibujar su estructura ósea, pómulos salientes y una gran nariz algo desproporcionada para su rostro, el cual evocaba rasgos semíticos, escaso cabello entrecano y una frente amplia, toda su persona irradiaba una distinción y orgullo, que no se condecía con su magro sueldo de maestro primario y su cargo de Director de Escuela en una apartada región de nuestra Patria, apostura mas propia para un gran Director de Liceo capitalino, pulcro en el vestir, pero con una correa gastada por el tiempo y un calzado brillante pero que había conocido tiempos mejores, percibí un poco de resentimiento en su voz al inscribirme, pues iba a ocupar una plaza que presumiblemente era requerida por otro niño con mas necesidades, o quizá lo abrumaba el hecho de tener entre sus alumnos a uno que venía de un colegio de la costa con mucho estatus y quien sabe que pretensiones, o quizá tenía algún ignorado rencor guardado contra mi padre, el cual se desempeñaba como autoridad, en ocasiones Municipal y en otras sub. prefectural, recuerdo que arguyó que ya no tenía carpetas, razón por la cual mi padre le ofreció mandar confeccionar una, amen de otras trabas que no recuerdo, mi padre lo arrinconó poco a poco desbaratando una a una sus objeciones, y esto al parecer lo irritaba mas, yo en mi interior empecé a temer por la animadversión que gratuitamente se me estaba otorgando, y dude si en realidad era tan buena la idea de estudiar en Pucallpa, Finalmente se me matriculó, y a partir de ese día empecé la cuenta regresiva hasta el día del inicio de las clases, con una mezcla de curiosidad y temor.
Y como dice el adagio popular, no existe deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla, así llegó el primer día de abril, y enfundado en un pulcro uniforme de color beige claro (lo llamábamos entonces caqui, por la tela con que se confeccionaba) y cinco cintas azules en las hombreras que identificaban el grado que cursábamos, acudí mas temerosos que emocionado a mi nueva escuela.
Nunca esperé ni recibí un trato diferente al de mis compañeros de aula, y así fue, recuerdo que cada día tenia un rito inamovible, solo alterado por las lluvias, A las 8 a.m. formábamos en el patio, cantábamos el Himno Nacional y se nos pasaba lista, luego ordenadamente ingresábamos al salón y nos manteníamos de pie hasta que hacia lo propio Don Lorenzo, que era la forma con la que nos dirigíamos respetuosamente a El, ocupábamos nuestros pupitres y el empezaba su clase captando mi atención de una forma como no lo habían logrado antes ilustres profesores de Lima, sobria y amenamente desarrollaba sus temas, interrumpido solo por el repique de una broncínea campana de seco y metálico sonido , que marcaba el recreo cada 50 minutos, era un solo profesor para todas las asignaturas, Matemáticas, Historia, Geografía, Castellano, Ciencias Naturales , Iniciación Técnica , Música etc., y en cada asignatura era una persona diferente, nunca he conocido a alguien que cambiase tanto con 10 minutos de intervalo, El sesudo Matemático de la primera hora de la mañana, adusto y racional, la hora siguiente se convertía en el anecdótico profesor de castellano y Literatura, para pasar luego a ser un científico profesor de Ciencias Naturales, que nos describía y ejecutaba experimentos de Botánica o física elemental, o que dejaba en paños menores a algún voluntario para describirnos en clase práctica la Anatomía Humana, o en la siguiente instruirnos en los complicados verbos , sintaxis y pronunciación de la lengua de Shakespeare, pero esto no colmo mi capacidad de sorpresa, pues un día apareció con una mandolina entre las manos y nos brindo la mejor clase magistral de música que he recibido en mi vida, aquel no era un maestro, eran varios maestros confundidos en un solo cuerpo, que de tan delgado planteaba un problema conflictual de espacio, ¿como podían entrar tantas personas en esa estructura corporal de un metro sesentaitantos centímetros y escasos 55 kilos de peso ? Este problema de espacio y compresión molecular ni Einstein lo hubiese descifrado. Si este hombre hubiese ganado por lo que sabía y hacia, dudo que el erario Nacional hubiese alcanzado para satisfacer sus emolumentos.
Nunca lo vi fumar o beber, ignoro si lo hacía o no, otra cosa que nunca le vimos, fue enseñar Educación Física, creo que su dignidad le impedía vestirse en la ligera ropa deportiva, o tal vez le avergonzaba exhibir su precaria anatomía, esto lo delegaba en otra persona, a lo mucho lo aprecié con un silbato en los labios dirigir la gimnasia rítmica o arbitrar un encuentro deportivo.
Recuerdo que su esposa era una afable mujer de aspecto maternal que muy ocasionalmente visitaba la escuela quien sabe por que motivos, y tenía varias hijas, a cual mas hermosa, incluso una de ellas con el tiempo incursiono con éxito en la Televisión capitalina, a ellas por supuesto solo las conocía de vista en ese entonces, pues nunca se asomaron por la escuela, imagino que D. Lorenzo tenía sobrados motivos para evitar su contacto con la mijanada de palomillas que poblábamos su escuela.
Terminé ese año que se me hizo corto, las soleadas mañanas, las calurosas tardes, los inacabables partidos de fooball , los juegos a Tarzan o los Cow Boys, tan de moda en ese entonces quedaron atrás, y marche nuevamente a Lima a continuar mis estudios secundarios y perdí de vista a Don Lorenzo, salvo un mezquino intercambio de saludos ocasional cuando nos cruzábamos en la calle en mis escasos días de vacaciones en Pucallpa, luego marché fuera del país, y traspapele en mi memoria su recuerdo entre mis nuevas preocupaciones Universitarias, sin embargo el seguía ahí, como diría Bécquer “ Del rincón en el ángulo oscuro “ hallabase El, y no me percate hasta muchos años después , en que conversando con un amigo de juventud, que El estaba ahí, presente, respetado por el paso del tiempo, con su figura hierática y una mandolina lustrosa en las manos, contemplándonos con sus ojos diminutos empequeñecidos por su aguileño y magnífico apéndice nasal, coincidimos en rescatarlo del almacén de nuestra memoria, y sentí nostalgia de su presencia, de su voz, de su altivez nunca doblegada, de su sapiencia , Mi amigo me dijo saber donde vivía Don Lorenzo, pues radicaba en Lima, en las afueras, y quedamos en visitarlo, recuerdo que me llevó por uno por esos barrios emergentes, de calles que no conocían el asfalto, con olor a cemento sin fraguar, a ladrillos recién salidos del horno, a un barrio, con casas a medio camino de su edificación, como las muelas cariadas de la boca de un anciano, como muchos de los que existen en la periferia de Lima, en uno de esos barrios populares que ostentan presuntuosos nombres , con ruido de aviones sobrevolándolo por su cercanía al aeropuerto, muy distante de lo que yo hubiera deseado para El, y que con justicia merecía, nos abrió la puerta una de sus hijas (todas en su juventud fueron muy hermosas, como magra retribución del destino por lo poco que le dio la vida ) y momentos después nos recibió , igual de fisonomía como si el tiempo también se hubiese rendido ante su altivez, sin doblegarlo, entero en su lucidez mental, de la que hizo gala relatándonos sus años mozos de maestro en Masisea, del trazado del aeropuerto en ese poblado del que fue uno de los artífices, Donde sin mas teodolito que su vista y sin mas referencias geográficas que unas cañas bravas ejecutaron su trazo, luego de su traslado a Pucallpa, de sus visitas a Yarina Cocha, donde se podía sacar el pescado con solo introducir la mano de lo abundante que era, nos ilustró sobre la llegada de los primeros colonos a Pucallpa, y tantas otras anécdotas que hicieron corto el tiempo de nuestra estadía en su hogar, el hogar de un MAESTRO, austero hasta el límite, pulcro hasta la exageración, donde trascendía su honradez y rectitud, la de un hombre que con seguridad nunca atesoro mayor peculio que sus conocimientos y dedicación a sus alumnos, que administró el escaso presupuesto que le otorgaba el Estado con la cicatería de un avaro, sin emplearlo en su propio beneficio, pese a que con el tiempo ejerció la Dirección de Colegios de mayor alumnado e importancia.
Al marcharme y estrechar por última vez su mano, pues sabía que no lo volvería a ver , le hice saber de mi reconocimiento y gratitud con toda la sinceridad que pude otorgar a mis palabras, no se si las recibió así, sin embargo como tales se los trasmití, recuerdo que la voz se me quebró y un nudo se apelotonó en mi garganta, El pertenecía a un tiempo pasado irrecuperable, pero ya formaba parte de la Historia de Pucallpa, de esa historia no escrita que pergueñando estas líneas quiero rescatar del olvido.
GRACIAS DON LORENZO, EN MI NOMBRE Y EN EL DE TODOS LOS QUE UN DIA NIÑOS PASAMOS POR SUS MANOS EN ESA ESCUELITA DE PONA Y PALMA tan escasa de recursos pero tan llena de conocimientos y calor humano, lo imaginó en el cielo al que habrá accedido por derecho propio, impartiendo docencia como solo Ud. Sabía hacerlo , ante un coro de sorprendidos querubines, y pulsando una mandolina en lugar de un arpa , también se que dirigirá su mirada desde el Olimpo celestial hacia la distante tierra, buscando una precaria edificación de pona con techo de palma, con su bicolor flameando al viento, rodeada del verdor de nuestra selva , con sus queridos alumnos formados marcialmente en su querido patio, esperando ese obligado pase de lista, al cual agradecidos , ahora le respondemos PRESENTE.
Motelo: denominación regional a la tortuga de tierra
Mijanada: término con que se designa en la selva a los cardúmenes de peces que salen de los lagos al crecer el río y se desplazan formando una masa uniforme
Pona: Material de construcción, sumamente duro, extraído descortezando el árbol del mismo nombre, se usaba para paredes y cercos por su resistencia a la podredumbre y solidez. Hoy en día se emplea para confeccionar parquet.
Tàmishi: liana o soga de monte, de extrema resistencia y dúctil cuando húmeda, se usa para atar fardos o sujetar los empalmes de las construcciones típicas de la selva, el cáñamo la ha substituido
Marañones.- Jugosa Fruta tropical, de astringente sabor, y piel suave de brillantes colores, conocida también en Brasil como Cashu
EL LAGO DE PACA COCHA Y SU MADRE
A mis entrañables amigos que compartieron mi infancia y cuyos nombres y rostros el tiempo esta borrando de mi memoria pero no de mi corazón
U
n poco mas al norte de donde se encuentra ahora el Hospital de Pucallpa colindante con el antiguo aeropuerto y bajando por el barrio El Arenal, existía un hermoso lago a cuyas orillas existían plantaciones de Caña de Azúcar , platanales y yucales , por el oeste se comunicaba con el Lago de Yarina Cocha por unos caños, que en época de vaciante daban lugar a unas playas arenosas donde se sembraban arroz y sandias, este lago era el hogar de blancas y patilargas garzas, de alargados picos, que de tanto en tanto introducían en las quietas aguas para extraer los peces con los que glotonamente se alimentaban, los tucanes de gruesos picos y vistoso plumaje, se asomaban entre las ramas, ahítos de los frutos que se prodigaban por doquier, hasta los voluminosos paujiles de picos colorados se enseñoreaban en las ramas, indiferentes al paso de los humanos, los grandes camungos buscaban las ramas mas fuertes para posarse , ruidosos loros parloteaban constantemente , coloridos Guacamayos y pihuichos, que cuando despegaban en vuelo ocultaban por su inmenso número la luz del sol, llenaban el ambiente con sus agudos chillidos , Los paucares con su llamativo color amarillo y negro, se asomaban en sus colgantes nidos, que pendían como mercaderas de las ramas de los elevados taperivas, parecían extrañas ciudades aéreas producto de alguna alucinante fantasía , los ceticos crecían numerosos formando una elevada empalizada en cuyas ramas no era extraño divisar a los pelejos ( perezosos) que se desplazaban entre ellas en cámara lenta, saboreando los tiernos y verdes retoños de sus tallos , sobre sus aguas se reflejaban las nubes y el azul del cielo, como si se tratase de un pulido espejo, sobre el que las libélulas se posaban por breves instantes, batiendo sus alas en inverosímiles maniobras.
Este lago era inmensamente rico en peces, las palometas, Pañas y Carachamas abundaban en Mijanadas , Bufeos y lagartos, así como las boas, también eran numerosas , no era extraño ver las culebras atravesar nadando el lago, serpenteando en el agua generando minúsculas ondas, hasta llegar a sus orillas, pobladas de renacos cuyas raíces y tallos les daban el aspecto de inmensos laberintos , entre las que se cobijaban, confundiéndose entre las raíces., para el mes de junio sus aguas se llenaban de pequeños y deliciosos camarones de lago , así como de unas almejas de gran tamaño, tan abundantes que era fácil el extraerlas con las manos de los bancos que se formaban cerca de la orilla.
Su cercanía era una tentación para nosotros los jóvenes y ya sea a pie o en bicicleta aprovechábamos todas las oportunidades que se nos presentaban para coger el sendero que nos llevaba a sus fangosas y negras orillas, donde los que ahí vivían generosamente nos prestaban sus canoas, en las que salíamos a pescar o simplemente a pasear o tomar un refrescante baño.
Una calurosa mañana, en la que el sol se ensañaba inmisericorde con nuestros cuerpos, Masho un amigo del colegio con el que nos unían múltiples y secretas aventuras escolares, pero del que no recuerdo su verdadero nombre , mientras jugábamos en el primer recreo de la mañana, como quien no quiere la cosa me soltó un comentario, ...... con lo fresquitos que estaríamos en Paca... como familiarmente llamábamos al lago, y a mi que era un débil de espíritu cuando se trataba de alejarse de la escuela , y requería muy poca perseverancia en la tentación para estar de acuerdo, se me imaginó la holganza paradisíaca que nos ofrecería el lago, imaginaba sus palmeras, y los frutos que se nos brindarían por la generosa naturaleza, los rojos y jugosos cashos, la dulce caña, las suculentas guabas, las dulces piñas , esto unido al poco interés que despertaba en mi el quedarme toda la mañana en la escuela escuchando tediosas explicaciones sobre ciencias naturales, cuando se me ofrecía una clase practica sobre el tema, magistralmente impartida por el mas sabio de los profesores que se nos podía ofrecer, el bosque y sus moradores.
Sin pensarlo mas , disimuladamente nos apartamos del grupo de compañeros que jugaban cerca de nosotros , y nos internamos en un bosquecillo que se encontraba frente a la escuela, sigilosamente dimos un rodeo que nos enrrumbò hacia el extremo de la pista de tierra que fungía de campo de aterrizaje para los aviones bimotores que nos enlazaban con otras ciudades , con precaución, pues era la hora en que llegaba el vuelo de Faucett de Lima, un vetusto DC• 3, que seguramente habría conocido tiempo mejores sobrevolando la campiña Francesa en misiones militares en Europa durante la no lejana Guerra Mundial, y que ahora acondicionado para transportar pasajeros, surcaba los cielos de la selva Peruana, uniendo sus ciudades y pueblos, al volver la mirada hacia el cielo pudimos ver su clásica silueta descendiendo para tomar tierra en el extremo sur de la pista, nos sentamos a la vera de la pista y mientras mordisqueábamos los tallos agridulces de las yerbas que crecían lujuriosas a la vera del campo de tierra, lo vimos posar sus ruedas delanteras sobre el suelo, despidiendo detrás suyo una enorme bola de polvo amarillento, el estrépito del ruido de sus motores se acercaba a nuestros oídos cada vez con mas intensidad, mientras su proa se agrandaba a nuestra vista, al llegar a nuestra altura el ruido era ensordecedor, y carreteaba lentamente arrastrando su cola sobre la tierra, sostenida por una pequeña rueda, y empezó a girar para regresar por el camino recorrido, pues la casucha que fungía de terminal terrestre se encontraba a mitad de la alargada pista, mientras irreverentemente nos mostraba la cola, el tronar de los motores se hizo mas intenso y una salva de tierra y arena nos agredió inmisericorde obligándonos a entrecerrar los ojos para evitar quedar ciegos por el polvo, mientras nuestros rostros se desfiguraban por efecto del fuerte ventarrón que salía de detrás de las hélices, nosotros nos reíamos y nuestra risa sonaba entrecortada burbujeando entre nuestros labios, como cuando uno pone la cara frente a un ventilador y trata de hablar, nos mirábamos riéndonos a mas no poder de nuestros rostros desfigurados y llenos de polvo, mientras la nave se alejaba hacia el terminal, nos pusimos de pie sacudiendo nuestros cabellos y ropa, llenos de tierra y briznas de paja, escupiendo una saliva rojiza y con un sabor a polvo en los labios reanudamos nuestra marcha hacia el lago.
A los lados del sendero los árboles crecían plenos de follaje y las aves colmaban sus ramas como frutos animados que volaban de una rama a otra, su canto llenaba el ambiente y su sombra nos refrescaba, los rayos del sol pugnando por atravesar las hojas en su intento de llegar al suelo , parecían luminosas estrellas que destellaban entre el follaje como chispas de luz, gruesas lianas colgaban desde las alturas, llegando hasta el suelo, y nos servían para columpiarnos en grandes saltos, avanzando como habíamos visto hacerlo a Tarzan en las películas que exhibían en el Cine Pucallpa o Tropical, si alguna vez ha existido una sensación mas cercana a la Libertad total, creo que la he sentido en esas oportunidades, donde mi imaginación volaba entre la selva que nos rodeaba, y nuestros cuerpos pendían casi ingrávidos de las lianas, ni la sensación áspera de sus cortezas que hería nuestras manos nos ataba a la realidad, pues nuestros corazones latían fuera de nuestros pechos, mientras proferimos agudos gritos imitando a la aves y a los monos que jugaban mas arriba en las elevadas ramas, y que nos miraban con sus ojos redondos , en una imagen de admiración permanente, los frailecillos abundaban con su pelaje amarillo verdoso y sus largas colas, y sus rostros casi humanos.
El camino era una suave curva descendente y la tierra de roja que era, paulatinamente se volvía negra, hasta adquirir en las zonas mas húmedas un color pizarroso brillante, donde las mariposas de múltiples colores se posaban en grandes enjambres que se apartaban a nuestro paso, batiendo sus alas en una explosión de color, si el paraíso ha estado alguna vez en la tierra, debió de haber sido aquí, por los rezagos que habían quedado e él.
Al salir de un pequeño recodo se abrían los árboles como una ventana mas vertical que horizontal, y el espejo de agua del lago rielaba ante nuestra vista, mientras su superficie se escarapelaba de placer ante las caricias de la brisa que lo ondulaba tiernamente; Cerca de la orilla las plantas de guama flotaban meciéndose lánguidamente como una inmensa sábana, sobre la que algunas aves de largas y flacas patas se desplazaban en pequeños saltos ahitándose de insectos o pequeños peces, Las tangrillas y tuqui- tuquis brincaban en pequeños saltos y ese túnel vegetal llevaba nuestra mirada hasta estrellarla en esa inmensidad líquida de tonalidad amarillenta y tonos suavemente verdosos , como de té cargado, y un penetrante olor a tierra, follaje en descomposición, mezclado con el perfume de las plantas en floración enervaba nuestros sentidos, como si nos encontráramos bajo los efectos del Ayahuasca , por eso a nosotros no nos causaba extrañeza cuando los mayores comentaban acerca del embrujo de la selva, pues convivíamos con él, inmersos en su hechizo, olía como deben oler las hembras en celo, como esas ninfas que cerca de la orilla no muy lejos de nosotros , y con medio cuerpo en la cocha, se arrojaban agua usando sus pates, cascabeleando con su risa entre las ramas, confundiéndose con el trinar de las aves y el chillido de los monos, sus cobrizas pieles brillaban con una sensualidad que hería la vista, con el torso descubierto sus pechos se exhibían lúbricos y plenos, con sus obscuros pezones mirando al cielo, redondos y prominentes como pequeños volcanes, desinhibidas y ajenas a los sentimientos del pecado original, lo que contribuían a esa sensación paradisíaca que nos embargaba.
Tres canoas se mecían suavemente sobre las pequeñas ondulaciones que el viento levantaba sobre las tibias aguas del lago, frotando sus costados coquetamente en cortos roces, descendimos la pequeña pendiente y nos quitamos el calzado para no ensuciarlo en el lodo de la orilla, y muy sueltos de huesos desatamos la canoa que se encontraba sujeta a un palo largo prendido en el barro, al cual los nativos llamaban Tangana , el cual servia para impulsar a la canoa, cuando esta navegaba por zonas poco profundas , o para emplearse de improvisada sujeción, cuando se pescaba en aquellas partes del lago que por su poca profundidad lo permitían , Masho se introdujo en el agua empujando la proa dirección a zonas mas profundas, estábamos en esto, cuando asomó por la pendiente la cabeza rubia de Sheshin, ( Nombre con el que familiarmente llamábamos a Cesar ) quien atropelladamente bajaba la pequeña cuesta, y poco mas atrás la desgarbada figura de Toñico ( nombre familiar de Antonio) seguía sus pasos, moviendo sus brazos cual aspas de molino, llamaban nuestra atención, aunque en realidad fuera de las ninfas que remojaban sus cuerpos en ese recodo del lago, no había otra presencia humana.
Al parecer Masho y yo no éramos los únicos que habíamos tenido la feliz idea de escaparnos del aula esa calurosa mañana, apuradamente y solo en calzoncillos, mientras sostenían sus pantalones sobre sus cabezas, se treparon en la canoa mientras que a ruidosas carcajadas festejábamos nuestro encuentro e impremeditada complicidad en la fuga.
Toñico tomó el remo que descansaba en un charco de agua en el fondo de la canoa, y empezamos a bogar silenciosamente alejándonos de la orilla, mientras yo en la popa clavaba en el cieno la Tangana para colaborar en el desplazamiento de la canoa orientándola hacia el centro del lago, mientras salpicamos nuestros cabellos con el agua fresca que recogíamos ahuecando nuestras manos, mientras nuestros uniformes escolares todos juntos en un amasijo confuso de ropa y calzados, lucían desordenados en la proa.
Comentando nuestra compartida aventura nos dirigimos hacia una parte mas profunda, donde pudiésemos nadar a nuestras anchas, no muy alejada por cierto de la orilla, pues hasta nuestros oídos llegaban apagadas las risas de las jóvenes que se bañaban cautas en la margen, mientras nosotros, intrépidos varones, buscábamos zonas mas profundas. Al encontrar un sitio que nos pareció mas apropiado , dejamos flotar a la canoa mansamente en la aterciopelada superficie, la que reflejaba el azul del cielo y las nubes que vagaban como copos de algodón en blancos rebaños, proyectando sus frescas sombras temporalmente sobre nuestras cabezas, el lago era un hermoso espejo donde podíamos ver el reflejo de las aves que surcaban el cielo, y que solo era roto momentáneamente por los círculos que se producían por el salto de algún pez fuera de ellas, con sus doradas escamas brillando al sol, o por algún martín pescador que se precipitaba a pescar alguna pequeña mojarrilla que se había atrevido irresponsablemente a nadar muy cerca de la superficie, en la búsqueda de alguna fruta caída de los árboles que circundaban el lago , convirtiéndose de comensal en alimento.
Masho fue el primero en saltar estrepitosamente al agua, salpicándonos a todos, no tardaron Toñico y Sheshin en seguirle los pasos, y los tres nadaban alrededor de la canoa, echándome agua a manos llenas para que los acompañara en su retozar, cogí la Tangana con la intención de clavarla en el cieno y sujetar a ella la canoa, para que no se alejase de nosotros, y compartir todos juntos la frescura de las agua de paca cocha.
La Tangana mediría unos tres metros de largo aproximadamente , la habían confeccionado empleando la rama recta de algún tronco de madera dura, y mojada pesaba ligeramente, sin embargo pese mi juventud podía maniobrarla con cierta destreza, empecé a introducirla al agua, casi verticalmente , cuando a través de ella y perpendicularmente a donde me encontraba de pie sobre la canoa, vi en el cenagoso fondo, lo que me pareció la gruesa raíz de un Renaco, algo retorcida sobre si misma, aunque me llamó la atención sus vivos colores amarillentos, que se presentaban distribuidos en grandes motas sobre su brillante superficie, toñico me retaba a unos metros, flotando sobre el agua haciendo el muertito, mientras expulsaba agua por la boca, como un pequeño géiser , incitándome a que saltase, sin embargo un extraño presentimiento hizo que cautamente continuase introduciendo la vara en el agua, tratando de seguir con la vista el extremo inferior de la misma, sin embargo mi visión estaba algo distorsionada por el efecto óptico que esto ocasiona , como si la vara estuviese angulada, no se si llegué a rozar con la vara el supuesto Renaco, pero de pronto este empezó como a desenredarse espontáneamente, como si se desanudase un ovillo, y pude ver el extremo diamantado de la cabeza de lo que sin duda era una inmensa boa, su grosor era como el del tronco de un ser humano, o al menos eso es lo que me pareció en lo poco que ahora puedo recordar, y sus ojos de mirada perversa avanzaron hacia la superficie, y sentí estar siendo hipnotizado por la intensidad de esas pupilas, tal como miles de veces había oído contar que procedían los reptiles para cazar a sus presas, inmovilizándolas, petrificándolas para evitar su huida, lo que permitía capturarlas y enroscarse en ellas hasta quebrar todos sus huesos y engullirlas enteras desencajando sus inmensas fauces, sin embargo en esos momentos no pensaba en ello, tenia la mente completamente en blanco.
Mis tres amigos ajenos al peligro y al drama interno que yo vivía continuaban nadando y acercándose peligrosamente a donde yo me encontraba , permaneciendo como si fuese una estatua de piedra erguida en la popa de la canoa, quería gritar para advertirles del peligro, pero mi lengua se negaba a obedecerme y mis labios se habían sellado como si hubiese comido cien caimitos, mis brazos dejaron de pertenecerme, y por tanto hacían caso omiso a mis órdenes de retirar la tangana del agua, pues temía irritar a la boa si se sentía agredida, no se cuanto tiempo transcurriría , cuando como en un sueño noté a mi lado la presencia de sheshin , quien no se como ni en que momento se había trepado a la canoa , sentí que me quitaba bruscamente la tangana, y tiraba de mí hacia el centro de la canoa, recién entonces vi su pelo rubio brillar como oro al sol, y sus labios mas blancos que las nubes que surcaban el cielo, sus ojos abiertos como platos parecían ocupar toda su cara, escondiendo las pecas que abundantemente lo adornaban, detrás de , toñico y masho yacían tirados en el fondo de la canoa, restregando sus caras contra el fondo húmedo de la misma, quietos como muertos, recién entonces me empezó poco a poco a volver el alma al cuerpo y sentí el calor vital de mi sangre reanudar su recorrido por mis arterias , y mis oídos se abrieron a los ruidos del mundo con un .... plock ... que parecía el estallido de una Pococha que los había tapado hasta entonces completamente, no se como doble mis rodillas para sentarme en la tabla que unía los bordes de la canoa a manera de una rústica banca , mientras mis huesudas rodillas chocaban unas con otras presas de una súbita inexplicable e incontrolable malaria y mis dientes parecían castañuelas repicando dentro de mi boca .
Pasaron unos interminables minutos que bien pudieron haber sido horas, pues para esos efectos nosotros habíamos perdido la noción del tiempo, mientras permanecíamos en silencio y aguardando lo peor, con los corazones agazapados en nuestros pechos, sintiendo sus latidos brincar en nuestras sienes, tratando de escuchar cualquier ruido por imperceptible que este fuese y temiendo ver deslizarse dentro de la canoa al enorme reptil.
Las aves ajenas a nuestras cuitas continuaban surcando el cielo, y sus chillidos rompían poco a poco el manto de silencio y miedo que nos cubría , la luz del sol reverberando sobre la superficie del lago hería mi vista , al parecer había estado sin parpadear mucho rato, Sheshin sentado en cuclillas en la canoa me miraba casi sin respirar, la tangana yacía a su costado , su brillante superficie se había secado, Masho fue el primero en hablar, y lo primero que de oímos murmurar fue...... YACU MAMA, ......ERA LA YACU MAMA, un escalofrío surco mi espalda desde la cintura a la cabeza, como un pequeño reptil que trepaba por mi columna vertebral , frío como el hielo y aguzado como el acero , y el eco de sus palabras parecían llenar el lago ... Yacu mama.... yacu mama....yacu mama... rebotando en todos los troncos, en los recodos , introduciéndose en las acequias sarmentosas que se desprendían del lago, como largos dedos que se introducían en la tierra desgarrándola, en los nidos que pendían de los árboles , enredándose en las raíces de los renacos, y las aves, los
Peces.. Los animales y los hombres, repetían asustados.
Siempre nos habían contado que las cochas , todas sin excepción tenían una madre, y esta era una boa inmensa, mas larga que una lancha y mas gruesa que un tronco , esta anidaba en sus aguas alimentándose de los peces que allí vivían, y hasta de los grandes rumiantes como las sacha vacas y venados que acudían a beber sus aguas en las orillas, a los cuales inmovilizaba con la intensidad de su mirada, paralizándolos para que no pudiesen huir, así podía acercarse a ellos, los que no atinaban a moverse presas de una catalepsia, generalmente les mordía en la trompa, ocluyendo sus fosas nasales con sus fauces, y con ese punto de apoyo se enroscaban en torno a ellos , como se enroscan las epifitas a los troncos, que parasitan, hasta matarlos, la boa los asfixia impidiéndoles los movimientos respiratorios, y fractura sus huesos estrujando los cuerpos, en sucesivas contracciones de sus anillos, cada vez mas apretadas convirtiéndolos en pellejos llenos de restos óseos, a los que tragaba enteros, desarticulando sus mandíbulas, y esto hacia aún con los cristianos que caían en sus fauces, sabíamos las historias de aquellos que habían saltado de sus canoas o balsas y nunca mas habían sido vueltos a ver , o pescadores que habían sido atrapados por su magnetismo ,la boa los encerraba en un mortal abrazo y los engullía con todo y sus ropas, las cuales eran encontradas en ocasiones en las heces que expulsaban, y solo por estas evidencias se llegaba a conocer de su triste final. , contaban los mayores haberla visto durmiendo en alguna orilla, enroscadas simulando un tronco caído, al cual incluso le crecían pequeñas plantas, pues solía dormir uno o mas meses durante sus prolongadas digestiones, dando tiempo a brotar encima de ella a pequeñas yerbas, muchos desprevenidos se habían sentado a reposar encima de ella, confundiéndola con un tronco , huyendo despavoridos cuando se empezaba a mover , otros contaban haberla visto surcar las aguas levantando a su paso enormes olas con su desplazamiento, y sus ojos asomar sobre las aguas como dos luminosas claraboyas , escrutando los dominios en que reinaba , contaban las historias que cuando la Yacu mama abandonaba un lago o moría, este se secaba, pues su madre lo había abandonado.
Dentro de la mitología de la selva la Yacu Mama ocupa un lugar preferencial y es origen de una saga que va de boca en boca entre los moradores, y de cuya veracidad nadie dudaba.
Al volverme la razón a la mente, note que la brisa lentamente nos había acercado a la orilla, y una alfombra verde nos rodeaba por los cuatro costados, era un mar de guama que ondulaba al compás de nuestra canoa, uno que otro fragmento de tronco asomaba entre ellas como las cabezas de negros lagartos, y unos abejorros zumbaban cerca de nosotros, cerca mío Sheshin permanecía en la misma posición, mientras Toñico y Masho comenzaban a incorporarse como si saliesen de un estado de trance, cogí la tangana con la intención de usarla para volver al precario puerto del que habíamos salido, pero al levantarla me pareció mas liviana, y al mirarla mas detenidamente estaba mas corta, le faltaba por lo menos una tercera parte, y esto para mi resultaba inexplicable, que cara de extrañeza pondría, que Toñico comento en voz alta, .... .....este no se ha dado cuenta de nada........ un poco mas y nos traga a todos, a continuación cogió el remo y abriendo un lento surco entre la guama la canoa empezó a deslizarse hacia el lugar donde nos embarcamos, el cual no distaría mas de 70 metros de donde nos hallábamos, pero se ocultaba por estar en una pequeña ensenada del lago.
Al llegar las bañistas estaban fuera del agua y algunas mujeres adultas y ancianos las acompañaban, con su ayuda atracamos la canoa sobre el cieno, cogimos nuestros uniformes y saltamos a tierra, a mas de uno nos habían reconocido, pues nuestros padres eran muy conocidos, a mí me tomó de la mano un anciano al que conocía como Sr. Soto, dueño de un trapiche de caña, al que mi padre solía visitar, nos subieron a una casa rústica que se elevaba del suelo unos dos metros, como un antiguo palafito, sostenida por gruesos troncos de Huacapú, con ello lograban los ribereños evitar que las crecientes inundases sus casas mientras duraba la temporada de creciente, así pude reconstruir lo sucedido, pues hasta entonces mi mente tenia un inmenso vació que no sabía como llenar.
Cuenta Sheshin, que fue el primero en reparar que algo extraño sucedía, que se encontraba llamándome por mi nombre para que los acompañase al agua, y al no hacerle caso, se acercó a la canoa con la intención de ayudarme a introducir la tangana en el cieno del fondo para atar la canoa a ella, estando a unos tres metros, viendo que continuaba sin responder a su llamado y que tenia la cara desfigurada por una mueca de espanto, nadó hacia la parte de proa alejándose de la popa donde yo me hallaba, intuyendo algo raro, y fue su intuición la que a la postre nos salvo a todos, al tratar de subir a la canoa la balanceo, y parece que esto hizo que la tangana hincase a la boa en alguna parte de su Cuerpo, esta reaccionó mordiendo la vara y tirando hacia ella, lo que me hubiese arrastrado irremediablemente al lago, probablemente para nunca mas emerger, de no suceder que esta por la fuerza de sus mandíbulas se partió, quedándose la parte inferior con la boa, y la superior asida a mis manos, los que aún estaban en el agua sintieron como si una inmensa corriente de agua los expulsase hacia fuera, y una ola los llevó afortunadamente hacia la canoa, ya Sheshin estaba arriba, ágil como un felino había trepado velozmente, Masho y Toñico cuentan que les salieron alas en los pies pues entre el impulso del agua y la desesperación también pudieron entrar en el frágil bote, pero antes de caer dentro alcanzaron a escuchar un terrible bramido y ver elevarse a pocos metros de Ellos el hocico abierto como el de un perro gigantesco de una inmensa boa, como si esta hubiese saltado fuera del agua queriendo asir el pedazo de tangana que pendía de mis manos, al parecer las oscilaciones de la canoa al trepar mis amigos, la hicieron calcular mal el salto y sus fauces se cerraron en el aire en un horrible chasquido, mientras el ambiente se llenaba del fétido y caliente aliento que expulsaba por el hocico.
Desde tierra, las bañistas que coquetamente nos miraban de cuando en cuando de soslayo, haciendo picarescos comentarios, notaron lo inusual de nuestra conducta, figurándose que estábamos jugando, cuando escucharon el horripilante bramido de la boa y la vieron saltar fuera del agua quedando su cuerpo suspendido unos segundos en el aire antes de caer pesadamente otra vez al agua, y en esos pocos segundos pudieron ser testigos de un hecho que quizá nunca se repetiría ante sus ojos, vieron a la Yacu mama, a la madre del lago; sus gritos atrajeron la presencia de los mayores, los cuales también habían oído el bramido de frustración de la fiera, al comprender que se quedaba sin sus presas, herida en lo más profundo de su amor propio, ellos conocían ese salvaje alarido, pues en algunas noches de tormenta competía con el tronar de los rayos que caían del cielo, y en la oscuridad de la noche, al abrigo de sus mosquiteros, les erizaba todos los pelos, pues encarnaba la eterna lucha entre el cielo y el infierno, entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Cuentan que nos llamaron a voces mientras veían nuestra canoa derivar lentamente hacia una orilla que era ocultada por la vegetación, y pese a haber dos canoas mas encalladas en el lodo de la orilla, nadie se atrevía a subirse a ellas e ir a nuestro encuentro, cuando nos perdieron de vista nos dieron por desaparecidos, sobre todo por que nadie respondía a sus llamados, ellos refieren que grandes olas llegaron hasta la orilla, las mismas que apartaron nuestro bote del reptil, el cual por extrañas e inexplicables razones no volvió a emerger, pues habría bastado un golpe de su enorme cola para voltear nuestra canoa o un empujón de su voluminoso cuerpo para hacernos zozobrar irremediablemente.
Nuestros mudos espectadores se quedaron mirando la inmensidad del lago aguardando algo que no sabrían explicar que era, cuando nos vieron aparecer lentamente entre la guama, deslizándonos al impulso del único remo que nos quedaba, como cuatros espectros recién resucitados de entre los muertos.
Cerca del medio día, liamos nuestros bártulos y nos despedimos agradecidos a estos humildes moradores por sus atenciones, y casi en silencio emprendimos el regreso, el sol caía a plomo sobre nuestras cabezas y las aves y los monos continuaban con sus rutinas cotidianas, todo aparentaba estar igual que cuando transitamos el camino en horas mas tempranas, sin embargo algo había cambiando para siempre en nosotros, Masho queriendo romper el ominoso silencio con el que caminábamos, tan ajenos a la conducta bulliciosa apropiada de nuestra edad, mirándome dijo. oye.... a ti te ha cutipado el Manchari...... despierta pues......., en otra oportunidad algo le hubiese retrucado, pues nunca fui de los que se quedaban callados, pero sin embargo permanecí en silencio, mientras Toñico le decía..............cállate Zonzo....
La verdad es que como si hubiésemos hecho un pacto de silencio, nunca, nunca. Más. Volvimos a ocuparnos del tema, como si quisiésemos borrarlo totalmente de nuestras vidas, como si hubiese sido un mal sueño que no valía la pena recordar, queríamos cubrirlo con una loza granítica de silencio y olvido para sepultarlo para siempre, incluso los moradores de paca cocha que fueron testigos del hecho, no se lo comentaron nadie que no fuese del lugar, tal vez entre ellos al abrigo de la lumbre lo narraban en el pequeño circulo de sus familias y vecinos, mientras miraban con respeto al lago.
Pasó el tiempo, y me marche a estudiar muy lejos de Pucallpa y de Paca Cocha, cuando al cabo de varios años regresé, un día me encontré con Sheshin, menos rubio mas pecoso y mas grueso, y así como quien no quiere la cosa, le pregunté...... y .....has vuelto a paca cocha ?? , Sus ojos claros se entrecerraron como heridos por la luz de un recuerdo, y con una mueca que quería ser sonrisa me dijo....... Como?---- no te has enterado....??? ......se secó..... parece que alguien espantó a su madre; Nos dimos la mano y con una culpabilidad cómplice en nuestros corazones nos despedimos, después de todo ninguno de nosotros quería sentirse culpable de la desaparición de este hermoso lago.
De nada habrían servido las sesudas explicaciones de los especialistas en hidrografía y demás ciencias conexas, nunca nadie nos haría cambiar de opinión, definitivamente el lago se había secado porque su madre lo abandonó.... lo demás son cojudeces.
Mercaderas: Bolsas de mercado, usualmente tejidas con vegetales
Mijanadas: Cardúmenes
Pañas: Pirañas
Carachamas: Pez pelágico de aspecto feo, escamas amplias, de textura cartilaginosa, carne blanca muy agradable
Bufeos: Delfín de ríos y lagos amazónicos
Ayahuasca: Literalmente soga de muerto, planta trepadora, alucinógena que usan los brujos Vegetalistas para sus ritos mágicos religiosos
Guama: pequeña planta flotante de hojas carnosas, suaves al tacto, de bello diseño, que crece en los lagos cerca de sus orillas, siendo tan numerosas que unas contra otras flotan como una alfombra verde gigante
Pates: recipientes confeccionados usando la media cáscara de un fruto redondo, grande, como un balón de fooball (del árbol del Huingo) dejado secar y vaciado de su contenido, su empleo era popular como recipiente para agua, alimentos, cereales, etc.
Tangana : Vara larga que se empleaba para impulsar las canoas en zonas bajas, donde tenían la ventaja sobre los remos, del escaso ruido que producían, no alejando a los peces, permitiendo un desplazamiento más silencioso
Caimitos: Dulce fruto tropical, rico en mucílagos y una sustancia pegajosa resinosa, que se adhiere a los labios a manera de pegamento, dificultando él entreabrirlos
Pococha: burbuja
Trapiche: Molino rústico de caña de azúcar, accionado por la fuerza de un caballo o varios hombres
Cutipado: Contagiado en el dialecto de los nativos
Manchari: miedo, susto en el mismo dialecto
Zonzo: Atontado
U
n poco mas al norte de donde se encuentra ahora el Hospital de Pucallpa colindante con el antiguo aeropuerto y bajando por el barrio El Arenal, existía un hermoso lago a cuyas orillas existían plantaciones de Caña de Azúcar , platanales y yucales , por el oeste se comunicaba con el Lago de Yarina Cocha por unos caños, que en época de vaciante daban lugar a unas playas arenosas donde se sembraban arroz y sandias, este lago era el hogar de blancas y patilargas garzas, de alargados picos, que de tanto en tanto introducían en las quietas aguas para extraer los peces con los que glotonamente se alimentaban, los tucanes de gruesos picos y vistoso plumaje, se asomaban entre las ramas, ahítos de los frutos que se prodigaban por doquier, hasta los voluminosos paujiles de picos colorados se enseñoreaban en las ramas, indiferentes al paso de los humanos, los grandes camungos buscaban las ramas mas fuertes para posarse , ruidosos loros parloteaban constantemente , coloridos Guacamayos y pihuichos, que cuando despegaban en vuelo ocultaban por su inmenso número la luz del sol, llenaban el ambiente con sus agudos chillidos , Los paucares con su llamativo color amarillo y negro, se asomaban en sus colgantes nidos, que pendían como mercaderas de las ramas de los elevados taperivas, parecían extrañas ciudades aéreas producto de alguna alucinante fantasía , los ceticos crecían numerosos formando una elevada empalizada en cuyas ramas no era extraño divisar a los pelejos ( perezosos) que se desplazaban entre ellas en cámara lenta, saboreando los tiernos y verdes retoños de sus tallos , sobre sus aguas se reflejaban las nubes y el azul del cielo, como si se tratase de un pulido espejo, sobre el que las libélulas se posaban por breves instantes, batiendo sus alas en inverosímiles maniobras.
Este lago era inmensamente rico en peces, las palometas, Pañas y Carachamas abundaban en Mijanadas , Bufeos y lagartos, así como las boas, también eran numerosas , no era extraño ver las culebras atravesar nadando el lago, serpenteando en el agua generando minúsculas ondas, hasta llegar a sus orillas, pobladas de renacos cuyas raíces y tallos les daban el aspecto de inmensos laberintos , entre las que se cobijaban, confundiéndose entre las raíces., para el mes de junio sus aguas se llenaban de pequeños y deliciosos camarones de lago , así como de unas almejas de gran tamaño, tan abundantes que era fácil el extraerlas con las manos de los bancos que se formaban cerca de la orilla.
Su cercanía era una tentación para nosotros los jóvenes y ya sea a pie o en bicicleta aprovechábamos todas las oportunidades que se nos presentaban para coger el sendero que nos llevaba a sus fangosas y negras orillas, donde los que ahí vivían generosamente nos prestaban sus canoas, en las que salíamos a pescar o simplemente a pasear o tomar un refrescante baño.
Una calurosa mañana, en la que el sol se ensañaba inmisericorde con nuestros cuerpos, Masho un amigo del colegio con el que nos unían múltiples y secretas aventuras escolares, pero del que no recuerdo su verdadero nombre , mientras jugábamos en el primer recreo de la mañana, como quien no quiere la cosa me soltó un comentario, ...... con lo fresquitos que estaríamos en Paca... como familiarmente llamábamos al lago, y a mi que era un débil de espíritu cuando se trataba de alejarse de la escuela , y requería muy poca perseverancia en la tentación para estar de acuerdo, se me imaginó la holganza paradisíaca que nos ofrecería el lago, imaginaba sus palmeras, y los frutos que se nos brindarían por la generosa naturaleza, los rojos y jugosos cashos, la dulce caña, las suculentas guabas, las dulces piñas , esto unido al poco interés que despertaba en mi el quedarme toda la mañana en la escuela escuchando tediosas explicaciones sobre ciencias naturales, cuando se me ofrecía una clase practica sobre el tema, magistralmente impartida por el mas sabio de los profesores que se nos podía ofrecer, el bosque y sus moradores.
Sin pensarlo mas , disimuladamente nos apartamos del grupo de compañeros que jugaban cerca de nosotros , y nos internamos en un bosquecillo que se encontraba frente a la escuela, sigilosamente dimos un rodeo que nos enrrumbò hacia el extremo de la pista de tierra que fungía de campo de aterrizaje para los aviones bimotores que nos enlazaban con otras ciudades , con precaución, pues era la hora en que llegaba el vuelo de Faucett de Lima, un vetusto DC• 3, que seguramente habría conocido tiempo mejores sobrevolando la campiña Francesa en misiones militares en Europa durante la no lejana Guerra Mundial, y que ahora acondicionado para transportar pasajeros, surcaba los cielos de la selva Peruana, uniendo sus ciudades y pueblos, al volver la mirada hacia el cielo pudimos ver su clásica silueta descendiendo para tomar tierra en el extremo sur de la pista, nos sentamos a la vera de la pista y mientras mordisqueábamos los tallos agridulces de las yerbas que crecían lujuriosas a la vera del campo de tierra, lo vimos posar sus ruedas delanteras sobre el suelo, despidiendo detrás suyo una enorme bola de polvo amarillento, el estrépito del ruido de sus motores se acercaba a nuestros oídos cada vez con mas intensidad, mientras su proa se agrandaba a nuestra vista, al llegar a nuestra altura el ruido era ensordecedor, y carreteaba lentamente arrastrando su cola sobre la tierra, sostenida por una pequeña rueda, y empezó a girar para regresar por el camino recorrido, pues la casucha que fungía de terminal terrestre se encontraba a mitad de la alargada pista, mientras irreverentemente nos mostraba la cola, el tronar de los motores se hizo mas intenso y una salva de tierra y arena nos agredió inmisericorde obligándonos a entrecerrar los ojos para evitar quedar ciegos por el polvo, mientras nuestros rostros se desfiguraban por efecto del fuerte ventarrón que salía de detrás de las hélices, nosotros nos reíamos y nuestra risa sonaba entrecortada burbujeando entre nuestros labios, como cuando uno pone la cara frente a un ventilador y trata de hablar, nos mirábamos riéndonos a mas no poder de nuestros rostros desfigurados y llenos de polvo, mientras la nave se alejaba hacia el terminal, nos pusimos de pie sacudiendo nuestros cabellos y ropa, llenos de tierra y briznas de paja, escupiendo una saliva rojiza y con un sabor a polvo en los labios reanudamos nuestra marcha hacia el lago.
A los lados del sendero los árboles crecían plenos de follaje y las aves colmaban sus ramas como frutos animados que volaban de una rama a otra, su canto llenaba el ambiente y su sombra nos refrescaba, los rayos del sol pugnando por atravesar las hojas en su intento de llegar al suelo , parecían luminosas estrellas que destellaban entre el follaje como chispas de luz, gruesas lianas colgaban desde las alturas, llegando hasta el suelo, y nos servían para columpiarnos en grandes saltos, avanzando como habíamos visto hacerlo a Tarzan en las películas que exhibían en el Cine Pucallpa o Tropical, si alguna vez ha existido una sensación mas cercana a la Libertad total, creo que la he sentido en esas oportunidades, donde mi imaginación volaba entre la selva que nos rodeaba, y nuestros cuerpos pendían casi ingrávidos de las lianas, ni la sensación áspera de sus cortezas que hería nuestras manos nos ataba a la realidad, pues nuestros corazones latían fuera de nuestros pechos, mientras proferimos agudos gritos imitando a la aves y a los monos que jugaban mas arriba en las elevadas ramas, y que nos miraban con sus ojos redondos , en una imagen de admiración permanente, los frailecillos abundaban con su pelaje amarillo verdoso y sus largas colas, y sus rostros casi humanos.
El camino era una suave curva descendente y la tierra de roja que era, paulatinamente se volvía negra, hasta adquirir en las zonas mas húmedas un color pizarroso brillante, donde las mariposas de múltiples colores se posaban en grandes enjambres que se apartaban a nuestro paso, batiendo sus alas en una explosión de color, si el paraíso ha estado alguna vez en la tierra, debió de haber sido aquí, por los rezagos que habían quedado e él.
Al salir de un pequeño recodo se abrían los árboles como una ventana mas vertical que horizontal, y el espejo de agua del lago rielaba ante nuestra vista, mientras su superficie se escarapelaba de placer ante las caricias de la brisa que lo ondulaba tiernamente; Cerca de la orilla las plantas de guama flotaban meciéndose lánguidamente como una inmensa sábana, sobre la que algunas aves de largas y flacas patas se desplazaban en pequeños saltos ahitándose de insectos o pequeños peces, Las tangrillas y tuqui- tuquis brincaban en pequeños saltos y ese túnel vegetal llevaba nuestra mirada hasta estrellarla en esa inmensidad líquida de tonalidad amarillenta y tonos suavemente verdosos , como de té cargado, y un penetrante olor a tierra, follaje en descomposición, mezclado con el perfume de las plantas en floración enervaba nuestros sentidos, como si nos encontráramos bajo los efectos del Ayahuasca , por eso a nosotros no nos causaba extrañeza cuando los mayores comentaban acerca del embrujo de la selva, pues convivíamos con él, inmersos en su hechizo, olía como deben oler las hembras en celo, como esas ninfas que cerca de la orilla no muy lejos de nosotros , y con medio cuerpo en la cocha, se arrojaban agua usando sus pates, cascabeleando con su risa entre las ramas, confundiéndose con el trinar de las aves y el chillido de los monos, sus cobrizas pieles brillaban con una sensualidad que hería la vista, con el torso descubierto sus pechos se exhibían lúbricos y plenos, con sus obscuros pezones mirando al cielo, redondos y prominentes como pequeños volcanes, desinhibidas y ajenas a los sentimientos del pecado original, lo que contribuían a esa sensación paradisíaca que nos embargaba.
Tres canoas se mecían suavemente sobre las pequeñas ondulaciones que el viento levantaba sobre las tibias aguas del lago, frotando sus costados coquetamente en cortos roces, descendimos la pequeña pendiente y nos quitamos el calzado para no ensuciarlo en el lodo de la orilla, y muy sueltos de huesos desatamos la canoa que se encontraba sujeta a un palo largo prendido en el barro, al cual los nativos llamaban Tangana , el cual servia para impulsar a la canoa, cuando esta navegaba por zonas poco profundas , o para emplearse de improvisada sujeción, cuando se pescaba en aquellas partes del lago que por su poca profundidad lo permitían , Masho se introdujo en el agua empujando la proa dirección a zonas mas profundas, estábamos en esto, cuando asomó por la pendiente la cabeza rubia de Sheshin, ( Nombre con el que familiarmente llamábamos a Cesar ) quien atropelladamente bajaba la pequeña cuesta, y poco mas atrás la desgarbada figura de Toñico ( nombre familiar de Antonio) seguía sus pasos, moviendo sus brazos cual aspas de molino, llamaban nuestra atención, aunque en realidad fuera de las ninfas que remojaban sus cuerpos en ese recodo del lago, no había otra presencia humana.
Al parecer Masho y yo no éramos los únicos que habíamos tenido la feliz idea de escaparnos del aula esa calurosa mañana, apuradamente y solo en calzoncillos, mientras sostenían sus pantalones sobre sus cabezas, se treparon en la canoa mientras que a ruidosas carcajadas festejábamos nuestro encuentro e impremeditada complicidad en la fuga.
Toñico tomó el remo que descansaba en un charco de agua en el fondo de la canoa, y empezamos a bogar silenciosamente alejándonos de la orilla, mientras yo en la popa clavaba en el cieno la Tangana para colaborar en el desplazamiento de la canoa orientándola hacia el centro del lago, mientras salpicamos nuestros cabellos con el agua fresca que recogíamos ahuecando nuestras manos, mientras nuestros uniformes escolares todos juntos en un amasijo confuso de ropa y calzados, lucían desordenados en la proa.
Comentando nuestra compartida aventura nos dirigimos hacia una parte mas profunda, donde pudiésemos nadar a nuestras anchas, no muy alejada por cierto de la orilla, pues hasta nuestros oídos llegaban apagadas las risas de las jóvenes que se bañaban cautas en la margen, mientras nosotros, intrépidos varones, buscábamos zonas mas profundas. Al encontrar un sitio que nos pareció mas apropiado , dejamos flotar a la canoa mansamente en la aterciopelada superficie, la que reflejaba el azul del cielo y las nubes que vagaban como copos de algodón en blancos rebaños, proyectando sus frescas sombras temporalmente sobre nuestras cabezas, el lago era un hermoso espejo donde podíamos ver el reflejo de las aves que surcaban el cielo, y que solo era roto momentáneamente por los círculos que se producían por el salto de algún pez fuera de ellas, con sus doradas escamas brillando al sol, o por algún martín pescador que se precipitaba a pescar alguna pequeña mojarrilla que se había atrevido irresponsablemente a nadar muy cerca de la superficie, en la búsqueda de alguna fruta caída de los árboles que circundaban el lago , convirtiéndose de comensal en alimento.
Masho fue el primero en saltar estrepitosamente al agua, salpicándonos a todos, no tardaron Toñico y Sheshin en seguirle los pasos, y los tres nadaban alrededor de la canoa, echándome agua a manos llenas para que los acompañara en su retozar, cogí la Tangana con la intención de clavarla en el cieno y sujetar a ella la canoa, para que no se alejase de nosotros, y compartir todos juntos la frescura de las agua de paca cocha.
La Tangana mediría unos tres metros de largo aproximadamente , la habían confeccionado empleando la rama recta de algún tronco de madera dura, y mojada pesaba ligeramente, sin embargo pese mi juventud podía maniobrarla con cierta destreza, empecé a introducirla al agua, casi verticalmente , cuando a través de ella y perpendicularmente a donde me encontraba de pie sobre la canoa, vi en el cenagoso fondo, lo que me pareció la gruesa raíz de un Renaco, algo retorcida sobre si misma, aunque me llamó la atención sus vivos colores amarillentos, que se presentaban distribuidos en grandes motas sobre su brillante superficie, toñico me retaba a unos metros, flotando sobre el agua haciendo el muertito, mientras expulsaba agua por la boca, como un pequeño géiser , incitándome a que saltase, sin embargo un extraño presentimiento hizo que cautamente continuase introduciendo la vara en el agua, tratando de seguir con la vista el extremo inferior de la misma, sin embargo mi visión estaba algo distorsionada por el efecto óptico que esto ocasiona , como si la vara estuviese angulada, no se si llegué a rozar con la vara el supuesto Renaco, pero de pronto este empezó como a desenredarse espontáneamente, como si se desanudase un ovillo, y pude ver el extremo diamantado de la cabeza de lo que sin duda era una inmensa boa, su grosor era como el del tronco de un ser humano, o al menos eso es lo que me pareció en lo poco que ahora puedo recordar, y sus ojos de mirada perversa avanzaron hacia la superficie, y sentí estar siendo hipnotizado por la intensidad de esas pupilas, tal como miles de veces había oído contar que procedían los reptiles para cazar a sus presas, inmovilizándolas, petrificándolas para evitar su huida, lo que permitía capturarlas y enroscarse en ellas hasta quebrar todos sus huesos y engullirlas enteras desencajando sus inmensas fauces, sin embargo en esos momentos no pensaba en ello, tenia la mente completamente en blanco.
Mis tres amigos ajenos al peligro y al drama interno que yo vivía continuaban nadando y acercándose peligrosamente a donde yo me encontraba , permaneciendo como si fuese una estatua de piedra erguida en la popa de la canoa, quería gritar para advertirles del peligro, pero mi lengua se negaba a obedecerme y mis labios se habían sellado como si hubiese comido cien caimitos, mis brazos dejaron de pertenecerme, y por tanto hacían caso omiso a mis órdenes de retirar la tangana del agua, pues temía irritar a la boa si se sentía agredida, no se cuanto tiempo transcurriría , cuando como en un sueño noté a mi lado la presencia de sheshin , quien no se como ni en que momento se había trepado a la canoa , sentí que me quitaba bruscamente la tangana, y tiraba de mí hacia el centro de la canoa, recién entonces vi su pelo rubio brillar como oro al sol, y sus labios mas blancos que las nubes que surcaban el cielo, sus ojos abiertos como platos parecían ocupar toda su cara, escondiendo las pecas que abundantemente lo adornaban, detrás de , toñico y masho yacían tirados en el fondo de la canoa, restregando sus caras contra el fondo húmedo de la misma, quietos como muertos, recién entonces me empezó poco a poco a volver el alma al cuerpo y sentí el calor vital de mi sangre reanudar su recorrido por mis arterias , y mis oídos se abrieron a los ruidos del mundo con un .... plock ... que parecía el estallido de una Pococha que los había tapado hasta entonces completamente, no se como doble mis rodillas para sentarme en la tabla que unía los bordes de la canoa a manera de una rústica banca , mientras mis huesudas rodillas chocaban unas con otras presas de una súbita inexplicable e incontrolable malaria y mis dientes parecían castañuelas repicando dentro de mi boca .
Pasaron unos interminables minutos que bien pudieron haber sido horas, pues para esos efectos nosotros habíamos perdido la noción del tiempo, mientras permanecíamos en silencio y aguardando lo peor, con los corazones agazapados en nuestros pechos, sintiendo sus latidos brincar en nuestras sienes, tratando de escuchar cualquier ruido por imperceptible que este fuese y temiendo ver deslizarse dentro de la canoa al enorme reptil.
Las aves ajenas a nuestras cuitas continuaban surcando el cielo, y sus chillidos rompían poco a poco el manto de silencio y miedo que nos cubría , la luz del sol reverberando sobre la superficie del lago hería mi vista , al parecer había estado sin parpadear mucho rato, Sheshin sentado en cuclillas en la canoa me miraba casi sin respirar, la tangana yacía a su costado , su brillante superficie se había secado, Masho fue el primero en hablar, y lo primero que de oímos murmurar fue...... YACU MAMA, ......ERA LA YACU MAMA, un escalofrío surco mi espalda desde la cintura a la cabeza, como un pequeño reptil que trepaba por mi columna vertebral , frío como el hielo y aguzado como el acero , y el eco de sus palabras parecían llenar el lago ... Yacu mama.... yacu mama....yacu mama... rebotando en todos los troncos, en los recodos , introduciéndose en las acequias sarmentosas que se desprendían del lago, como largos dedos que se introducían en la tierra desgarrándola, en los nidos que pendían de los árboles , enredándose en las raíces de los renacos, y las aves, los
Peces.. Los animales y los hombres, repetían asustados.
Siempre nos habían contado que las cochas , todas sin excepción tenían una madre, y esta era una boa inmensa, mas larga que una lancha y mas gruesa que un tronco , esta anidaba en sus aguas alimentándose de los peces que allí vivían, y hasta de los grandes rumiantes como las sacha vacas y venados que acudían a beber sus aguas en las orillas, a los cuales inmovilizaba con la intensidad de su mirada, paralizándolos para que no pudiesen huir, así podía acercarse a ellos, los que no atinaban a moverse presas de una catalepsia, generalmente les mordía en la trompa, ocluyendo sus fosas nasales con sus fauces, y con ese punto de apoyo se enroscaban en torno a ellos , como se enroscan las epifitas a los troncos, que parasitan, hasta matarlos, la boa los asfixia impidiéndoles los movimientos respiratorios, y fractura sus huesos estrujando los cuerpos, en sucesivas contracciones de sus anillos, cada vez mas apretadas convirtiéndolos en pellejos llenos de restos óseos, a los que tragaba enteros, desarticulando sus mandíbulas, y esto hacia aún con los cristianos que caían en sus fauces, sabíamos las historias de aquellos que habían saltado de sus canoas o balsas y nunca mas habían sido vueltos a ver , o pescadores que habían sido atrapados por su magnetismo ,la boa los encerraba en un mortal abrazo y los engullía con todo y sus ropas, las cuales eran encontradas en ocasiones en las heces que expulsaban, y solo por estas evidencias se llegaba a conocer de su triste final. , contaban los mayores haberla visto durmiendo en alguna orilla, enroscadas simulando un tronco caído, al cual incluso le crecían pequeñas plantas, pues solía dormir uno o mas meses durante sus prolongadas digestiones, dando tiempo a brotar encima de ella a pequeñas yerbas, muchos desprevenidos se habían sentado a reposar encima de ella, confundiéndola con un tronco , huyendo despavoridos cuando se empezaba a mover , otros contaban haberla visto surcar las aguas levantando a su paso enormes olas con su desplazamiento, y sus ojos asomar sobre las aguas como dos luminosas claraboyas , escrutando los dominios en que reinaba , contaban las historias que cuando la Yacu mama abandonaba un lago o moría, este se secaba, pues su madre lo había abandonado.
Dentro de la mitología de la selva la Yacu Mama ocupa un lugar preferencial y es origen de una saga que va de boca en boca entre los moradores, y de cuya veracidad nadie dudaba.
Al volverme la razón a la mente, note que la brisa lentamente nos había acercado a la orilla, y una alfombra verde nos rodeaba por los cuatro costados, era un mar de guama que ondulaba al compás de nuestra canoa, uno que otro fragmento de tronco asomaba entre ellas como las cabezas de negros lagartos, y unos abejorros zumbaban cerca de nosotros, cerca mío Sheshin permanecía en la misma posición, mientras Toñico y Masho comenzaban a incorporarse como si saliesen de un estado de trance, cogí la tangana con la intención de usarla para volver al precario puerto del que habíamos salido, pero al levantarla me pareció mas liviana, y al mirarla mas detenidamente estaba mas corta, le faltaba por lo menos una tercera parte, y esto para mi resultaba inexplicable, que cara de extrañeza pondría, que Toñico comento en voz alta, .... .....este no se ha dado cuenta de nada........ un poco mas y nos traga a todos, a continuación cogió el remo y abriendo un lento surco entre la guama la canoa empezó a deslizarse hacia el lugar donde nos embarcamos, el cual no distaría mas de 70 metros de donde nos hallábamos, pero se ocultaba por estar en una pequeña ensenada del lago.
Al llegar las bañistas estaban fuera del agua y algunas mujeres adultas y ancianos las acompañaban, con su ayuda atracamos la canoa sobre el cieno, cogimos nuestros uniformes y saltamos a tierra, a mas de uno nos habían reconocido, pues nuestros padres eran muy conocidos, a mí me tomó de la mano un anciano al que conocía como Sr. Soto, dueño de un trapiche de caña, al que mi padre solía visitar, nos subieron a una casa rústica que se elevaba del suelo unos dos metros, como un antiguo palafito, sostenida por gruesos troncos de Huacapú, con ello lograban los ribereños evitar que las crecientes inundases sus casas mientras duraba la temporada de creciente, así pude reconstruir lo sucedido, pues hasta entonces mi mente tenia un inmenso vació que no sabía como llenar.
Cuenta Sheshin, que fue el primero en reparar que algo extraño sucedía, que se encontraba llamándome por mi nombre para que los acompañase al agua, y al no hacerle caso, se acercó a la canoa con la intención de ayudarme a introducir la tangana en el cieno del fondo para atar la canoa a ella, estando a unos tres metros, viendo que continuaba sin responder a su llamado y que tenia la cara desfigurada por una mueca de espanto, nadó hacia la parte de proa alejándose de la popa donde yo me hallaba, intuyendo algo raro, y fue su intuición la que a la postre nos salvo a todos, al tratar de subir a la canoa la balanceo, y parece que esto hizo que la tangana hincase a la boa en alguna parte de su Cuerpo, esta reaccionó mordiendo la vara y tirando hacia ella, lo que me hubiese arrastrado irremediablemente al lago, probablemente para nunca mas emerger, de no suceder que esta por la fuerza de sus mandíbulas se partió, quedándose la parte inferior con la boa, y la superior asida a mis manos, los que aún estaban en el agua sintieron como si una inmensa corriente de agua los expulsase hacia fuera, y una ola los llevó afortunadamente hacia la canoa, ya Sheshin estaba arriba, ágil como un felino había trepado velozmente, Masho y Toñico cuentan que les salieron alas en los pies pues entre el impulso del agua y la desesperación también pudieron entrar en el frágil bote, pero antes de caer dentro alcanzaron a escuchar un terrible bramido y ver elevarse a pocos metros de Ellos el hocico abierto como el de un perro gigantesco de una inmensa boa, como si esta hubiese saltado fuera del agua queriendo asir el pedazo de tangana que pendía de mis manos, al parecer las oscilaciones de la canoa al trepar mis amigos, la hicieron calcular mal el salto y sus fauces se cerraron en el aire en un horrible chasquido, mientras el ambiente se llenaba del fétido y caliente aliento que expulsaba por el hocico.
Desde tierra, las bañistas que coquetamente nos miraban de cuando en cuando de soslayo, haciendo picarescos comentarios, notaron lo inusual de nuestra conducta, figurándose que estábamos jugando, cuando escucharon el horripilante bramido de la boa y la vieron saltar fuera del agua quedando su cuerpo suspendido unos segundos en el aire antes de caer pesadamente otra vez al agua, y en esos pocos segundos pudieron ser testigos de un hecho que quizá nunca se repetiría ante sus ojos, vieron a la Yacu mama, a la madre del lago; sus gritos atrajeron la presencia de los mayores, los cuales también habían oído el bramido de frustración de la fiera, al comprender que se quedaba sin sus presas, herida en lo más profundo de su amor propio, ellos conocían ese salvaje alarido, pues en algunas noches de tormenta competía con el tronar de los rayos que caían del cielo, y en la oscuridad de la noche, al abrigo de sus mosquiteros, les erizaba todos los pelos, pues encarnaba la eterna lucha entre el cielo y el infierno, entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Cuentan que nos llamaron a voces mientras veían nuestra canoa derivar lentamente hacia una orilla que era ocultada por la vegetación, y pese a haber dos canoas mas encalladas en el lodo de la orilla, nadie se atrevía a subirse a ellas e ir a nuestro encuentro, cuando nos perdieron de vista nos dieron por desaparecidos, sobre todo por que nadie respondía a sus llamados, ellos refieren que grandes olas llegaron hasta la orilla, las mismas que apartaron nuestro bote del reptil, el cual por extrañas e inexplicables razones no volvió a emerger, pues habría bastado un golpe de su enorme cola para voltear nuestra canoa o un empujón de su voluminoso cuerpo para hacernos zozobrar irremediablemente.
Nuestros mudos espectadores se quedaron mirando la inmensidad del lago aguardando algo que no sabrían explicar que era, cuando nos vieron aparecer lentamente entre la guama, deslizándonos al impulso del único remo que nos quedaba, como cuatros espectros recién resucitados de entre los muertos.
Cerca del medio día, liamos nuestros bártulos y nos despedimos agradecidos a estos humildes moradores por sus atenciones, y casi en silencio emprendimos el regreso, el sol caía a plomo sobre nuestras cabezas y las aves y los monos continuaban con sus rutinas cotidianas, todo aparentaba estar igual que cuando transitamos el camino en horas mas tempranas, sin embargo algo había cambiando para siempre en nosotros, Masho queriendo romper el ominoso silencio con el que caminábamos, tan ajenos a la conducta bulliciosa apropiada de nuestra edad, mirándome dijo. oye.... a ti te ha cutipado el Manchari...... despierta pues......., en otra oportunidad algo le hubiese retrucado, pues nunca fui de los que se quedaban callados, pero sin embargo permanecí en silencio, mientras Toñico le decía..............cállate Zonzo....
La verdad es que como si hubiésemos hecho un pacto de silencio, nunca, nunca. Más. Volvimos a ocuparnos del tema, como si quisiésemos borrarlo totalmente de nuestras vidas, como si hubiese sido un mal sueño que no valía la pena recordar, queríamos cubrirlo con una loza granítica de silencio y olvido para sepultarlo para siempre, incluso los moradores de paca cocha que fueron testigos del hecho, no se lo comentaron nadie que no fuese del lugar, tal vez entre ellos al abrigo de la lumbre lo narraban en el pequeño circulo de sus familias y vecinos, mientras miraban con respeto al lago.
Pasó el tiempo, y me marche a estudiar muy lejos de Pucallpa y de Paca Cocha, cuando al cabo de varios años regresé, un día me encontré con Sheshin, menos rubio mas pecoso y mas grueso, y así como quien no quiere la cosa, le pregunté...... y .....has vuelto a paca cocha ?? , Sus ojos claros se entrecerraron como heridos por la luz de un recuerdo, y con una mueca que quería ser sonrisa me dijo....... Como?---- no te has enterado....??? ......se secó..... parece que alguien espantó a su madre; Nos dimos la mano y con una culpabilidad cómplice en nuestros corazones nos despedimos, después de todo ninguno de nosotros quería sentirse culpable de la desaparición de este hermoso lago.
De nada habrían servido las sesudas explicaciones de los especialistas en hidrografía y demás ciencias conexas, nunca nadie nos haría cambiar de opinión, definitivamente el lago se había secado porque su madre lo abandonó.... lo demás son cojudeces.
Mercaderas: Bolsas de mercado, usualmente tejidas con vegetales
Mijanadas: Cardúmenes
Pañas: Pirañas
Carachamas: Pez pelágico de aspecto feo, escamas amplias, de textura cartilaginosa, carne blanca muy agradable
Bufeos: Delfín de ríos y lagos amazónicos
Ayahuasca: Literalmente soga de muerto, planta trepadora, alucinógena que usan los brujos Vegetalistas para sus ritos mágicos religiosos
Guama: pequeña planta flotante de hojas carnosas, suaves al tacto, de bello diseño, que crece en los lagos cerca de sus orillas, siendo tan numerosas que unas contra otras flotan como una alfombra verde gigante
Pates: recipientes confeccionados usando la media cáscara de un fruto redondo, grande, como un balón de fooball (del árbol del Huingo) dejado secar y vaciado de su contenido, su empleo era popular como recipiente para agua, alimentos, cereales, etc.
Tangana : Vara larga que se empleaba para impulsar las canoas en zonas bajas, donde tenían la ventaja sobre los remos, del escaso ruido que producían, no alejando a los peces, permitiendo un desplazamiento más silencioso
Caimitos: Dulce fruto tropical, rico en mucílagos y una sustancia pegajosa resinosa, que se adhiere a los labios a manera de pegamento, dificultando él entreabrirlos
Pococha: burbuja
Trapiche: Molino rústico de caña de azúcar, accionado por la fuerza de un caballo o varios hombres
Cutipado: Contagiado en el dialecto de los nativos
Manchari: miedo, susto en el mismo dialecto
Zonzo: Atontado
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